De loco a héroe del pueblo
Tras el cabezazo que le dio Zidane, el patriótico Materazzi se ha convertido en un símbolo del 'calcio'
Allá donde Italia veía antes a un loco, con un larguísimo historial delictivo dentro del campo, ahora ve a un patriota. A un héroe que representa las esencias primarias del pueblo italiano: la solidaridad, la sencillez y el orgullo frente a la presunción de los vecinos franceses. Ése es el nuevo Marco Materazzi, central del Inter, de 33 años, convertido en símbolo de su equipo y de la selección después de que la cabeza de Zidane impactara brutalmente en su pecho en la final del pasado Mundial de Alemania que ganó Italia. De pronto, Italia descubrió que Materazzi era, junto a Gattuso y Buffon, el alma del vestuario, el líder que asume responsabilidades -marcó de cabeza en la final y también en los penaltis-, envalentona a sus compañeros y dirige la defensa. Meses antes, en noviembre de 2005, en un amistoso en Messina ante Finlandia, el seleccionador de la azzurra, Marcelo Lippi, le había otorgado la capitanía ante la indignación de la hinchada, que lo consideró un escándalo. Pero llegó junio, se lesionó el calladito Nesta y Lippi casi se alegró secretamente: sabía que Materazzi era "un líder natural".
Ha sido nombrado "hombre de paz" pese a su larga lista de agresiones
Italia descubrió de pronto que era, junto a Gattuso y Buffon, el alma del vestuario 'azzurro'
Algo que advirtieron los periodistas que siguen al Inter cuando éste disputó un partido a puerta cerrada: sólo se oían las voces de Materazzi. Palabras de ánimo para sus compañeros e imprecaciones para los rivales, según la vieja escuela italiana de la provocación verbal. De eso sabe mucho Zidane, que reaccionó violentamente y la FIFA lo castigó con tres partidos, por los dos a Materazzi. El central italiano le pedía esta semana una disculpa al fenómeno francés, refractario a perdonar a quien propició un final tan amargo de su carrera. Convertido a raíz de ese episodio en un personaje de fama universal, Materazzi decidió aprovecharlo: escribió un libro supuestamente irónico sobre las 249 frases posibles que le dijo a Zidane y que éste ha tachado de "reclamo publicitario" pese a que los beneficios son destinados a UNICEF; participó en una línea de ropa cuyo símbolo es un hombre que da un cabezazo a otro; saludó la aparición de cientos de videojuegos...
Hace dos semanas, los jugadores del Valencia entraron impresionados al vestuario de San Siro por los regalos del central interista: insultos, patadas, codazos y las más diversas intimidaciones que también experimentó Quique, el entrenador valencianista. Según Materazzi, los españoles son unos "cuentistas" después de que éstos se quejaran del codazo que recibió en la cara Morientes del zaguero italiano. Eso sí, Materazzi, que perdió de muy joven a su madre, no soporta que nadie se la miente de mala manera. Monta en cólera. En cuanto a su padre, dirigió al Lazio y ahora entrena en la segunda división. Marco, desde luego, es un tipo familiar. Su voluminoso cuerpo está tatuado con los nombres de sus tres hijos. Y hubo otra imagen durante el Mundial que contribuyó a humanizarlo en Italia: en el descanso ante la República Checa, su mujer, Daniela, muy alejada del perfil de la modelo casada con el futbolista, le cambiaba el pañal a su hija pequeña en las gradas del estadio del Hamburgo. Lo que faltaba: Marco como emblema de la familia media italiana.
"Por mi parte, no hay ningún problema, pero debe hablar antes con el jefe de prensa del Inter", responde Materazzi al ser requerido por este periódico para una entrevista. Marco es un tipo abierto y espontáneo con la prensa, de los pocos futbolistas que dice lo que piensa. Otra cosa es el muro que levanta el Inter ante sus jugadores.
Precisamente el Inter, que ahora lo venera, estaba dispuesto a venderlo antes del verano. Tuvo una oferta del Villarreal que el jugador desechó. E incluso el Milan estaba a punto de llevárselo cedido de no haberse topado con la negativa de los ultras milanistas. Los radicales del Inter, por su parte, lo tienen en un altar y no es ajeno a esa beatificación sus ideas filofascistas y sus saludos romanos brazo en alto para celebrar los goles. Marca muchos, por cierto, para tratarse de un defensa. En 2000-01 logró 12 cuando jugaba en el Perugia, un récord para un defensa en el calcio que le abrió las puertas del Inter, que pagó 18 millones. Hace valer su 1,93 metros de estatura para imponerse en el área, pero también su disparo con la zurda, más que aceptable técnicamente (en el Perugia lanzaba los penaltis). A veces se atreve con una chilena que lo sitúan entre los mejores goles de 2006. Antes estuvo cedido en el Everton, inglés, donde fue expulsado tres veces en un curso. Nunca ha permitido que se aflojara su fama de duro y, entre otros, lesionó a Inzaghi, Ibrahimovic -ahora compañero- y Shevchenko, a quien agredió en los testículos.
Una víctima más reciente fue Sorín, a quien le rompió el pómulo antes de la eliminación interista de la pasada Champions a manos del Villarreal. Nada de eso ha frenado a una Organización Mundial por la Paz, que se pasó en febrero por Appiano Gentile, sede de entrenamiento interista, le entregó una placa y lo propuso como embajador de la organización a este "hombre de paz" que expresa la "verdadera naturaleza de nuestro campeón".
Excesivo en todo, icono del mal en Francia y del bien en Italia, los delanteros del Valencia deberán sufrirlo el martes en Mestalla. O quién sabe si disfrutarlo: su lentitud puede ser una bendición para el veloz Villa. El destacadísimo Inter llega con la intención de defender el orgullo del calcio. Y en eso Materazzi, que nunca se esconde, se siente una autoridad.
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