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Reportaje:

Golpes mortales

Los neurólogos revelan que el jugador de fútbol americano Waters, que se suicidó de un tiro en noviembre, tenía el cerebro "como el de un anciano de 85 años con principios de Alzheimer" por los choques sufridos en la cancha

Desde que el ex jugador de la Liga de fútbol americano Andre Waters se suicidara, en noviembre, su muerte ha sido un misterio. Pero, tras examinar su cerebro, un neuropatólogo afirma que padecía una lesión cerebral provocada por el deporte y que ésa fue la causa de su depresión y, en última instancia, de su muerte.

El neuropatólogo Bennet Omalu, un experto en patología forense, determinó que el tejido cerebral de Waters se había degenerado hasta parecer el de una persona de 85 años, con características similares a los primeros estadios de una víctima del alzheimer. Omalu cree que la lesión fue causada o acelerada por sucesivas conmociones que Waters, de 44 años, sufrió.

Omalu asegura que el traumatismo "es un factor que contribuyó significativamente" a la lesión cerebral de Waters, "se mire por donde se mire o se distorsione como se distorsione". Y añade que, aunque tiene intención de investigar más, la depresión de Waters se vio exacerbada, si no provocada, casi con seguridad por el estado de su cerebro y que, de haber vivido, en 10 o 15 años "habría estado totalmente discapacitado".

Un ex luchador, víctima de depresiones, pidió restos del cuerpo del deportista para su análisis
De haber vivido, en 10 o 15 años "habría estado totalmente discapacitado", dicen los expertos

Las afirmaciones de Omalu se suman al debate sobre si las víctimas de múltiples conmociones, y quienes han jugado mucho tiempo y desconozcan su historial de traumatismos, corren mayor riesgo de depresión, demencia y suicidio.

La NFL rehusa hacer comentarios. Andrew Tucker, miembro del comité de traumatismos cerebrales leves, afirma que a finales de este año la Liga estudiará a los retirados para evaluar el problema de las conmociones y la posterior depresión. "No tendremos una idea completa hasta que estudiemos a un grupo de personas durante un tiempo", explica Tucker, médico del Baltimore Ravens.

El descubrimiento sobre Waters fue gracias a la intuición de Chris Nowinski, ex jugador de Harvard y luchador cuyas repetidas conmociones acabaron con su carrera, le dejaron graves migrañas y depresiones y le llevaron a denunciar los efectos de los deportes de contacto. Tras enterarse del suicidio, llamó a la hermana de Waters, Sandra Pinkney, con una petición: restos del cerebro de su hermano.

La afección que Nowinski sospechaba que hallarían no puede revelarla un escáner a una persona viva; debe examinarse el tejido con un microscopio. "Normalmente, no puedes estudiar cerebros de ex jugadores de 44 años con depresión y que se hayan suicidado", dice Nowinski. Pinkney se dio cuenta de que la petición era menos espeluznante que creíble. Su familia se preguntaba por qué Waters, en la NFL entre 1984 y 1995, sociable y generoso, decayó hasta suicidarse. Pinkney firmó los formularios para el envío de cuatro fragmentos del cerebro de Waters.

Nowinski eligió a Omalu por su experiencia en neuropatología y su inusual conocimiento de su deporte. Había estudiado el cerebro de dos ex jugadores de Pittsburgh Steelers con una disfunción cerebral posconmoción: Mike Webster, que acabó en la indigencia y con problemas cognitivos antes de morir de insuficiencia cardiaca en 2002, y Terry Long, que se suicidó en 2005.

Nowinski, una ex estrella de World Wrestling Entertainment que trabajaba en Boston como asesor farmacéutico, y la familia Waters han pasado las últimas seis semanas convirtiéndose en amigos y aliados. Pretenden advertir a los deportistas de que las conmociones pueden tener devastadoras consecuencias 20 años después. "Los jóvenes deben entenderlo. Hay que enseñar a los padres", señala Kwana Pittman, de 31 años, sobrina de Waters; "yo sólo quiero que haya más información".

