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Elecciones presidenciales en Francia

Sarkozy hace un guiño a los jóvenes de los suburbios al final de su campaña

El candidato conservador rechaza las acusaciones de favorecer al ultraderechista Le Pen

El candidato conservador a la presidencia de Francia, Nicolas Sarkozy, dispara en todas las direcciones y sobre todo lo que se mueve. Ayer, en Meaux, a unos 50 kilómetros de París, consiguió finalmente reunirse con los jóvenes de las banlieues (suburbios) y después de lo que acabó siendo una dura prueba, se dio un baño de entusiasmo frente a su gente. Rechazó que estuviera dispuesto a introducir el sistema proporcional para beneficiar al Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen e incluso puso de su lado a José Luis Rodríguez Zapatero para disparar contra la semana laboral de 35 horas.

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Ayer, Sarkozy osó finalmente visitar la banlieue, concretamente el barrio de Beauval, en las afueras de Meaux, donde se reunió con 200 jóvenes del Parlamento de las banlieues. Una visita pendiente desde el principio de la campaña en razón del rechazo que despierta el ex ministro del Interior tras sus bravatas verbales durante la rebelión del otoño de 2005. Era un desafío que no podía permitirse dejar pendiente y menos desde que el ultraderechista Jean-Marie Le Pen se atreviera el domingo pasado a presentarse sin previo aviso en el centro de aquella batalla, en Clichy sous Bois, y le desafiara.

En un gimnasio de boxeo, frente a un personal variado, muestra real de la Francia multirracial que rodea las grandes ciudades y que se siente marginada, Sarkozy aguantó una sesión dialéctica que empezó suavemente pero acabó derivando en un duro enfrentamiento verbal, y casi físico a la salida.

Mujeres veladas o vestidas a la occidental. Jóvenes africanos o magrebíes. Una joven vestida con cierta elegancia se levantó y le dijo lo que Sarkozy ya sabe. "Soy licenciada y he hecho un máster, pero no consigo encontrar trabajo porque tengo un nombre árabe". El candidato no se arrugó. Sudaba por todos los poros, pero mantuvo el tipo. "La izquierda", les dijo, "os ha convertido en asistidos".

Luego en el mitin, rodeado de los suyos, se relajó algo más y desplegó sus mejores dotes de orador y seductor de masas. "Seré el presidente que garantizará la seguridad de los franceses, con firmeza y con justicia. Firmeza con los criminales, los delincuentes y todos aquellos que infringen las leyes. Firmeza con los menores delincuentes y los reincidentes. Justicia para todos aquellos que quieren salir adelante y vivir honestamente de su trabajo". Y disparó contra la candidata socialista Ségolène Royal. "La izquierda tiene una terrible responsabilidad, la de haber propiciado las tergiversaciones de los valores y abusado de la cultura de la excusa sistemática. Esto es haber perdido el sentido moral".

Insistió en su discurso sobre el trabajo. "Seré el presidente que rehabilitará el trabajo en cuanto a valor, el trabajo en tanto que factor de emancipación y de solidaridad". El candidato conservador se dirige así a la clase obrera que desertó de la izquierda para votar por Le Pen. Y aplica a rajatabla la consigna del credo neoconservador: reivindicar el orgullo de ser de derechas. "Le pido a la izquierda que deje de leer a la sociedad francesa con las gafas de Marx", dijo.

Realizó una crítica feroz contra la semana laboral de 35 horas. Y fue entonces cuando explicó que ningún líder europeo lo entiende y citó al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, o a la canciller alemana, Angela Merkel, "felices de que los franceses trabajen tan solo 35 horas".

Tampoco olvidó el tema de la identidad, el más polémico de este final de campaña, el que en realidad le ha valido que se le atribuya un pacto con el Frente Nacional. "Quiero ser el presidente que reconcilie a Francia con su identidad nacional, fundada sobre las reglas y los valores de la República. Una identidad plenamente asumida que favorecerá la integración de las personas procedentes de la inmigración". Y quiso dejar claro lo que es su país: "Francia no es una raza, una etnia; no es el derecho de sangre, sino una voluntad de vivir juntos compartiendo los mismos valores. La libertad de conciencia no es negociable, la laicidad no es negociable, la igualdad del hombre y la mujer no es negociable", afirmó.

El presidente saluda a una seguidora a su llegada a un polideportivo cercano a París.
El presidente saluda a una seguidora a su llegada a un polideportivo cercano a París.REUTERS

EL DISCURSO DE LA FIRMEZA

"Seré el presidente que garantizará la seguridad con firmeza y justicia"

"Le pido a la izquierda que deje de leer a la sociedad francesa

con las gafas de Marx"

Zapatero y Merkel están "felices de que

los franceses trabajen

sólo 35 horas"

"La libertad de conciencia y la laicidad

no son negociables"

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