Prohibiciones religiosas
Francesc Calvo Ortega Ellago. Castellón, 2007 399 páginas. 24 euros
Si se entiende bien, aunque sea radicalizándolo un tanto, el último mensaje que subyace a este libro intenso, sabio, críptico a veces, a la medida del tema, que, buscando siempre la estructura esencial de ellas, narra mil historias de experiencias sagradas anómalas (visiones, éxtasis, posesiones, delirios, mortificaciones, etcétera, y sus "trastornos carnales"), excluidas de la religión y la teología o catalogadas como desviaciones patológicas por la medicina, tal mensaje residiría en dos aspectos positivos de la anomalía espiritual. Positivos sobre todo, aparte de por la intensidad de la propia experiencia, por su mismo carácter anómalo, subvertidor de la tibiedad de la rutina religiosa o de la reseca racionalidad del orden social.
Primero. La llamada "muerte de Dios" es su renacimiento, su revelación auténtica, porque no es más que la muerte del Dios jerarquizado, eclesializado, ordenado, teologizado, racionalizado. Dios, de verdad, se oculta precisamente detrás de esas experiencias prohibidas, sustentando lo anómalo del éxtasis místico o ascético de su búsqueda libre, no-mediatizada y sincera, que no puede ser normal, dada la condición divina: lo absolutamente otro, diferente. Cuando muere en el buscador el Dios de los teólogos, lo oscuro del Dios místico es lo refulgente, y su búsqueda desapacible en condiciones desordenadas es la (teo)lógica de la vida religiosa auténtica. (Cuyo absurdo, para escándalo del orden moral-social, ya lo hizo ver en su hondura Kierkegaard con el ejemplo de Abraham: la anomalía espiritual más despiadada).
Segundo. La medicina obje
tiva la experiencia religiosa en histeria, epilepsia, etcétera, y pretende discriminarla entre buena y mala, normal y anormal, lícita e ilícita: arrebato patológico o éxtasis santo. ¿Con qué criterio? Bueno, suponiendo que, en último término, el desorden religioso es un desorden moral, y que éste afecta, a su vez, al establecido orden social. De ahí los mecanismos correctivos médicos con carácter normativo, tan terapéutico como punitivo. Pero -en cierta medida y casos, obviamente- hay algo más profundo que todo eso en los desórdenes sagrados de la psique y sus manifestaciones orgánicas. La objetivación médica de las anomalías, dice con razón el autor de este libro, tampoco ha mermado su estatus sagrado tanto como se puede creer. Por algo será. Aluden a un primitivismo que tampoco la sociedad moderna puede o quiere descartar, sigue Calvo Ortega, a una constitución o mentalidad "primitiva", "salvaje", originaria, enraizada en lo más profundo de nosotros mismos, cuya "espesa oscuridad" es irreducible a la observación directa, e incluso a la psicología y su análisis de lo profundo.
Ahí se oculta también Dios,
en la condición básica humana, que Él mismo ha creado. Tanto por arriba -el espíritu- como por abajo -la carne-, lo místico del éxtasis sagrado de cualquier especie es la anomalía racional liberadora, esplendorosa en su tenebrosidad, necesariamente lógica en su desorden inevitable. También hay una "conversión animal". Su caso paradigmático es María Egipciaca, que pecó con su cuerpo, con su cuerpo pagó su viaje de regeneración a Tierra Santa y con su cuerpo, desnudo a la intemperie del desierto durante cuarenta años, se ganó la santidad comiendo hierbas. Y no es de despreciar un seguro habitante del cielo.
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