Monólogo de Riera en Montjuïc

Acostumbrado a la heroica de la UEFA, competición que suena a música celestial en Montjuïc después de que ya le sea imposible defender la Copa, al Espanyol le cuesta competir en la Liga. No sale del empate a uno, resultado que ha repetido en las tres últimas jornadas. Acomodado como está en la tabla, alejado de la parte baja y cercano a los puestos europeos, el equipo blanquiazul se neutralizó ayer con el Levante, que aceptó el resultado de forma conformista, sabedor de que cualquier punto se agradece cuando amenaza el descenso. A fin de cuentas, nadie mereció el triunfo en un partido destemplado, falto de juego y de futbolistas, desagradable, como así lo sancionó la hinchada, que pitó un ratito antes de dejar la cancha.

Por más que refrescó al plantel, a Valverde no le quedó más remedio que sustituir a Tamudo e Iván de la Peña, reventados desde el jueves cuando golearon al Haifa. Ausentes las figuras, el protagonismo del Espanyol fue asumido por Riera, un jugador de técnica exquisita, extraviado desde su salida de Mallorca y que se ha reencontrado con una versión más que aceptable en el club blanquiazul. El volante zurdo apareció para bien y para mal en las dos áreas. A poco de empezar, después que Kameni le sacara un remate de gol en propia portería de Lacruz, Riera cabeceó frontalmente, de cara a su guardameta, como si fuera una cesión imposible, al punto que habilitó a Reggi, quien cruzó a la red. El centrocampista se resarció poco después cuando controló un pelotazo de Jarque que se comió Manolo y habilitó a Luis García, un delantero con un gatillo infalible a la que encara al portero. Riera tuvo tiempo también para rematar a la madera con la izquierda después de controlar la pelota con la derecha. Y con Riera se acabó la media parte y también el partido.

Riera dimitió nada más regresar al campo para desgracia del Espanyol y el Levante no encontró la portería de Kameni por más vueltas que le dio al partido. Falto de pasadores, los cambios no le sirvieron de nada a Abel porque a los azulgrana les faltó pegada y puntería. Ni Tommasi, que no es rematador, ni Kapo atinaron en dos llegadas estupendas que confirmaron que el Levante estaba más puesto y llegaba más fresco al encuentro. Distraído, el Espanyol se reenganchó al final a la contienda y ambos equipos aceptaron las tablas después de muy poca chicha.