Administrar la herencia de Vázquez
La marcha del antiguo alcalde ha removido completamente el mapa político de A Coruña. Losada aspira a prolongar las mayorías absolutas socialistas con guiños al electorado progresista desencantado con el ahora embajador
Los nacidos en A Coruña 1983 han podido desarrollar su crecimiento y formación, carrera universitaria incluida, sin conocer otro alcalde que Francisco Vázquez. Estas son las primeras elecciones locales con suspense desde hace dos décadas (en las últimas sí lo hubo, pero sólo en el recuento se supo que la mayoría absoluta dependió de centenar y pico de papeletas). Las primeras en las que se discute no quién va a ganar, sino si el PSdeG-PSOE podrá gobernar de nuevo en solitario con mayoría absoluta o necesitará apoyos. Previsiblemente, los del BNG, los tradicionales demonios familiares de los socialistas coruñeses, pese a que gobiernan con ellos en la provincia y en Galicia. Del voto de los coruñeses depende, en definitiva, la administración de la herencia de Vázquez.
"Teníamos prohibido no ya ganar, sino incluso empatar", dice una ex concejal del PP
La tal herencia, como suele pasar en las familias de abolengo, es más lo que fue que lo que es. La aclamada gestión basada en lograr inversiones en infraestructuras de los gobiernos amigos y en la relación simbiótica entre negocio y servicio tuvo su cénit mediada la década de los 90. Aquellas celebradas realizaciones como el Paseo Marítimo o los Museos Científicos han derivado en ocurrencias como el macromástil del Orzán, fiascos como el complejo de Congresos y de Ocio del puerto o proyectos todavía en el aire, como el elevador del Monte de San Pedro.
A pesar de que sólo ha pasado un año desde que Vázquez dejó el Palacio de María Pita para ocupar el de la embajada de España en el Vaticano, el mapa político coruñés se ha removido completamente. Incluso en las filas gubernamentales hay una sensación -por supuesto no explicitada- de pasar página, a pesar de que el candidato, Javier Losada, ha sido teniente alcalde desde 1983. La estrategia es la de no inquietar a los intereses y votantes vazquistas, conservando el grueso del equipo de gobierno habitual, y atraer con gestos y figuras nuevas al electorado progresista escaldado.
Donde la mudanza ha generado mayor alivio, obviamente, ha sido en la oposición, comprendido el PP, que ha sido siempre una oposición sui géneris. El primer líder conservador, González Dopeso, fue literalmente fagocitado por Vázquez. Augusto César Lendoiro fue apeado por su propio partido en cuanto las encuestas pronosticaron la posibilidad de romper la mayoría absoluta del PSOE. Desde entonces, encabezar la lista del PP ha sido una misión poco grata. "Teníamos prácticamente prohibido no ya ganar, sino empatar", recuerda irónicamente una ex concejala conservadora. En el equipo del actual candidato, Carlos Negreira, temen sobre todo dos cosas: la abstención en general y la falta de entusiasmo en concreto. Si el paseo de Mariano Rajoy por el centro de la ciudad la pasada semana, tan largo como discreto, sirve de termómetro anímico, tienen razón en temer lo segundo.
Para quienes más ha cambiado el panorama es para el BNG. Tuvieron que superar aquellos tiempos en los que, como dice su cabeza de lista, Henrique Tello, el único candidato que repite, "te rechazaban los folletos por la calle". Ahora, los nacionalistas pueden contar incluso con el apoyo de algunos conselleiros con los que contrarrestar el desembarco de responsables de la Xunta y del Gobierno central con el que siempre han contado los otros partidos.
La ausencia de Vázquez ha propiciado incluso una suerte de epígonos, que sin embargo restan espacio al PP. Propuestas como Coruñeses Con Buenos Argumentos (COR.CO.B.A.), el partido de Fernando Corcoba, el anterior candidato del PP, y el Partido Galeguista (PG) de Carlos Marcos. Corcoba ha repetido en el centro derecha la estrategia que en su día catapultó a Vázquez: escenificar la ruptura con su propio partido en aras de defender la ciudad. Marcos, un dinámico emprendedor que siempre ha merodeado por opciones de derecha (desde Ruiz Mateos al ex alcalde de Vigo Manuel Pérez) ofrece bajo las siglas del PG un revival de aquel entusiasmo coruñesista de hace un cuarto de siglo. Ambas opciones tienen bastante presencia mediática y tampoco carecen de medios, sobre todo la segunda, cuya precampaña ha sido tan intensa como la del conjunto de las otras formaciones. El rostro de Marcos campea en una fachada del centro de la ciudad que el PP tuvo que rechazar por falta de presupuesto.
La corporación resultante sí tendrá que gestionar un importante legado: el medio millón de metros cuadrados de suelo portuario en pleno centro, liberados gracias a la construcción del puerto exterior de Punta Langosteira. La idea es acometer ya la urbanización de los muelles sin esperar a que finalice la nueva dársena, a pesar de que éste no podrá hacerse cargo de tráficos distintos que graneles líquidos y sólidos, como contenedores. Pero para Vázquez, como dijo al inicio de la campaña, en su reaparición después de un año de silencio, "el gran capital" de la ciudad es tener mayorías absolutas.
Vecinos pero no revueltos
"En A Coruña no hay problemas de tráfico". La afirmación, polémica en su día, de la portavoz municipal, Carmen Marón, es cierta en un sentido: el tráfico no se identifica como problema, al menos en el debate electoral, pero circular o estacionar es una tarea ímproba. "Cada día entran a la ciudad entre 120.000 y 150.000 coches. Puestos en fila, cubrirían los 600 kilómetros que hay hasta Madrid. A Coruña es una ciudad-saco y pese a ello, sólo se puede entrar sobre ruedas. No hay trenes de cercanías, metro ligero, o transporte marítimo-fluvial", asegura Alberto Unsaín, que acaba de finalizar su mandato como presidente colegial de los arquitectos coruñeses.
Aunque fuese sobre ruedas, ni siquiera hay un transporte público eficiente en un área metropolitana que ronda los 400.000 habitantes. Porque A Coruña crece fuera de las costuras del traje oficial. La ciudad se mantiene en los 250.000 habitantes, y son Oleiros, Cambre, Culleredo y Arteixo, ayuntamientos que están entre los 25.000 y los 30.000 vecinos, los que engordan población. La otra herencia de Vázquez es que la mancomunidad del área metropolitana nunca ha funcionado ni políticamente ni en prestación de servicios.
"A Coruña no va a ningún lado sin el área metropolitana. Un cuarto de millón de habitantes no es masa crítica para nada, ni para sostener el Festival Mozart ni el Deportivo. Las infraestructuras del siglo XXI son las de movilidad, las que permiten vivir en donde sea y llegar en 20 minutos al centro en un transporte cómodo", considera Unsaín, que afirma que la inmensa ventaja de A Coruña es que podría aprovechar los 500.000 metros cuadrados desafectados del área portuaria actual para resolver ese problema. El inconveniente es que no parece que vaya a hacerlo. En general, los políticos lo que ofrecen o reclaman son más carreteras, puentes o rondas.
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