"Ante una voz excepcional, el físico no importa"
Temperamental, caprichosa, exigente y sofisticada, la soprano rumana Angela Gheorghiu (Adjud, 1965) es una de las grandes divas de la ópera actual. Casada con el tenor Roberto Alagna, con quien forma una de las parejas más famosas de la lírica, pisa los teatros precedida de su fama de artista imprevisible, tanto que sus cancelaciones saltan a la prensa con la misma fuerza que sus éxitos. Lo saben bien en el Teatro Real de Madrid, donde hace cuatro años, en la inauguración de la temporada, dio la espantá al cancelar su debú en un montaje de La Traviata por discrepancias con la puesta de escena de Pier Luigi Pizzi. La producción, dirigida musicalmente por Jesús López Cobos, con Norah Amsellem en el papel de Violetta, fue un éxito, y la reacción de la diva rumana abrió una herida que ha tardado cuatro años en cicatrizar. El tiempo lo cura todo y, si no suceden imprevistos, mañana Angela Gheorghiu debutará en el coliseo madrileño protagonizando, bajo la batuta de López Cobos, un concierto de alto voltaje lírico que combina el repertorio francés e italiano e incluye arias de Bizet (Carmen), Gounod (Faust), Massenet (Le Cid y Manon), Puccini (La rondine, Manon Lescaut y Madama Butterfly) y Verdi (La forza del destino).
PREGUNTA. Aún se recuerda su sonada cancelación en la inauguración de la temporada 2003-2004. ¿No le extrañará, por tanto, la gran expectación, no exenta de morbo, que ha generado su presentación en Madrid?
RESPUESTA. Todas mis actuaciones, afortunadamente, las vivo intensamente porque adoro cantar y tengo muchas ganas de normalizar mis relaciones con el Teatro Real de Madrid tras esa cancelación que usted considera tan sonada y que no fue más que una discrepancia artística. He tenido grandes éxitos en Santander o en Barcelona, en el Liceo, ante un público maravilloso, y ahora quiero compartir mi pasión por la ópera con el público de Madrid. Además, quería debutar con Jesús López Cobos, porque adoro su forma de dirigir y sé que a él también le gusta mi forma de cantar. Así que espero que todo salga bien.
P. El papel de Violetta Valéry le abrió las puertas del éxito internacional y para muchos críticos es uno de los personajes que mejor se adapta a sus cualidades como cantante y actriz. ¿No acepta los cambios de época en un montaje de La Traviata?
R. No entiendo esa obsesión de los directores de escena por cambiar la época de forma sistemática. De verdad, hay obras que si las trasladas a tiempos más modernos pierden su sentido dramático. Si montas La Traviata en los años cincuenta nadie puede creerse, de verdad, el sacrificio de Violetta al abandonar a Alfredo, porque las normas, el peso de la sociedad, ha cambiado totalmente. En nuestro tiempo, si un padre viene a exigirte que rompas la relación con tu amante, lo mandas a paseo y en paz. Si un director de escena quiere ver morir a Violetta de sida o por sobredosis de una droga en lugar de la tuberculosis, lo que debe hacer es encargar una ópera nueva, porque Verdi ya escribió la suya y no se puede entrar a saco para adaptarla a tu capricho. Los cambios de época distorsionan la mentalidad y la psicología de los personajes. Y en caso de discrepancias, yo siempre creo en el compositor. Tampoco acepto las imposiciones sobre el físico de los cantantes que lleva a algunos registas a vetar a una soprano o a un tenor por su aspecto físico. Creo que las grandes voces son como las perlas, difíciles de encontrar, y cuando surge una gran voz, como Montserrat Caballé o Luciano Pavarotti, una voz excepcional, el físico no importa.
P. Un montaje operístico permite disfrutar plenamente del arte de un cantante de ópera. ¿Un concierto de arias de ópera basta para calibrar el talento de un artista?
R. Por supuesto que no hay nada que pueda sustituir la emoción de una representación operística, pero también en los recitales y en los conciertos puedes cautivar al público. A mí me gustan mucho los conciertos porque me dan una tremenda libertad, me hacen sentirme más cerca del público. En una función, el personaje es ya una barrera, porque estás interpretando un papel, y si lo vives intensamente, un personaje nunca te deja escapar. Pero en un concierto, la conexión es mucho más fresca y espontánea. Todos los focos de atención recaen sobre ti. Si la relación con el director es buena, si el director se fía de tus intuiciones y te acompaña con cuidado, puedes mostrar tu personalidad de forma muy satisfactoria.
P. ¿Tiene compromisos con el Teatro Real para actuar próximamente en un montaje operístico?
R. Estamos en ello, me han ofrecido dos óperas de Verdi, Rigoletto y Simon Boccanegra, pero todavía no lo he decidido. Ya veremos. Con el Liceo de Barcelona ya tengo firmados contratos para La bohème en 2009. Tengo muy buenos recuerdos de mis actuaciones en el Liceo, un recital y una función de L'elisir d'amore y en las dos ocasiones me emocionaron las reacciones de entusiasmo del público. Tengo muchas ganas de volver.
P. Usted ha manifestado en muchas ocasiones que adora ser una diva...
R. Ni que los divos sólo existieran en el mundo de la ópera. Una diva puede ser una top-model, una deportista de élite, una cantante pop o una estrella del cine. El carisma y el divismo tienen que ver con un mundo divino, mágico, especial, y no veo nada malo en ser una diva. No todas pueden serlo. La energía de un artista es algo innato, sobrenatural. Se tiene o no se tiene. Basta con su presencia en escena para conquistar al público, sin necesidad de abrir la boca. Se es diva o no, y punto. En cuanto a lo de diva caprichosa, pues yo veo también a periodistas muy caprichosos. Y los niños también son muy caprichosos. Todo forma parte del espectáculo. Soy una diva, dentro y fuera del escenario, porque canto para vivir, he nacido con este don divino y no he hecho más que seguir mi destino Nací para ser cantante de ópera.
P. Su discográfica, tras grabar hace dos años en Londres Tristan e Isolda, con Plácido Domingo, y Nina Stemme, anunció el final de las grabaciones de ópera en estudio. ¿La crisis de la industria del disco acabará con la grabación de óperas en estudio?
R. Creo que se seguirán haciendo óperas en estudio aunque sea muy costoso, porque estamos hablando de versiones en las que todos los aspectos técnicos y artísticos se cuidan de forma especial. En mi caso, puedo anunciar que vamos a grabar en estudio dos óperas de Puccini, Madama Butterfly y Manon Lescaut, en la primera con el tenor Jonas Kaufman y en la segunda con Roberto Alagna.
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