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La cercana lejanía de dos guitarras

Los hermanos Sergio y Odair Assad son la materialización sonora de la frase de un ingeniero de sonido durante una lejana grabación discográfica vivida hace casi cuarenta años: "Déjalo ya: lo perfecto es enemigo de lo bueno". Hubo de pasar una buena parte de su concierto en Vigo el pasado martes para que su musicalidad fresca y natural primara sobre algunas imperfecciones evidentes -imprecisión rítmica y falta de limpieza sonora, sobre todo- en las que caen en su busca constante del espectáculo sonoro. Escuchándoles, hay que olvidarse de lo perfecto y rendirse a lo bello. Y si la música está hecha ante todo para ser sentida, habrá que dar por buena la sentencia del ingeniero.

Decía Andrés Segovia: "La guitarra no suena flojo, sino lejana". La capacidad de adaptación del oído a la dinámica de este instrumento, nos permite oír perfectamente los pasajes más pianissimo y sentir como un trueno los forte y fortissimo, aunque su intensidad sonora absoluta sea inferior a un mezzoforte de un violín.

Hubo cambios de programa, anunciados desde el escenario: el primero, la ejecución de la Córdoba, de Albéniz, y la supresión de Les Cyclopes, de Rameau. La interpretación de Albéniz y Rameau fueron los momentos en que el análisis crítico debe ser más severo: los menos adecuados estilísticamente del concierto.

Aterrizaje, acercamiento

A lenda do caocio y el Chôros nº 5, de Villa-Lobos, nos hicieron aterrizar en la esencia del concierto. A uno de los Assad no se va en busca del canon ni del clasicismo, sino a gozar de la música, de su música, que siempre habrá intérpretes que la hacen dejándose llevar más de su visión que de las normas, y con más personalidad que corrección.

Y es a partir de ese momento en que nos abandonamos, en que simplemente nos dejamos arrastrar, cuando se empieza a gozar de esa música por encima de las valoraciones técnicas. Y cuando la Tonadilla, de Rodrigo, se siente más allá de la diferente limpieza de mecanismo de ambos intérpretes, sonando gratamente al Rodrigo de la guitarra extra-Aranjuez, ésa que le es tan querida a los guitarristas.

La sabiduría de un intérprete también consiste en programar a su favor. El Homenaje a nuestras raíces, del propio Sergio Assad, dejó excelente sabor de boca justo antes del descanso. Eso mejora la predisposición del público para la segunda parte del concierto, animando las conversaciones en el intermedio. Tan así fue, que una buena parte del público entró en la sala después de que los intérpretes volvieran al escenario.

Los electrizantes Bandoneón y Zita, del inigualable Piazzolla, calentaron el ambiente y las manos del público. Luego, la pausa, el sentimiento hondo y el sentir las guitarras tan cercanas como si sonaran en el asiento de al lado. La lejanía desaparece cuando la funde el sentimiento.

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