Nowinski era un chico duro. Como defensa de la Ivy League, en Harvard, a finales de los años 90, sufrió dos conmociones, aunque no se lo comunicó a sus entrenadores porque no quería parecer débil. Como luchador profesional, sufrió otras cuatro, lo cual le obligó a retirarse en 2004.

De esa investigación salió un libro en el que Nowinski detallaba la idea equivocada que tiene la gente y "la negativa de la NFL a reconocer la magnitud del problema, similar a la del sector tabacalero".

Ensayos realizados con más de 2.500 ex jugadores de la NFL por el Center for the Study of Retired Athletes [Centro para el Estudio de Atletas Retirados], descubrieron que los problemas cognitivos, los síntomas similares al Alzheimer y la depresión aumentaban con el número de conmociones.

El pasado 20 de noviembre, mientras trabajabam Nowinski leyó en Sports Illustrated que Waters se había pegado un tiro. Recordando su reputación como uno de los defensas más implacables y sabiendo lo que él sabe sobre los efectos psicológicos de las conmociones, buscó en Internet su historial. Fue sorprendente. Cuando en 1994 The Philadelphia Inquirer le pidió que contara las conmociones que había sufrido, Waters respondió: "Perdí la cuenta al cabo de 15". Luego, añadió: "No decía nada. Inhalaba unas sales aromáticas y volvía al campo".

Nowinski también encontró una nota de ese periódico en 1991 sobre cómo Waters fue hospitalizado tras una conmoción en un partido y experimentar un ataque en el avión del equipo que se diagnosticó como calambres corporales.

Conocedor de la experiencia de Omalu con Webster y Long, Nowinski quería que examinase lo que quedaba del cerebro de Waters por si había indicios de encefalopatía crónica traumática, los hilos enredados de proteínas anormales que causan disfunciones cognitivas e intelectuales.

Nowinski envió los informes del Centro para el Estudio de Atletas Retirados y demás material y, tras varias semanas, se le comunicó que lo que quedaba del cerebro de Waters sólo se entregaría con permiso de su familia. Nowinski dijo que la llamada a la madre de Waters fue "la más difícil" de su vida. Las hermanas de Waters investigaron a Nowinski y se fiaron.

Tres semanas más tarde, las pruebas de Omalu revelaron que el cerebro de Waters era parecido al de un enfermo de 80 años con Alzheimer. Nowinski dice que le invadieron dos sensaciones: tristeza y éxito. "Sólo puedo imaginarme lo mal que lo debió de pasar con un daño semejante".

Cuando fue informado de los descubrimientos sobre Waters, Julian Bailes, director médico del Centro para el Estudio de Atletas Retirados, dijo: "No me sorprende". En un estudio de 2.500 casos, este organismo descubrió que aquéllos que habían sufrido tres conmociones cerebrales o más tenían el triple de posibilidades de tener "problemas de memoria" y que era cinco veces más probable que tuviesen Alzheimer. Un estudio nuevo, de este año, revela una relación similar con la depresión.

Bailes afirma que la NFL quita importancia al riesgo del traumatismo cerebral al permitir que los jugadores que sufren una conmoción vuelvan a jugar el mismo día si parecen recuperados. El Comité de Lesiones Cerebrales Traumáticas Leves de la NFL ha publicado varios trabajos en la revista Neurosurgery defendiendo esa política y haciendo públicas sus investigaciones sobre jugadores que entre 1996 y 2001 sufrieron tres conmociones cerebrales o más y que "no mostraban signos de declive neurocognitivo". Una primera crítica a estos trabajos ha sido que la NFL ha estudiado únicamente a jugadores en activo, no a jubilados.

Kevin Guskiewicz, director del Centro para el Estudio de Atletas Retirados, defiende la investigación llevada a cabo por su organización: "Creo que una serie de personas en la NFL han pasado por alto estos primeros descubrimientos y me pregunto qué hará falta para que abran los ojos".

Andre Waters, cuando jugaba en la NFL, retirado por sus compañeros tras caer lesionado en un partido.
Andre Waters, cuando jugaba en la NFL, retirado por sus compañeros tras caer lesionado en un partido.GETTY IMAGES

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