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Columna
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Vida mojada

Aquello de relacionar el vivir con el agua es muchísimo más viejo que Jorge Manrique ("Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar..."). ¿Cuánto más? No lo sé. Los egipcios ya veían discurrir los días como una sucesión de regatas, al menos para el sol que debía surcar el Nilo de la noche. A imagen del sol, los muertos también emprendían un viaje acuático en cuanto dejaban esta orilla, que es el vivir. El hinduismo guarda una relación tangencial con los ríos: bañarse en alguno de ellos, por ejemplo, el Ganges, purifica; es decir, transforma a mejor la vida.

Pero son los japoneses los que materializan en sus jardines la metáfora de la vida como río. En efecto, con agua o sin ella -generalmente sin ella-, y a base sólo de piedras, construyen un río alrededor del jardín que, además de organizarlo, simboliza la vida con el nacimiento, la turbulencia torrencial de la juventud, los meandros de la edad madura (la próstata) y la serena aniquilación en las aguas del mar. Algunos sólo tienen eso, el mar de la serenidad. Los chinos ponen otra clase de agua en sus jardines. Hasta hace bien poco, Bruce Lee quería que nos hiciéramos agua, pero ya somos agua. Sin olvidar que nos acomodamos.

Y la prueba de que somos agua, la dio el otro día Zapatero cuando garantizó agua sin crispación para todos. La mayoría creyó que hablaba de embalses y trasvases o de una ley del agua pero creo que se trataba más bien de un mensaje político en clave simbólica. Porque las aguas están más que revueltas. El PP lanzó sus oleadas el sábado contra la política antiterrorista del Gobierno, pero antes, mucho antes, unos y otros habían estado lanzándose aguas incluso muy sucias.

El panorama es bastante desmoralizador y sólo sirve para que ETA y los suyos no sólo se descoyunten sino que estén como peces en el agua. O que anden pescando a río revuelto. Veámoslo. Zapatero no oculta que sigue apostando por el llamado final dialogado de la violencia, y en ese final no podía entrar el final imprevisto de De Juana Chaos. Porque, según los cálculos de Zapatero o de quien le asesore, supondría el despertar de ETA y la vuelta a los atentados, lo que resultaría letal para el llamado proceso y lo pondría en la casilla de partida, arruinándole la legislatura a un Zapatero que sufriría también a corto plazo un más que probable descalabro en las municipales.

Pero es que la otra solución tampoco es buena, más bien es mala, muy mala, porque supone contar con ETA, en el sentido de que se está a expensas de lo que haga, y eso equivale a devolverle una fuerza que había ido perdiendo. Se da así la paradoja de que ETA, una organización terrorista que sólo existe por sus atentados y actos de violencia, estaría ejerciendo toda su presión sin atentar, bastándole con amagar hacerlo.

Y, claro, las consecuencias no se han hecho esperar. Con toda certeza, Zapatero suponía que su política de gestos daría resultados y esperaba que Batasuna, reunida en el Anaitasuna de Pamplona (¿se habría permitido que se reuniera por eso, porque iba a dar un paso importante?), ofreciese un programa aceptable de cara a facilitar el proceso. Lejos de eso, Batasuna no ha hecho sino reafirmarse en la arcaica alternativa KAS. Porque se siente en posición de fuerza y su lógica, como la del primo de Kaskol, digo Zumosol, le lleva a exigir en cuanto ve síntomas de debilidad en el enemigo (siempre exige, pero cuando detecta debilidad en el contrario exige un poco más).

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Lo advirtió Olano cuando, al poco del traslado de De Juana, dijo que se había visto que pelear merecía la pena. Da toda la impresión de que el Gobierno se vio atrapado, con el caso De Juana en una situación de doble vínculo, y ya se sabe que ese tipo de situaciones conlleva prácticamente la imposibilidad de actuar porque cualquiera de las alternativas que se adopte es mala. Un mal trago. Pero de nada vale azotar el mar como Jerjes, sino tal vez buscar consuelo en el hecho de que por cada metro de agua litoral podemos obtener 30 kw gracias a las olas de nuestro mar. Que es el morir.

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