Giuseppe Alberigo, historiador del Vaticano II
Dirigió el Istituto per le Scienze Religiose que fundó el cardenal Lercaro
El pasado día 15 falleció en Bolonia Giuseppe Alberigo, que desde el 11 de abril estaba en coma, víctima de un derrame cerebral. Nacido el 1926, formó parte del grupo de jóvenes universitarios cristianos que formaban una familia espiritual presidida por el cardenal de Bolonia Giacomo Lercaro. Se formó como historiador con el gran estudioso del concilio de Trento, Hubert Jedin. Tuvo también estrecha relación con Giuseppe Dossetti, un diputado del ala izquierda de la Democrazia Cristiana, partidario de la apertura alla sinistra, que dejó la política, se ordenó sacerdote y sería el consejero intelectual y teológico de Lercaro y finalmente se retiró a una comunidad monástica estrictamente contemplativa por él fundada. Por inspiración de Dossetti, Lercaro fundó el Istituto per le Scienze Religiose, dirigido por Alberigo, con su revista Cristianesimo nella Storia, para estudiar la Iglesia con un método rigurosamente histórico, dejando para otros el enfoque teológico o apologético. Fue profesor de Historia del Cristianismo en la Facultad de Ciencias Políticas de Bolonia.
Los dos grandes temas de Alberigo han sido Juan XXIII y el Vaticano II. Propugnó que, superando la mera exégesis de los documentos conciliares, se investigara con rigor histórico el acontecimiento conciliar. Con un amplio equipo internacional (del que formamos parte Evangelista Vilanova y quien suscribe) emprendió una vasta recopilación de diarios y cartas de obispos y teólogos protagonistas del Concilio. Sobre esta base se ha publicado bajo su dirección la magna Historia del Concilio Vaticano II en cinco volúmenes (1995-2001; edición española, dirigida por Evangelista Vilanova, editorial Sígueme.2002 y ss.; está a punto de salir el último volumen). Con este método Alberigo, contra los que limitan el Vaticano II estrictamente a los documentos aprobados, defendió el genuino espíritu conciliar, que Pablo VI sacrificó en aras de la unidad, desdibujando los principales documentos según las exigencias de la minoría conservadora y contra la voluntad renovadora mayoritaria (cualquier parecido con la transición política española será pura coincidencia).
Conocí al profesor Alberigo en 1978, en un seminario por él dirigido para formación de historiadores de la Iglesia, sobre Juan XXIII. Su hipótesis de trabajo era que Roncalli era algo más que el bonachón simpático y chistoso pero poco preparado, que no sabía lo que se hacía. Salió el caso del Secretario de Estado Tardini y su Villa Nazareth, que acogía huérfanos de guerra. Una alumna, creyendo seguir la corriente al profesor, dijo que esto era lo que hacían muchos curiales: montar algo benéfico para que saliera en los medios de comunicación. Alberigo le replicó: "No es esto, señorita. Es algo mucho peor. Tardini se tomaba muy en serio Villa Nazareth, le dedicaba mucho tiempo y dinero y amaba como un padre a aquellos huérfanos, pero como Secretario de Estado seguía la política de los Estados Unidos y del Pacto Atlántico, que producía huérfanos de guerra". En cambio, en Juan XXIII -explicó Alberigo- no hubo nunca dicotomía entre su vida personal y espiritual y su actuación como sacerdote, diplomático, obispo o Papa. Las notas que lo caracterizan ya de joven (origen humilde, distinguir lo esencial de lo secundario, mostrarse bondadoso con todos, convicción que la religión ha de redundar en bien también en la tierra y obsesión por la paz), una vez Papa las transferirá a "su" Concilio: Iglesia de los pobres, suprimir o cambiar cosas secundarias caducas (aggiornamento), un concilio de misericordia y no de anatemas, una Iglesia no señora sino servidora de los hombres y fautora de Paz en la tierra.
Era doctor honoris causa por Múnich, Estrasburgo y Munster. La Facultad de Teología de Cataluña le quería conceder el mismo honor, pero el cardenal Carles, Gran Canciller, tanteada la Congregación de Universidades y Seminarios, dijo que no se concedería el necesario plácet. Alberigo quiso averiguar qué había contra él y a través de su amigo el entonces cardenal Ratzinger supo que tenía ficha negra por haber participado años atrás en un simposio sobre los cristianos por el socialismo, en el que precisamente se había mostrado crítico con aquella opción.
Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat.
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