Fons Rademakers, cineasta holandés

Fons Rademakers, que falleció ayer en Ginebra de un enfisema pulmonar a los 86 años, empezó su carrera como actor y director teatral. Fue el primer holandés en recibir una nominación al Oscar a la mejor película extranjera. Era el año 1958 y la cinta, titulada El pueblo a la orilla del río, era también la primera de su carrera. No lo ganó y debieron pasar aún tres décadas para que pudiera hacerse con la estatuilla. Cuando por fin lo logró en 1987, por El Atentado, se había ganado fama de cineasta amable con los actores y de amante de la literatura. Había nacido en la ciudad holandesa de Roosendaal en 1920.

A Fons Rademakers le gustaba dirigir a los actores. También le gustaba llevarse bien con ellos, un detalle entrañable teniendo en cuenta que él mismo se había iniciado en la escena. Su flamante debú en 1958, que le arrastró a Hollywood, le hizo famoso, pero él había aprendido el oficio con colegas legendarios como el italiano Vittorio de Sica y el francés Jean Renoir. Con el sueco Ingmar Bergman trabó además buena amistad. Como él, Rademakers exploraba el alma en busca de explicaciones a problemas existenciales. A diferencia de Bergman, el estilo del holandés era más suave en la forma, pero de similar calado. Sin ocultar su querencia por la literatura, colaboró con el escritor belga Hugo Claus en los guiones de varias de sus películas. También filmó dos de las obras más representativas de sus compatriotas, los novelistas Willem Hermans y Multatuli. De este último se atrevió a adaptar Max Havelaar, una obra muy crítica con la época colonial holandesa.

Antes de su fulgurante aparición a finales de los años cincuenta, la industria holandesa del cine se nutría sobre todo de documentales. Su trabajo dio un impulso esencial a la cinematografía nacional y él pudo filmar una decena de filmes en las tres décadas siguientes. Con El atentado logró algo poco frecuente. Basada de nuevo en una novela, esta vez del escritor holandés Harry Mulisch, la película se convirtió en un éxito de crítica y de público. A caballo entre la II Guerra Mundial y los años sesenta y setenta, desvelaba las razones de una tragedia ocurrida una noche en plena ocupación nazi y que afectó a dos familias. El propio Mulisch dijo ayer que le impresionó el buen ambiente creado durante los rodajes con los artistas. El atentado obtuvo también un Globo de Oro y un Becerro Dorado, el oscar holandés.

Hijo de un funcionario municipal, los últimos años de su vida los pasó a caballo entre Francia y Suiza. Fue también productor y su última película propia, El jardín de rosas, se estrenó en 1989. Hace cuatro años aseguró que durante su carrera sólo había tratado de filmar obras que mereciera la pena ver como espectador. Los actores holandeses más famosos del país, la mayoría de los cuales trabajaron a las órdenes de Fons Rademakers, le recordaron ayer como un buen tipo y un artista comprometido con su oficio.