El cartero es un hombre de palabra
Hay empresas públicas que concentran muchas quejas: el metro, los ferrocarriles, los autobuses y Correos. Las quejas relativas a esta última compañía son siempre muy detalladas. Por ejemplo: J. A. explica que se ha cambiado de casa. Hace ocho meses que vive en la calle de Bilbao en Barcelona y sigue recibiendo correo dirigido al anterior residente. Al principio le guardaba las cartas. Luego pasó a dejarlas en el buzón de devoluciones. Allí siguen, pese a que cada vez es más difícil meter algo más porque está lleno. "Supongo que con la correspondencia que me envían a mi anterior domicilio pasa otro tanto", dice con resignación. Un portavoz de Correos asegura que el cartero debería retirar las cartas del buzón de devoluciones. No hay más explicaciones al respecto.
T. S. explica una historia más larga. Ella vive en Girona y su hija está en Bolonia haciendo un Erasmus y en septiembre le envió un paquete con ropa de abrigo porque estaba resfriada. Muy entrado octubre no había llegado. Fue a reclamar el 24 de ese mes, pero por la tarde Correos no atiende reclamaciones. Decidió optar por la página electrónica. "Hay tres opciones para un paquete perdido", cuenta: "Pregunte al destinatario" y T. S. añade: "Quiere decir mi hija, desesperada y temblando de frío". La segunda opción es "pregunte al remitente" y la lectora apostilla: "es decir, a mí, que estoy intentando presentar una reclamación y no puedo". Queda una tercera posibilidad: "Use el servicio de localizador". Bueno, al fin una salida. Aparece una ventanilla que le indica: "Servicio no disponible".
Finalmente, consiguió rellenar diversas quejas que no sirvieron para que su hija recibiera el paquete. Eso sí, a finales de noviembre se lo devolvieron diciendo que la dirección era incorrecta. "No es verdad", afirma la lectora. Pero la palabra de un funcionario prevalece siempre sobre la de un ciudadano. De modo que T. S. ha recuperado el paquete, pero no ha conseguido que le devuelvan los 52,78 euros que pagó.
Y no se los devolverán porque, explica el portavoz de Correos, no importa lo que ella diga. Lo que importa es lo que dice el funcionario italiano (absolutamente creíble para la Administración española, que en cambio no cree a sus conciudadanos) asegura que la mujer no conoce la dirección de su hija, aunque cuando le envía cartas lleguen. T. S. ha puesto más reclamaciones, pero no confía en Correos. "Reconozco que me he rendido. Tengo el paquete y a mi hija se le ha curado el resfriado". La que se ha quedado fría con Correos es ella misma. Fría, sin servicio y sin el dinero.
Para quejas a esta sección dirigirse a Catalunya@elpais.es a la atención de Francesc Arroyo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.