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Necrológica:IN MEMORIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Pedro Udaondo, alpinista

Camino del corredor del Marqués, en las Barrastrosas, en una zona sin dificultad donde no llevaban ni el piolet en la mano, un tonto resbalón acabó con la vida de Pedro Udaondo, camino, a sus 73 años de una nueva escalada en los Picos de Europa.

Pedro Udaondo llevaba más de 50 años de idilio con los Picos de Europa y muy especialmente con el Picu Urriellu (Naranjo de Bulnes), en el que consiguió su primera invernal en 1956, en el que dejó una preciosa vía conocida como la Cepeda, en la cara este, y en la que ahora justo hace un año, el 19 de marzo de 2006, coronó la número 140 de sus ascensiones por todas las caras de esta difícil montaña. Aparte de de esta montaña, Pedro dejó su impronta en todos los Picos de Europa, con algunas clásicas memorables, como la Canal del Pájaro Negro a Torre Santa o la sur de Horcados Rojos. En sus años jóvenes realizó importantes primeras nacionales en los Alpes, viajando en moto con todo el equipo a cuestas, como la del Pilar Bonatti al Dru en 1961. Sólo por no tener vacaciones se perdió las históricas expediciones a los Andes de los años sesenta y sólo al jubilarse pudo realizar alguna salida a montañas lejanas, que nunca le alejaron lo suficiente de sus Picos de Europa.

Consecuencia de una de estas últimas expediciones fue un problema vascular en una pierna. El médico le prohibió terminantemente la escalada por un tiempo, pero Pedro, inquieto, iconoclasta y poco obediente, dejó el material de escalada en casa de algunos amigos y salía en las mañanas de casa como un jubilado más, pero escapándose como un escolar adolescente que se pira la clase para ir a escalar a una escuela cercana.

Lloro como un idiota desde que me enteré. Uno es así de tonto cuando tiene esta edad, y es que uno tuvo sus ídolos de juventud. Cuando empecé en esto de la escalada, allá por 1970, tenía un ídolo local, un tal Isidoro (lo sigue siendo) y uno al que no conocía, pero que veía en las escasas revistas y libros de montaña que por entonces caían en mis manos. Pedro Udaondo era el prototipo de alpinista que yo soñaba ser. Parecía muy cercano y, sin embargo, realizaba hazañas que yo soñaba con repetir. Muchos años más tarde me lo presentó Isidoro, en su casa de Valdeón, diciendo: "mira, éste es tu ídolo de juventud, y es de carne y hueso". Desde entonces me he considerado su amigo y he tenido el privilegio de compartir su cuerda, la última vez en las Hoces de Vegacervera, haciendo Fluido rosa. Nos quedó para siempre hacer la Canal del Pájaro Negro, que yo no he hecho y que él me decía que haríamos el próximo verano, dejando la cabeza de cuerda a otro más joven que nos subiera y compartiendo el subir juntos de segundo.

Y uno que es ateo por la gracia de dios y que no cree en más santos que en Santa Ana y San Eulogio (ellos saben quienes son), le fastidia no creer en el paraíso y en poder reencontrarnos en el más allá algún día. Nos conformaremos en encontrar su recuerdo en las flores de Picos y en las grietas de las numerosas vías que abrió y escaló en nuestras montañas, y cuando lleguemos a la cima del Picu, la cara de esa virgen de piedra nos recordará a la de Pedro.

Celebro el día de san Patricio tomando una guinness a su salud, maldiciendo ese tonto accidente (todos lo son) en el puñetero suelo, en sus queridos Picos de Europa, camino de su última escalada ¡Salud!-

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