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Entrevista:Luciano Varela | Magistrado del Tribunal Supremo

"El juez instructor nos separa de Occidente, tiene que desaparecer"

Luciano Varela (Pontevedra, 1947), nuevo magistrado del Tribunal Supremo, deja atrás casi 20 años como magistrado de la Audiencia de Pontevedra para incorporarse a la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo. Fue fundador de Jueces para la Democracia e impulsor de la Ley del Jurado.

Pregunta. El Alto Tribunal es la meta de un magistrado.

Respuesta. Para un juez como yo que ama su profesión, realizar tareas de mayor trascendencia siempre es una satisfacción. Si además vas a estar con compañeros del nivel y la calidad que he tenido es esta Audiencia. Y una meta, sí, porque la ley no admite más categorías.

P. Asuntos como el recurso de casación del caso de Juana Chao, que resolverá, entre otros, la Sala Segunda ¿es un salto de fondo para un juez?

R. Pienso que se resolverá antes de que yo me incorpore a la Sala. De cualquier forma, desde el punto de vista de la función, creo que es la misma. No es un giro copernicano, hay una continuidad, aunque yo destacaría el hecho de que confíen en uno.

P. ¿Cómo se define como juez?

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R. No lo haría para no perder el tiempo. No tengo más que escuchar a los demás para saber que tengo muchísimos defectos, no hace falta que yo me autoanalice porque el psicoanálisis ya me lo hacen a diario los que me rodean, afortunadamente.

P. En ocasiones le han tachado de polémico.

R. Sí y me parece profundamente injusto, porque si por polémico entendemos el que quiere generar una discusión gratuita y ruidosa, eso es la antítesis de mi programa de vida.

P. Usted remitió a la Audiencia Nacional el caso del primer arrepentido Ricardo Portabales, cuando era juez instructor. ¿Cree que hay que regular esta figura o suprimirla?

R. Sobre los arrepentidos, yo tengo absolutas sospechas sobre lo que dicen personas que por decirlo no asumen sus responsabilidades, por eso soy muy refractario a dejarme convencer de las declaraciones de los coimputados que acusan a sus compañeros de banquillo. Porque, lamentablemente, el sistema procesal penal español permite que esas declaraciones, aunque se demuestren falaces, dejen impune al que las emite. Dictar una sentencia así es apostar a la ruleta rusa. Pero si hay algo que me repugna hasta los límites de mayor tensión es un juez que juegue a policía y actúe con formas y procedimientos policiales. Una de las reformas urgentísimas del sistema judicial es hacer desaparecer la actual figura del juez instructor y ha habido intentos de hacerlo. Somos un islote en la cultura jurídica occidental y no queda prácticamente esa figura en el resto de Europa. La alternativa es que los fiscales y la policía lleven la investigación y que el juez sea un tercero y no tome partido. Cuando un juez como el español instruye, partiendo de su buena fe y objetividad, sin duda está próximo a una de las partes. Y la dogmática procesal parte de esta premisa que hoy vemos con orgullo que ya no es un criterio aislado.

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