Valle-Inclán en su laberinto
Imposible reseñar o tan siquiera acotar todo lo que contiene el primer volumen (1866-1919) de esta titánica y definitiva Biografía cronológica de Valle-Inclán, que en su versión completa alcanzará 1.600 páginas. Juan Antonio Hormigón ha iluminado una cámara de espejos, un estudio que es acopio de verdades y contraste de leyendas, libro de historia y caudaloso manantial de relatos y retratos. Todo aquí es tentacular, prismático y proliferante como el mismo Valle, el hombre que se inventa mil vidas, mil lances, mil amantes, mil pasados. Su apellido, para empezar: de "Valle y de la Peña" al "Valle-Inclán" que le vinculaba con sus tatarabuelos para aureolarse de hidalgo. Seguimos, paso a paso, sus transformaciones. De joven parece un pasante de notario: quevedos, bigotito, hongo, cuello duro. O "cuello Gladstone", como se decía entonces. El hongo era el sombrero elegante. El cuello duro, nos cuenta Hormigón, servía para ocultar las feas marcas que le dejó una escrofulosis infantil. Descubrimos sus pasiones de juventud: la esgrima (espléndido retrato del maestro italiano Attilio Pontanari), el espiritismo (experimentos parapsicológicos, y el pentáculo con el que encabezará sus cartas: son los años del reinado de Madame Blavatsky en Europa), y las lecturas infinitas, en la extraordinaria biblioteca de su amigo Jesús Muruais, en Pontevedra.
VALLE-INCLÁN. BIOGRAFÍA CRONOLÓGICA (1866-1919) VOLUMEN I
Juan Antonio Hormigón
Asociación de Directores de Escena. Madrid, 2007
849 páginas. 23 euros
Cuando llega a Madrid cambia radicalmente de indumentaria y de actitud. Quizás sea Valle el primer escritor español que logra construirse, "a la americana", una imagen pública y una pose. Las barbas de chivo, la melena con raya en medio, la chalina y la chistera, el monóculo con cinta negra. "Y el bastón imprescindible: ariete y definición de clase".
Y la voluntad de liarla allá donde fuera, con "desplantes, comentarios acerbos, alardes retóricos, bullanga nocturna": toda la panoplia del "modernismo provocador". Antes de ese desembarco ha viajado a México y Cuba como un gallego más, para buscarse la vida. Periodista, con carta de recomendación. A su vuelta será, si conviene, fraile trapense o militar porfirista. Vive en un cuartucho pero se inventa una servidumbre. Luego está todo lo que le inventan los otros (Rubén Darío, Gómez de la Serna), y que Hormigón acota o desmiente, hallando en esa búsqueda realidades nuevas y verídicamente legendarias. Una de mis historias favoritas en este gran libro es su decisiva intervención en el affaire de Anita Delgado y el maharajá de Kapurthala. Va a verla cada noche al Frontón Kursaal con sus amigos del Nuevo Levante. Anita tiene 16 años, y Valle la protege, escribe su carta de respuesta al lúbrico monarca "porque la original parece redactada por una fregona", y firma en su nombre, "por patriotismo". Quiere casarles a toda costa y trata de convencer a los padres de la bailarina: "Podría Anita proporcionar al Indostán un héroe futuro que sublevara la península contra los ingleses".
Pocos años más tarde, este gi
gantesco contradictorio, ferozmente antisajón, romperá con el carlismo abrazando la causa aliadófila durante la Gran Guerra, que cubrirá como corresponsal para El Imparcial. No encontrarán ustedes páginas mejor documentadas sobre la "aventura carlista" de Valle. Una aventura que marca una nueva mutación: trajes ingleses, corbata estrecha, barba y cabellos bien cortados (o casi al cero). Ya es el "escritor prestigioso, militante de la causa, padre de familia", que comienza a lanzar "variadas cortinas de humo sobre su pasado". A este respecto, Hormigón lleva a cabo un muy perspicaz análisis de Luces de bohemia como "acusado ejercicio de autocrítica y despojamiento inmisericorde de las miserias de una época vivida en la apariencia": más allá, pues, del habitual cliché que presenta la obra como un retrato dramatizado de Alejandro Sawa.
Casi al final de este primer tomo -que se cierra en 1919, precisamente con el proceso de escritura de Luces- entra en escena otro personaje fascinante, la poeta chilena Teresa Wilms, bellísima, atormentada y suicida, con la que el escritor vivirá unos meses de "desbocamiento amoroso y marihuano" que darían lugar a La pipa de Kif. Está a punto de nacer un nuevo Valle, más radical y virulento, por su adscripción a la revolución rusa y su enfrentamiento a la dictadura de Primo: el Valle genial, visionario e irrepetible de los Esperpentos. Para conocer esa etapa en plenitud habrá que esperar a la segunda entrega.
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