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Reportaje:Tenis Nadal, tricampeón de Roland Garros

Un gigante para Federer

La fuerza mental de Nadal tritura al suizo, que, lento y desconectado, no encuentra la fórmula para hacerle frente

Rafael Nadal ganó su tercer Roland Garros consecutivo en 15 minutos. Durante un cuarto de hora, el español penó por el partido. Durante un cuarto de hora, sufrió y lo tuvo todo perdido. Durante un cuarto de hora, 15 minutos y el reloj llorando, Nadal fue un tenista menor y desdibujado, un jugador destinado al subcampeonato. Y, aun así, ganó. Fue cuestión de 15 minutos. Los que tardó Nadal en desquiciar a Roger Federer. Lo que tardó el número uno en descubrir que no, que aquello iba por mal camino. Que no; que, si no había ganado el primer set, no había partido. Y que no; que, si no había logrado romper el saque de su rival en las diez oportunidades que había tenido, ya todo estaba perdido. Nadal puso el sufrimiento. Federer, los errores y, por momentos, el tenis de un jugador de segunda fila. La mezcla dejó un partido tenso y emocionante. Acelerado. Malo para los nervios. Una final de perfil bajo peleada desde el miedo. Había mucho en juego: el único torneo del Grand Slam que le falta a Federer. El tercer Roland Garros seguido para Nadal. El mallorquín acabó venciendo en tres horas y diez minutos: 6-3, 4-6, 6-3 y 6-4. A sus 21 años, es el tenista más joven en conseguir el triplete. Y ya está a sólo un título del gran récord del sueco Bjorn Borg: cuatro Roland Garros sucesivos.

Desde el calentamiento, el español supo que jugaba en campo contrario
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Nadal abrió el encuentro con el canguro. Y eso es cosa fina. Psicológica. Dura para el contrario. El español se ha especializado en llegar el último al sorteo del saque; en hacer esperar al árbitro y al contrario; en acercarse a la red saltando, botando y dando piruetas. El canguro también juega: Nadal intimida desde el primer segundo. Subido a esos saltos, superó el precipicio de su tenis plano, sin aristas ni agudezas. Subido a esos saltos, encontró el partido. Y, subido al canguro, Nadal empezó a pelear la final en el diván del psicólogo. No es poca cosa. El manacorense, que le tiene la moral comida a Federer, pertenece a una clase muy minoritaria en el deporte español: la de los deportistas capaces de ganar en una mala tarde; la de los tipos convencidos de sí mismos; la de la gente competitiva por encima de los aciertos del día.

Y el día empezó con todo en contra de Nadal. Sin sol. Sin calor. Sin público a favor. Desde el calentamiento, el español supo que jugaba en campo contrario. Fue que la grada de la pista Philippe Chatrier viera aparecer a Federer y que estallara en gritos atronadores de "¡Roger, Roger!". Con el ambiente caldeado, Nadal se obcecó en su plan de machacamartillo sobre el revés del suizo. El número uno siempre estuvo en el sitio. Casi nunca se vio desbordado. Y, sin embargo, dejó para el recuerdo una cantidad desesperante de errores no forzados (59 por los 27 de Nadal), de tiros muertos en la red y de bolas tristemente perdidas. Enfrentado a su gran oportunidad, Federer pinchó.

El suizo lo explica todo hablando del "momentum". El término concentra una forma de ser y respirar. Un sentimiento. Quien tiene el "momentum" tiene el partido. Domina y manda. Manda y gana. Federer tuvo varios y todos los desaprovechó. Nadal, que tampoco anduvo fino, no perdonó ni uno solo de los suyos. Ahí se llevó el partido. Y ahí, en el diván, en la cabeza y la fuerza mental, lo perdió todo Federer, un tenista que empieza a cargar con estadísticas más que dolorosas: ha caído en ocho de los doce partidos que ha jugado contra Nadal. El español ya le ha ganado dos veces en la final del grande rojo. Y cada vez se le hace menos sufrido. Ayer, Federer jugó lento y desconectado. Pesadote y redundante Nadal. Y, aun así, en uno de sus peores partidos, Nadal hizo bueno un chiste tan viejo como la rivalidad que les enfrenta: cuando Federer juega contra Nadal, Roger se queda en Rogelio.

Rafael Nadal, en acción.
Rafael Nadal, en acción.REUTERS

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