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Crónica:Fútbol | 31ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Atlético se deprime en Anoeta

La Real supera con facilidad al equipo rojiblanco, que acabó con nueve jugadores y tuvo gravísimos fallos defensivos

Hay defensas impagables. Impagables por el club y para el espectáculo. Defensas que cuando tienen un mal día construyen un partido entretenido, lleno de ocasiones, hueco, pero hermoso. El asunto lo inició Pernía, con dos entradas en apenas 30 segundos, absurdas, innecesarias, sobre Xabi Prieto, que le acarrearon una tarjeta amarilla y, lo que fue peor para su equipo: una desconcentración absoluta que pagó con un gol a los pocos minutos. Pernía, abrumado y novato, le dejó un pasillo fantástico a Kovacevic para que metiera la puntera en un centro enroscado de Savio. Cuando quiso ir a por el serbio, el balón ya estaba dentro. Pernía ya estaba fuera y sólo habían pasado seis minutos. El contagio fue absoluto en la defensa rojiblanca. Perea, de lateral, es un holograma de lo que anunció en su llegada, Pablo parece vulgar y Eller, la esperanza, se perdió en la maraña.

REAL SOCIEDAD 2 - ATLÉTICO 0

Real Sociedad: Bravo; Gerardo, Ansotegi, V.López, Garrido; Xabi Prieto, Garitano, Juanito, Savio; Kovacevic (Aranburu, m. 88) y Díaz de Cerio (Herrera, m. 81). No utilizados: Riesgo; Rekarte, Mikel González, Novo y Mikel Alonso.

Atlético: Leo Franco; Perea, Pablo, Eller, Pernía; Galleti (Zé Castro, m. 82), Luccin, Gabi, Jurado (Mista, m. 59); Agüero y Fernando Torres. No utilizados: Cuéllar; Seitaridis, Antonio López, Costinha y Marqués.

Goles:1-0. M. 6. Centro de Savio desde la izquierda y Kovacevic se adelanta a Pernía y marca con la puntera. 2-0. M 84. Centro de Herrera que remata Savio.

Árbitro: Medina Cantalejo. Expulsó con roja directa a Luccin (m. 69) y a Eller (m. 75) por doble amarilla, a ambos por protestar. Amonestó a Eller, Kovacevic, Gabi, Pernía y Mista.

Unos 26.000 espectadores en Anoeta.

Cuesta encontrar un partido más obtuso de Agüero. Torres, mientras, dimitía con premura

El contagio fue tan grande que alcanzó a la Real. Ansotegi, le cedió un gol a Agüero en un despiste, pero Bravo le repelió el disparo con el pecho. Víctor López no quiso ser menos y le concedió otro a Torres, pero el Niño no tenía su día y la pegó rasa y desviada. Aquello parecía un convite al que los delanteros no estaban invitados. Especialmente grave para el Atlético era la oscuridad de Agüero, empeñado en conducir excesivamente el balón y en traspasar paredes de hormigón. Torres, con más movilidad, estaba negado: o mordía los disparos o los echaba fuera.

La Real vivía del gol de Kovacevic y de la capacidad de presión de sus futbolistas más viscerales (Juanito y Garitano) para taponar a un Atlético muy previsible. Sólo Savio daba pinceladas de estilo y sutileza, y con centros cruzados quebraba a la frágil defensa rojiblanca. En el Atlético, las arrancadas de Galletti por su banda ponían el único toque futbolístico en un juego muy previsible. Tanto que acabaron por ahogar al jugador argentino al que el Atlético exprimió en la primera mitad.

Increíblemente, el partido vivía con un solo gol. El larguero devolvió un remate con la coronilla de Garitano, antes de que la Real se encontrara con un cajón de regalos de Perea, incomprensibles, infantiles, que obligaron a un trabajo inconmensurable de Leo Franco. El portero argentino repelió dos disparos seguidos de Garrido y Díaz de Cerio, tras el enésimo error de Perea, que más parecieron un milagro que dos paradas.

Ciertamente, no era el día de los defensas, pero tampoco el de los delanteros. Costaría trabajo encontrar un partido más obtuso del Kun Agüero, peleado consigo mismo, porque nunca encontró el sitio, con el balón, que nunca dominó, y con sus compañeros, a los que nunca buscó. Torres dimitió con premura.

La Real, aferrada a una salvación en la que cada vez cree más, jugó con ofició. Sus delanteros malgastaron los goles que hubieran cerrado el partido. No contó con ellos, pero si tuvo la solvencia necesaria en el centro del campo para enredar al Atlético en un camino sin salida. El trabajo de Garitano y Juanito, fue encomiable.

A cambio, el equipo del sancionado Aguirre se fue desquiciando poco a poco. Por alguna extraña razón, decidió que el partido de Anoeta era el sprint final de su camino a la Champions y no una etapa. Se desquició la defensa y se desquició el equipo. Luccin se autoexpulsó cuando más le necesitaba su equipo y luego Eller hizo lo propio por protestar una falta intrascendente. Con nueve, fue una pantomima y Savio aprovechó la primera jugada que tuvo tras un centro de Herrera, que alcanzó la línea de fondo. Las autopistas le llevaban a la Real a una victoria soñada.

El Atlético volvía a padecer el mal de altura. No es un equipo hecho para soportar las exigencias de la categoría a la que aspira. Su comportamiento en Anoeta no fue el de un equipo que pelea por las cimas de la clasificación. Le fallaron los defensas, le fallaron los delanteros y le falló la boca. Acabó perdido y perdiendo, con dos expulsados y varios futbolistas que no podrán jugar el próximo partido. La Real fue feliz. Su coraje es envidiable y el sueño de la salvación sigue intacto en el vestuario.

Eller despeja el balón ante Díaz de Cerio.
Eller despeja el balón ante Díaz de Cerio.JESÚS URIARTE

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