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Reportaje:

'Libro de Familia' pasa la página 100

TVG graba un capítulo récord sobre la Galicia de los años 60

En la iglesia de Melide, los maquilladores dan los últimos retoques a Diana Nogueira y Manolo Romón, en la ficción, Deli y el cura Don Venancio. No muy lejos de allí, Abelardo Gabriel -Don Román, el cacique- repasa el guión. Podría tratarse de un día cualquiera del rodaje de la serie Libro de familia, de TVG, si no se tratara de la grabación del número 100, todo un récord en tiempos de dictadura del share. Lo que comenzó en 1995 como novela para transformarse en 2004 en serie de televisión, ha encontrado en la Galicia de los años 60 un éxito desconocido desde que Mareas Vivas retratase la vida de Portozás.

Melide es a Libro de Familia lo que Laxe a Mareas Vivas: la Santalla imaginaria en la que, desde hace tres, años, graba sus exteriores un equipo ahora dirigido por Marta Piñeiro y repleto de actores que, salvo excepciones, eran entonces desconocidos. Puestos a buscar claves a la fidelidad del público, el productor ejecutivo y padre de la idea, José María Besteiro, no descarta un casting que permite que la serie "resulte más verosímil". Lo dice la persona que imaginó la historia como un homenaje a sus padres y a su propia infancia en Riotorto, provincia de Lugo.

Los Cabanas y los Freire

Cerca de Santiago, en el Plató 1.000, tres decorados recrean fielmente unos ultramarinos, un bar y una cocina muy nítidos en la memoria de Besteiro. Entre Melide y el Plató 1.000, los Cabanas, labriegos de toda la vida; el terrateniente Don Román y los Freire, indianos de Venezuela, entrecruzan sus vidas para rendir, cada domingo a las 22,30 horas, un homenaje a una Galicia que buena parte de la audiencia conoció de primera mano.

Libro de familia no es un Cuéntame cómo pasó gallego porque la Galicia de los aquellos años poco o nada se parecía a Madrid. La agitación política que retrata la serie de TVE tardaría mucho tiempo en alcanzar aldeas como Santalla. "Las revueltas estudiantiles, el ocaso de Franco... Todo eso llegó aquí con retraso. Aquí se vivían tiempos duros, pero socialmente menos convulsos, más amables, y eso es lo que refleja la serie", resume Silvia Carnero, jefa de producción.

Con cuotas de audiencia que doblan la media de Televisión de Galicia (el primer domingo de abril, con un 31,5% batió el récord en prime time en el ámbito de ficción autonómica), los responsables de la serie respetan el silencio profesional que les impide revelar la trama de un capítulo, el 100, que se emitirá a mitad de mayo, y del que sólo ha trascendido que marcará un cambio de guión. La serie, que arrancó en 1965, se aproxima ya al cambio de década. Silvia Carnero anuncia que "ocurrirá algo que supondrá un vuelco importante en la vida de los personajes. No marcará un cambio radical de la historia, pero empezarán a pasar cosas importantes que influirán en el destino de los personajes, en sus relaciones de amor y desamor. Y aparecerán nuevos personajes..."

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Alcanzar los 100 capítulos es un logro que sorprende al equipo de la serie, que afronta unos cambios que no afectarán, según su directora, Marta Piñeiro, a esa "mezcla de drama con comedia, de conflicto amoroso con acción" que explica buena parte del éxito. Tampoco cambiará la tipología de "personajes reconocibles": el cacique, el cura -"muy cachondo, él"-, el emigrante retornado. Todos ellos importantes en una serie tan coral.

Puestos a buscar claves a la supervivencia, José María Besteiro cita a Rosa Castro, jefa de los guionistas, por saber plasmar sobre el papel la idea original, mientas que la jefa de producción destaca la dirección artística de Inés Rodríguez o una iluminación con un punto de luz que escapa del tópico de oscuridad de la Galicia de la época. Y están el vestuario, el maquillaje, la peluquería y el atrezo para completar el salto al pasado, el viaje a la nostalgia que ha conducido a Libro de familia a su capítulo 100.

De Vicent al culebrón

El origen literario de Libro de familia está depositado, negro sobre blanco, en diez capítulos escritos en 1995 por José María Besteiro de lo que se iba a denominar El ángel que se parecía a Rimbaud. El ahora productor ejecutivo leyó Contraparaíso, de Manuel Vicent, y pensó hacer con la Galicia de su infancia lo que Vicent con la Valencia de la suya. La interrumpida novela evolucionó hacia la televisión con su autor ya metido de lleno en la producción ejecutiva.

"Quería homenajear a mis padres, y la tele era lo que tenía más a mano", precisa. Durante seis años, el proyecto se guardó en el cajón de los proyectos aplazados, hasta que un buen día alguien se fijó en él para poner en marcha la producción. Bajo la influencia de Vicent, Besteiro recompuso un rompecabezas con piezas de cine, literatura y televisión: Días de radio, de Woody Allen, Los gozos y las sombras, de Torrente Ballester, y La casa de la pradera, todo ello aderezado con una pizca de culebrón venezolano.

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