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Columna
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El dilema del BNG

Ante los pactos para formar ayuntamientos, el BNG demanda que, ya que va a formar parte de gobiernos locales con alcalde socialista, se le vea como una fuerza con perfil propio. Parece deseo legítimo, teme quedar desdibujado en ayuntamientos de coalición de los que sólo capitaliza la gestión el alcalde de turno. Los dirigentes del Bloque temen, tras los resultados electorales, trabajar para el inglés. Pero parece que lo ocurrdo en las ciudades gallegas donde había ayuntamientos de coalición más bien fue que el electorado votó mayoritariamente progresista, pero corrigiendo ligeramente la correlación de fuerzas dentro de la coalición: rebajó el apoyo al alcalde, fuese socialista o nacionalista. La ciudadanía decidió que siguiesen gobernando en coalición y, quizá también, que los alcaldes compartan más ese poder con sus socios.

Pero si el BNG busca causas propias para explicarse que no gane las elecciones y que no crezca electoralmente en proporción al poder autonómico que administra creo que, además de buscar las causas locales concretas, debería encarar su retroceso electoral anterior, ya en las pasadas elecciones autonómicas. Debería pararse y mirarse al espejo. Y luego preguntarle a esa imagen que le ofrece el espejo, "¿quién soy?". Porque aunque hasta ahora no se haya hecho esa pregunta, una gran parte de la sociedad sí se pregunta quién o qué es, y no le dará su confianza para gobernar mientras no lo sepa.

No todo tiene que ser o carne o pescado, o noche o día, o izquierda o derecha en política, es cierto. Pero el lenguaje que el BNG usó y usa induce a confusión y creo que no tendrá más confianza de la sociedad mientras siga con esa confusión. El lenguaje que usamos las personas y los partidos está formado por las palabras que se dicen hacia fuera, a los demás, las palabras que se dicen a sí mismas, hacia dentro, y los hechos. El Bloque confunde, porque hace unas cosas que a la mayoría de la sociedad en general le parecen razonables pero se dicen entre ellos, y aun a la sociedad, cosas que la sociedad no entiende, le extrañan.

La ciudadanía organiza su opinión por tendencias ideológicas y políticas, lo normal es que se vote por la tendencia que mejor le expresa a uno, pero hay una franja intermedia de personas que, sobre sus convicciones ideológicas, votan por la fuerza que les garantiza un gobierno más juicioso. Esa franja aumenta o disminuye en cada elección, pero junto con la abstención, es quien otorga o quita gobiernos. Si el BNG quiere un día gobernar - porque de eso se trata, ¿no?- tiene que aspirar a ganar la confianza primero y luego a convencer a ese segmento electoral.

Probablemente con ese fin, en la pasada campaña dirigentes del BNG lo situaron ni en la izquierda ni en la derecha, sino en otro campo distinto que nos lleva a pensar en el centro, un lugar imaginario que equilibra los dos polos. La idea de centro puede ser entendida de muchas maneras, en general es entendida ideológicamente y se piensa en partidos conservadores, como PNV o CiU. Pero el Bloque no es así, no encaja ahí y cuesta imaginarlo ahí en el futuro. Quizá se nos pretendió comunicar así que es una fuerza política sensata, pero cuando alguien se nos presenta disfrazado no nos da pie a la confianza.

Por su programa, por sus preocupaciones, por su militancia, por su historia, el BNG es de izquierda. Todos lo sabemos, y esa es la convicción de sus afiliados y simpatizantes. Salvo que realmente se pretenda cambiar eso, no tiene sentido ocultarlo. El partido socialista o IU se dirigen a la sociedad así con naturalidad y, según la gente valora su capacidad para gobernar les dan más o menos apoyo. La ciudadanía no juzga su ideología, juzga su capacidad política. Si el Bloque quiere ganar la simpatía o empatía social no precisa cambiar de campo ideológico o simularlo, sino actualizar sus análisis de la historia y de la sociedad. No es lógico ocultar o cambiar la identidad, tampoco negar la realidad social existente, más acertado es revisar los aprioris ideológicos de los que se parte.

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Si la sociedad ve que el BNG, nacionalista y de izquierda, ofrece con franqueza una visión de la sociedad, de Galicia, de España y de Europa que le convenza, le dará apoyo para formar gobierno. Sin problema. Porque Galicia, al fin, llegó a la conclusión de que quiere tener fuerzas políticas propias. Lo viene demostrando con sus votos, pero tampoco hay que abusar.

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