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Reportaje:DIARIO DE 'BOXES' | Fórmula 1 | Gran Premio de España

Mecánicos contrarreloj

Oriol Puigdemont

Cambiar un neumático, una operación cotidiana, se convierte en una extravagante peripecia cuando se traslada al ámbito de la F-1.

Ya de entrada, el número de efectivos que cubren el proceso no tiene nada que ver. Mientras el pinchazo habitual sorprende a un máximo de cuatro o cinco pasajeros, cuando cualquier monoplaza de la parrilla enfila el pit-lane, un ejército de 25 mecánicos esperan a que el piloto clave los frenos para tirarse encima del coche, lo que indica que la predisposición es diametralmente opuesta a la que tiene cualquiera que se queda tirado en la autopista. Para realizar la operación, en cualquier caso, es imprescindible un uniforme. Pero el chaleco reflectante reglamentario que muchos enfundan en el asiento poco se asemeja al sofisticado mono que lucen los mecánicos y que, además, engalanan con vistosos accesorios como guantes, máscaras ignífugas, enormes gafas o cascos protectores. Si algo sorprende al neófito es la facilidad y rapidez con la que un equipo sustituye los cuatro neumáticos de un bólido, lo que en el día a día se puede convertir en un proceso histriónicamente sin fin.

El contraste es mayor si se toma como ejemplo el equipo Renault, la escudería de referencia en términos de preparación y pulcritud de los pit-stops. El equipo francés dedica una jornada de la pretemporada a ensayarlos. El entendimiento debe ser total y por esa razón los mecánicos interiorizan las rutinas como si fueran bailes. Además, los sábados, a primera hora de la mañana, se reúnen en el exterior del box para practicar.

Los mecánicos bailaron ayer media hora al compás de Dave Greenwood, el ingeniero de pista de Giancarlo Fisichella. Realizaron unas 40 repeticiones para agonía de los dos encargados de arrastrar el muleto (coche de reserva) adelante y atrás por el pit-lane.

Cronómetro en mano, Greenwood tomó los tiempos y los largó a viva voz a sus muchachos, que, como los pilotos, se enfrentan al reloj. Completar un cambio de ruedas simple supone, según marcó el entrenamiento en el garaje de Renault, menos de seis segundos. Si, además, se llena el tanque de combustible, el proceso se alarga un poco.

"¡Fallo de manguera!", gritó, de pronto, Greenwood. Al instante, el grupo ensayó un repostaje en el que se escenificó una deficiencia en el funcionamiento del sistema. Las tres personas encargadas de la manguera realizaron un cambio simple (cada una pesa 40 kilos) y Greenwood paró el reloj cuando aún no habían transcurrido 10 segundos.

Acabada la sesión, los mecánicos se retiraron. ¿A dormir? No; a desayunar. Entonces, ING, el banco que es el patrocinador principal del equipo, permitió que algunos novatos se iniciaran en el cambio de neumáticos express como atornilladores. Al accionar el gatillo, la pistola vibra con un tembleque capaz de zarandear al más forzudo. Controlada la primera estampida, lo más peliagudo es encajar la boca de la pistola en el agujero de la llanta para extraer la tuerca. Cuando finalmente lo consigue, el atornillador debe cambiar la dirección de giro con un pequeño interruptor escondido en la panza de la pistola.

La tensión que se respira convierte ese clic en una operación delicada que se convierte en casi imposible si se es de dedos grandes. Una vez completada la rosca y colocado el gatillo de seguridad que sobresale de la llanta, el mecánico levanta un brazo y lo extiende un palmo por encima de la goma para comunicar que ha concluido. Por más que los 12,8 segundos finales tripliquen el tiempo medio que Renault emplea para realizar un cambio simple de neumáticos.

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