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Reportaje:MÚSICA

Un pícaro en Cuba

Con El Caballero de La Habana, el gallego que quisiera ser cubano, ha cumplido su sueño de grabar un disco en Cuba con músicos de allí. Cantautor y rockero vallisoletano, El Curi encontró en la isla una manera de vivir en la que encaja su forma de ser. También una mulata y un clima benigno. Es un espíritu libre.

Se patea las calles de La Habana vieja y se busca la vida como un cubano más. Aterrizó en el José Martí un buen día de 1994 y se enganchó a La Habana. A sus gentes, al puerto y la bahía, donde quiere que, cuando muera, esparzan sus cenizas. El Curi cambió la cazadora de cuero por un sombrero de paja y camisa de rayas horizontales. "Me llevé la sorpresa de que La Habana me estaba esperando. Fue un encuentro en el que todo me resultaba familiar. La primera impresión era de haberlo vivido todo en una encarnación anterior. De que yo ya había estado antes", cuenta.

Sin hotel ni alojamiento acabó la primera noche en El Malecón, frente al mar. Amaneció con dos tipos que tocaban canciones de Los Brincos, Los Bravos, Fórmula V... "A veces, cuando camino por La Habana vieja, entre callejuelas, soportales, balconadas y vitrales me parece que unas manos divinas la fueran vistiendo linda, coqueta; engalanándola, mientras yo la voy cantando y agasajando, piropeándola", escribe El Curi en su nuevo disco.

Una existencia bohemia que se sustenta en la ilusión de sus canciones y el ingenio del gracioso buscavidas capaz de jinetear a los propios cubanos. El Curi aprendió a resolver. Sorteando normas y colándose por las rendijas. Siempre a vueltas con el dichoso visado de turista que caduca. Sabe que, haga lo que haga, no dejarán de considerarle un gallego. "El cubano que quiero ser y nunca seré", confiesa en un DVD.

Después de El Curi en La Habana (2001), que grabó en Madrid con el Septeto Santiaguero y producción de Alberto Gambino, regresa ahora con El Caballero de La Habana, grabado con el Sexteto Magüey en el histórico estudio de la muy habanera Radio Progreso. Crónicas urbanas a ritmo de guajira, bolero o esas habaneras de ida y vuelta, metáfora de su vida. "Estas once canciones parece que fueran un reportaje fotográfico de diferentes momentos intensos capturados por mi retina y mi corazón. Once fotogramas de imágenes y emociones", dice en el DVD. "Una historia mitad inventada, mitad cierta, donde la ficción y la realidad se entremezclan mientras se van sucediendo los acontecimientos para terminar confundiéndose. Una historia donde el personaje termina enajenado, un poco loco, por amar y querer tanto a su doña amada y señora".

Canciones hechas de mango, guarapo y ron. Los dos discos los ha publicado Nubenegra, el sello que alienta Manuel Domínguez. A Domínguez le admira "cómo El Curi se mete en el entramado de la habanera, el bolero, y lo conecta con el blues. Y entra en ese ambiente desde la perspectiva del cantautor español contemporáneo. El Caballero de La Habana es la consecución de una quimera... Se nombra caballero y entra por su propio pie en la leyenda de la ciudad de la mano de otro personaje no menos pintoresco: El Caballero de París".

¿Quién es El Curi? "Una per

sona que, parece ser, nunca estuvo en el lugar preciso, a la hora adecuada, en el momento exacto para no sé qué cosas". Se sabe que nació en Pesquera del Duero en los años cincuenta y que a principios de los ochenta andaba cantando en la calle de Preciados y en el metro de Madrid. Antonio Curiel fue líder de Los Buitres del Pisuerga, provocadora banda de los noventa que dejaba su nombre en pintadas en los servicios de todos los bares de Valladolid y grabó discos como Yo nunca veo la televisión o Manifiesto ecologista. Antes había ejercido de cantautor concienciado y pasó por el seminario de Agustinos en Palencia: le expulsaron por montar un grupo de rock. En 1977, grabó Cantos de lucha por la libertad, producido por Juan Alberto Arteche. "La canción es un arma cargada de dinamita con olor a libertad", se podía leer en la carpeta del elepé. En 1979, publica La respuesta ya no está en el viento. Luego se instala en Bilbao, milita en el rock radical vasco y funda Altos Hornos de Vizcaya, con los que se presentaba a cantar vestido con sotana. Allí se empezó a conocer a Antonio Curiel como El Curi.

No le gusta hablar del pasado. Prefiere alegar amnesia. Cantautor social, rockero radical y cantante tropical: un espíritu libre y espartano. Viaja ligero de equipaje. Como él se definió en cierta ocasión, un náufrago del tiempo y un bicho raro.

Antonio Curiel, 'El Curi', retratado por Albeto García Alix.
Antonio Curiel, 'El Curi', retratado por Albeto García Alix.

La casa que Coltrane edificó

Se llamaba Impulse!, con ese inconfundible signo de admiración final que acentuaba el ímpetu de la empresa, y, en realidad, no la edificó John Coltrane pero sí es cierto que sin su ayuda el proyecto no hubiera alcanzado la envergadura necesaria para entrar en el mundo de las leyendas discográficas. La discográfica Impulse! se fundó en 1961 y se mantuvo activa hasta 1976 en formato original. En ese lapso no sólo se centró en la música de Coltrane (todo y ser la gema de la casa) o de la entonces llamada New Thing, sino que desplegó un amplio abanico estético que iba desde lo más clásico (Count Basie, Earl Hines o Benny Carter) hasta los proyectos más prospectivos y aventureros (de Ornette Coleman, Pahoroah Sanders, Albert Ayler o Archie Shepp a la original Liberation Music Orchestra de Chalie Haden o los capítulos de Gato Barbieri). Posteriormente, en 1986, Impulse! fue rescatada de sus cenizas y se ha mantenido activa hasta la actualidad sin traicionar radicalmente su filosofía inicial.

Una historia densa y repleta de joyas (por no hablar de obras maestras como A Love Supreme de Coltrane) que el periodista Ashley Kahn ha resumido en cuatro discos densos y cargados de sorpresas a cada cual más impactante. The House That Trane Built (Universal) es una selección magnífica (sólo se le podría echar en cara la ausencia incomprensible de Ornette Coleman, Ray Charles o del encuentro entre Duke Ellington y Coltrane) que recorre de forma desordenada pero eficaz esos 16 años de actividad. Un fragmento irrepetible de la mejor historia del jazz.

Por los 38 temas incluidos desfilan, además de los ya mencionados, desde Coleman Hawkins, Ben Webster o Art Blakey hasta Keith Jarrett, Oliver Nelson, Chico Hamilton o Charles Mingus. Esta edición de cuatro CD se completa con la publicación paralela de diez antologías (vendidas por separado) dedicadas a Ayler, Barbieri, Jarrett, Mingus, Coltrane, Shepp, Sanders, Sonny Rollins, Alice Coltrane y McCoy Tyner. M. JURADO

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