El detector de mentiras
Ésta es la historia de John Egan, un niño de once años que mide uno setenta y tantos y al que le ha cambiado ya la voz, lo que le convierte en un extraño fenómeno entre sus compañeros: parece un hombre y es un niño. Eso le coloca en una situación especial, pues la expresión de los afectos que corresponderían a un niño no se pueden aplicar igual a alguien con apariencia de hombre, lo cual le crea un conflicto doloroso y acrecienta su deseo de seguir siendo niño, de exigir un trato de niño a los que le rodean, lo que hace aún más complicada su entrada en la pubertad.
Estamos en un pequeño pueblo irlandés en los años setenta. John y sus padres se encuentran en una posición económica muy difícil, lo que les obliga a vivir en casa de la abuela en espera de mejores tiempos. La novela está contada desde el punto de vista de John Egan, lo que es un alarde, pues narrar desde la cabeza de un niño en tan complicada circunstancia requiere valor y recursos por parte de la autora. Este punto de vista supone, además, que John, al relatar el mundo de los adultos, contará al lector cosas que él no acabará de entender, pero que el lector, como adulto, sí que entiende. Es un recurso expresivo no por conocido menos efectivo cuando se hace bien. En consecuencia, veremos cómo John detecta, con esa exacerbada sensibilidad propia de todo niño que necesita afecto, un conflicto entre sus padres; un conflicto que va más allá de lo económico y afecta a las relaciones de pareja, un conflicto que no es nombrado y que el lector debe intuir. También es testigo de la tensa relación entre la abuela y su padre y todas estas tensiones familiares acabarán provocando, en primer lugar, la emigración de los padres y el niño a Dublín, por un enfrentamiento grave del padre con la abuela; luego, un estallido de la relación entre el indolente padre y una madre harta de posibles o reales infidelidades y, por último, el estallido del propio John cuando el padre abandona a la madre.
LLÉVAME CONTIGO
M. J. Hyland
Traducción de Isabel Ferrer y Carlos Milla
Roca. Barcelona, 2007
320 páginas. 20 euros
El niño está caracterizado
por dos manías u obsesiones. Por un lado, está convencido de que posee el don de detectar las mentiras; por otro siente verdadera pasión por el Libro Guinness de los récords. Estas dos obsesiones se juntan en una cuando decide que, como detector de mentiras, conseguirá entrar en el Guinness y, al mismo tiempo, será reconocido como alguien diferente. Como se puede ver enseguida, todo está relacionado a su vez con la sensación de ser señalado como una anormalidad física. De hecho, sus padres, el maestro, el médico... se preocupan por el hecho de que el chico presente un desarrollo hormonal inadecuado a su mentalidad real, a su mentalidad infantil.
El planteamiento no puede ser más exigente y arriesgado. El resultado es un retrato de la pobreza desde los ojos de un niño herido que atrapa al lector, sin duda alguna. Sin embargo no pasa de ser eso, un retrato de una situación. El retrato es excelente y el libro un buen libro, pero le falta ambición. Lo que pedía o pudo ser un libro de mayor alcance (un libro sobre la verdad y la mentira, por decirlo claramente, tema de verdadera altura) se queda en una narración muy bien llevada de un caso psicológico complejo y concreto. Viendo la excelente factura de la escritura y el coraje de la autora, uno siente de veras que no quisiera ir más allá. Incluso los leitmotiv del Guinness y la detección de mentiras no acaban de integrarse totalmente en el relato y a ratos parecen responder más a la insistencia que a la convicción. Lo mismo cabe decir de un final ambiguo, pero decepcionante, que hace pensar si no se le habría acabado la cuerda a la autora sin poder llegar a mejor conclusión. Esto se hace más llamativo si tomamos en consideración, por ejemplo, lo excelente del relato del recelo de los padres -y en especial de la madre- tras el estallido de John, una de las mejores partes del libro, escrita con una sensibilidad y penetración notables; y como este ejemplo, otros varios. Pero, en todo caso, una reseña no debe de hacerse nunca sobre lo que un libro pudo ser sino sobre lo que es y, desde luego, la novela contiene el retrato de un niño dolorido y afectivo tratando de sobrevivir mentalmente en un mundo de incomprensión y pobreza, todo ello mostrado de manera convincente, emotiva y eminentemente literaria.
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