"Me siento impotente y dolido"
El zaragocista César Jiménez, lesionado por Figo hace dos años, se retira tras cuatro operaciones
Ya no le queda fuerza. La ha consumido toda y ha perdido el pulso infinito al que le ha retado su maltrecha rodilla izquierda. No puede más y lo deja. César Jiménez (Ávila, 1977) no volverá a ponerse las espinilleras, a enfundarse una zamarra ni a anudarse las botas. Abandona el fútbol. Desde enero de 2005 no puede correr detrás de la pelota, no puede jugar. Figo le destrozó la rótula y sus intentos por recomponer la quebradiza articulación han resultado vanos. Harto de la bicicleta estática, de la piscina y de las pesas, se retira.
"He hecho todo lo posible por seguir jugando. No he ganado el reto y no me queda otra salida que dejarlo", terminó ayer una emotiva conferencia de prensa rodeado por sus compañeros del Zaragoza, que le aplaudieron en su despedida. "Quiero hacer una vida normal, que también me lo merezco", contó poco después a este periódico en conversación telefónica desde el sofá de su casa, digiriendo el mal trago de su adiós definitivo al fútbol.
En enero de 2005, César estaba radiante porque iba a debutar en ese curso. Lo hacía nada menos que ante el Madrid y en el estadio Bernabéu. A los 22 minutos de juego, una ambulancia se lo llevaba al hospital con una pierna colgando y un dolor insufrible. El hoy aún interista Figo, en su afán de no perder un balón que ya se le había escapado, le hizo una entrada escalofriante con la plancha del pie y a la altura de la rodilla. Ésta se dobló de forma antinatural y crujió por todas partes.
El diagnóstico fue descorazonador: rotura del ligamento cruzado anterior y rotura de fibras profundas, menisco-fibrales y menisco-femorales. De seis a ocho meses de baja. Fueron, sin embargo, nueve. "Pero después me volví a sentir futbolista", cuenta César. Incluso disputó un partido de Copa en La Romareda y 70 minutos de un amistoso precisamente ante el Madrid. Pero, en el siguiente entrenamiento, un giro brusco le dañó de nuevo la rótula. "Poco me duró la alegría", recuerda compungido. Rotura del menisco y rotura parcial de la plastia del ligamento cruzado anterior. Otros ocho meses de baja. "De ésa ya no me recuperé", conviene.
Tras cuatro operaciones en total, César habló con los médicos y los fisioterapeutas. Ninguno le daba garantías de recuperarse. "Lo has intentado y no se puede hacer nada. Déjalo", le aconsejó con lágrimas en los ojos su esposa, Silvia. Ayer le hizo caso. "Es una decisión muy dura de tomar porque me siento impotente y dolido. Pero así es la vida", admite. "La rodilla no tiene estabilidad suficiente para jugar profesionalmente y, si se me volviera a romper, sería un poema de difícil reconstrucción", añade. "Aguanté todo lo que pude, pero ya nada me queda", confiesa.
Ahora espera seguir vinculado al fútbol porque es su gran pasión. De ahí, que el año pasado empezara a estudiar el curso de entrenadores. Ya va por el segundo nivel. "Por lo menos, no me queda la espina de no haberlo intentado", razona. De Figo, desde el día siguiente a la primera intervención, nada supo. "Lo que me reconcome es no saber cómo habría sido mi carrera", concluye.
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