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Reportaje:

Desafío cumplido

El neozelandés Graham Dalton concluye en Getxo la vuelta al mundo en homenaje a su hijo de 23 años, fallecido de cáncer

Graham Dalton (Nueva Zelanda, 1952) concluyó la regata Velux 5 Oceans en la madrugada del pasado lunes, en el Puerto Deportivo de Getxo. Arribó fuera de competición, y casi dos meses después de que lo hiciera el vencedor, el suizo Bernard Stamm. Pero todo esto le importa más bien poco a Dalton, un hombre de porte recio y directo, pero amable al mismo tiempo.

Lo suyo era un desafío personal, una misión más allá de lo deportivo. Prometió dar la vuelta al mundo en homenaje y recuerdo a su hijo, fallecido de cáncer en diciembre de 2005 con 23 años, y lo ha conseguido. "No era sólo mi hijo, era también mi mejor amigo y la persona más fuerte que he conocido", confiesa aún emocionado el veterano marino.

"Mi hijo era mi mejor amigo, un hombre del sur, duro, que nunca se daba por vencido"
"No sé qué haré a partir de ahora, pero sí sé que la vida está repleta de aventuras"

De descanso en la costa vizcaína -Dalton se dedica estos días a arreglar en los muelles del puerto deportivo getxotarra los desperfectos de su embarcación después de 30.000 millas de travesía-, el navegante recuerda su peripecia, entreverada de las más variadas dificultades.

En marzo, después de hacer escala en Fortaleza (Brasil), le fueron robados todos sus equipos de comunicación marítima y sufrió una grave gastroenteritis por ingerir comida en mal estado. "Pensé que era el fin. Me sentía colapsado. No podía escapar de aquello. Pero aquellas sensaciones me duraron un par de horas", dice.

La "motivación" para continuar la encontraba siempre en su hijo Anthony, el mismo que, mientras padecía la enfermedad, le decía a su padre: "No me voy a rendir, así que tú tampoco lo hagas". Es por ello que Dalton bautizó a su barco con las iniciales de su vástago -AGD- y la leyenda A Southern Man. "Él era un auténtico hombre del sur, duro, que nunca se dada por vencido". Cuando Dalton cruzó la meta, un pensamiento dominó su cabeza: "Ya está hecho. Mi hijo y yo lo hemos conseguido y ahora ya puedo dejarle marchar".

Pero la pasión de Dalton por la navegación arranca mucho antes, cuando estaba a punto de cumplir tres años. Su madre le regaló un libro sobre vela y le dijo: "Algún día serás un navegante". Doce años después, el marino neozelandés quedó impactado por la aventura de Sir Francis Chichester, un marino británico que lograra dar la vuelta al mundo. "En esa época, tenía un profesor que nos dijo: 'los sueños que tengáis como niños van a ser los más fuertes de vuestra vida, así que no los abandonéis'. Entonces supe que la vela era a lo quería dedicar mi vida. En realidad, todo lo que hecho en ella ha estado encaminado a dar la vuelta al mundo", relata.

Los momentos más intensos sobrevinieron cuando Dalton rememoraba a Anthony en alta mar. Su recuerdo le daba fuerzas, pero también "era muy duro echarle de menos". Afortunadamente, las embarcaciones están provistas de potentes sistemas teléfonicos, "así que estás sólo, pero no tanto". Con ellos, Dalton podía contactar con su familia, pero eso no significa que supiera lo que ocurría. Para no inquietarle y permitir que finalizase su reto, la compañera de Dalton, Robbie, le ocultó que padecía un cáncer de mama. A la llegada a Fremantle (Australia), primera escala de la prueba, el navegante conoció lo que pasaba, y que Robbie había sido sometida a una mastectomía.

Dalton, al que le gusta relajarse escuchando conciertos de violín -tocó uno durante diez años-, no sabe qué le deparara el futuro. A corto plazo, duda en salir hacia Normandía, en Francia, o bordear la península para arribar a Valencia. Allí está su hermano pequeño, Grant, uno de los máximos responsables del sindicato New Zealand, que desde el sábado 23 se mide al Alinghi en la Copa del América. "No sé qué haré a partir de ahora. Pero sí sé que la vida está repleta de aventuras".

La trayectoria de Dalton en la Velux 5 Oceans ha tenido de todo, en especial problemas. No pudo tomar la salida a tiempo en Bilbao debido al temporal que se desató. Llegó con el tiempo justo a Getxo debido a que contrajo una septicemia en la singladura de clasificación. En Nochebuena, a medio camino entre Suráfrica y la Antártida, se encontró con tormentas y vientos de 150 kilómetros por hora. "Ese día, llamé a casa para decir que no creía que iba a salir vivo de aquello". Pero lo hizo, así que eso le dio ánimos para lo que vendría después, como el robo de Brasil o la rotura de dos dedos que se produjo cerca de las antípodas. No era cuestión de abandonar.

En la anterior edición de la regata, en 2002, Dalton se vio obligado a bajarse del barco después de que su botavara quebrase. Su obstinación recuerda a la que Ernest Hemingway novelara en El viejo y el mar. "En la vida ocurren cosas, pero no puedes cambiarlas. La cuestión es que vas a hacer con eso. Mi filosofía es salir adelante. No hay desgracia en que te sucedan cosas malas, sino en renunciar o no intentar seguir con tu vida. Si me caigo un millar veces, me levantaré otras mil. Nevará en el Ecuador antes de que yo renuncie. Eso es lo que pienso".

Es complicado abstraerse de la mar en su Nueva Zelanda natal. "Estés donde estés, no estás lejos de ella. La vela da una disciplina, pero también es un medio para jugar, muy válido para los niños. Con él aprendimos muchos. Ahora ya no es así, y eso me entristece", apunta.

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