Boxeador, proa y escultor
Iñaki Martínez, tripulante del Desafío encargado de las velas, afronta su cuarta edición
"Estoy flipado". Iñaki Martínez (Barcelona, 1968) era de los escépticos. De aquellos que, con 20 años cambiando velas, se quejaba de que la Copa del América no interesaba a nadie en España. De aquellos que recordaba con nostalgia su paso por Tráppani, en Italia, donde él, un regatista medio de un equipo medio, el Desafío Español, firmaba autógrafos en unas regatas previas. Todo cambió el pasado fin de semana. La lluvia se pegó como una lapa a Valencia y, aún así, la gente enloqueció con la Copa. "No me lo esperaba", dice Iñaki. "La gente no sabe muy bien de qué va esto, pero cómo nos apoya cuando pasamos con el barco por delante. La tripulación está encantada. Somos el equipo al que más animan y debe ser por la regata de flota que ganamos el sábado".
Iñaki estaba ayer "frustrado" por la suspensión de la regata. Pero entusiasmado por el seguimiento popular, totalmente inesperado para un veterano como él. Ésta es su cuarta Copa del América. Antes fue boxeador aficionado, peso medio, antes de pasarse a la vela, y aprovechar las horas libres para buscarse otra vida tras la retirada: la escultura. En su página web, inakimartinez.com, se aprecian sus esculturas urbanas minimalistas. "Me gustaría dedicarme a esto cuando deje la vela", explica Iñaki, cuyo espíritu aventurero lo ha llevado a Alaska, el Kilimanjaro, Elbrus, la Aconcagua... En sus ratos libres, ha terminado de grabar un documental sobre los trabajadores de la base del sindicato español. "Quiero mostrar la otra cara de la Copa. Los que se quedan en tierra: los de mantenimiento, las secretarias...".
¿Un señorito? "Para nada. Empecé tarde en la vela. Con 20 años. Me enteré por la prensa de que hacía falta gente con condiciones físicas especiales: mucha fuerza y resistencia. Lo normal es que se pase de la vela ligera a la otra. Yo empecé en lo más alto: la Copa del América". Y ahí sigue, 19 años después, como segundo proa del Desafío, encargándose de organizar las maniobras de las velas. "Gano unos 5.000 euros limpios al mes", afirma. "Mal pagado", añade, "por el dinero que se mueve, la experiencia y conocimientos que acumulo y las horas que echamos". La dedicación absoluta durante dos años. De ocho de la mañana a ocho de la tarde. Un día de libranza a la semana. "Aquí somos 34 tripulantes y es una especie de selección". En efecto, son grupos de élite en los que el regatista puede percibir entre los 50.000 euros anuales limpios y los 300.000. Depende de qué posición ocupan: los de popa son los que más cobran (el táctico, el estratega, el navegante y el caña), y los de proa los que menos. También depende de los equipos. El Alinghi es el que mejor paga.
"El barco es un 70%", reflexiona Iñaki, "con uno rápido se te pone una cara de listo... El barco te hace ganar, la tripulación te puede hacer perder". Su experiencia le indica que el Desafío Español tiene la obligación de entrar en las semifinales. Para ello, cuenta con la sabiduría de su amigo Luis Doreste ("lo más grande que hay en España"). Pero también con los consejos de Paul Cayard, la leyenda que, visto de cerca, le ha sorprendido para bien. "Es como si viniera Schumacher. Teníamos una idea distante de él, pero ha resultado todo lo contrario. No nos esperábamos verlo sacar las velas del barco. Navegando es muy calmado y muy serio. En los momentos críticos, no se pone nervioso. Pensábamos que un patrón tenía que ser un tipo duro, pero no es necesario".
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