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Crítica:ÓPERA | Neither
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Impotencia

A pesar de las encontradas reacciones que se percibieron a la salida de esta ópera (o anti-ópera), hay un hecho indiscutible: Neither, desde que se presentó en Roma en 1977, se ha convertido en un referente dentro de la evolución musical del siglo XX, y bien está que se estrene aquí. Aunque sea treinta años después.

Una hora, aproximadamente, de sutiles variaciones sobre una misma nota o sobre pequeños motivos puede acabar con la paciencia de cualquiera. Empezando por la de los músicos y, especialmente, la de la voz solista, a quien se exige una memoria y una capacidad de "colorear" el sonido tremendas. A los oyentes se les pide también mucho: contemplar un espectáculo en el que "no pasa nada", donde, según palabras del propio compositor "(...) se trata de penetrar el sí mismo y el no-sí mismo. Se va y se viene, se va y se viene". El excelente artículo de Leo Samana incluido en el programa de mano es una buena ayuda para comprender lo que Feldman pretende, así como la compleja relación que su música establece con el texto de Beckett. Por otra parte, y aunque la utilice, la ambición de Feldman sobrepasa los parámetros de la música minimal.

Neither

De Morton Feldman y Samuel Beckett. Orquesta Sinfónica de Valencia. Pilar Jurado, soprano. Dirección musical: Joan Cerveró. Dirección escénica y audiovisual: Héctor Julio Pérez López. Coproducción del Instituto Valenciano de la Música y Universidad Politécnica de Valencia. XXIX edición de Ensems. Teatro Principal. Valencia, 12 de mayo de 2007.

En cualquier caso, y al margen de las explicaciones teóricas, resultaron incontestables dos hechos: el primero, la sensación de impotencia total que transmite tras los primeros compases de la obertura y que se acrecienta en la primera fase de la actuación de la soprano. Y el segundo, la delicadísima elaboración del material sonoro. Ambas cosas, prolongadas durante 60 minutos, pueden, o bien acrecentar la angustia hasta extremos intolerables (posiblemente fuera ésta la intención de Feldman) o provocar un aburrimiento mayúsculo.

Quizá, para acentuar lo primero y evitar lo segundo, hubiera sido mejor una escenografía basada en la pintura más amada por el compositor (Jackson Pollock y Mark Rothko, por ejemplo, que atacan al espectador con armas similares a las de Feldman), que la opción elegida por el equipo de la Politécnica, cuya plasmación no pareció conseguir con la intensidad suficiente el objetivo explicitado por ellos mismos: la recreación de las relaciones entre los objetos y sus sombras en la conciencia visual de la protagonista.

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