Aguirre hipnotiza al Celta
El Atlético vapulea al equipo gallego, que juega su partido más desordenado de la temporada
Javier Aguirre sacó al césped de Balaídos a un Atlético que se despliega como una galerna, con intensidad y bravura, con un juego que atontó al Celta. Pudo ser por mérito del entrenador mexicano o por un mal planteamiento de su homólogo, Fernando Vázquez, pero el Celta jugó el partido más desordenado de la temporada en todas las líneas.
CELTA 1 - ATLÉTICO 3
Celta: Pinto; Jonathan Aspas, Tamas, Lequi, Placente; Oubiña; Guayre (Perera, m. 70), Jorge Larena (Gustavo López, m 46), Canobbio, Nené; y Baiano. No utilizados: Esteban, Núñez, Contreras, De Ridder, Jonathan Vila.
Atlético: Cuéllar; Seitaridis, Zé Castro, Perea, Antonio López; Galletti (Jacobo m. 90), Luccin, Maniche, Jurado; Fernando Torres (Mista m. 59) y Kun Agüero (Costinha m. 70). No utilizados: Falcón, Varela, Azcárate, Óscar.
Goles: 0-1. M. 12. Torres remata de cabeza un penalti despejado por Pinto. 0-2. M. 20. Agüero baila a la defensa y pasa a Torres, que golea con un tiro cruzado y raso. 0-3. M. 53. Torres da un pase de la muerte a Agüero que sentencia el partido. 1-3. M. 70. Nené resuelve de fuerte disparo una jugada bien combinada.
Árbitro: Turienzo Álvarez. Amonestó a Aspas, Luccin, López y Seitaridis.
Unos 18.000 espectadores en Balaídos.
Los colchoneros desbordaron en todos los terrenos a un cuadro, el vigués, que se desplomó desde el primer minuto y salió derrotado en todas las asignaturas, empezando por el orden táctico y termminando por un dúo de delanteros, Agüero, y un hiperactivo Torres, que se entienden como hermanos gemelos. Cuando el primero se llevaba a la defensa, el segundo recibía un pase y al revés. Fue un partido a la medida del apostador novato: el Celta sólo ha ganado una vez en Balaídos y el Atlético sólo ha perdido otra fuera del Calderón. Y se cumplió la estadística.
A lo largo de esta campaña, el juego vigués se había caracterizado por el buen toque de balón a ras de suelo, con pase fino, una dinámica que se cambió por completo al desaparecer en la práctica el medio campo. O bien se subía la pelota de un zapatazo o aparecía un defensa exaltado que pretendía llegar a la portería de Cuéllar de una galopada y sin dar un pase. Un desorden tremendo y una desesperación que se personificó, por ejemplo, en un Nené más confiado en tirarse a la piscina una y otra vez que en sobrepasar al defensa rival. Borja Oubiña, el pivote pródigo recuperado de su lesión, estuvo perdido entre el despiste general.
Agüero, desde el primer minuto en el sentido literal, se paseó por la defensa viguesa de lado a lado, como sin esfuerzo a tenor de la pasividad rival. Los primeros fuera de juego sancionados a los colchoneros fueron un aviso inicial del carácter ofensivo que se habían planteado, con mucha presión al Celta hasta lograr el primer gol. La pillería de Torres le sirvió para obtener un penalti que inicialmente fue parado por Pinto, pero remató el madrileño de cabeza.
El Celta empezó a desperezarse, sólo eso, pero siguió a merced de su propio desorden, que facilitó las acciones de ataque del medio equipo colchonero, con disparos de Galletti, bailes de salón de Agüero o amenazas de Maniche. El desajuste general, y poco habitual, del Celta derivó en una nueva demostración de regates del Kun, que, tras sortear a varios defensas, entregó un balón cómodo a Torres, que lo cruzó raso ante la impotencia de Pinto. Los dos delanteros de Aguirre se conocen y se comunican como si llevaran media vida en el mismo equipo. Esto no sucede en el Celta, en el que Baiano sigue librando su propia batalla contra los equipos rivales mientras el resto de sus compañeros corren el riesgo de desmoronarse.
En la segunda parte, el Celta puso todo el empeño que le cedió el cuadro de Aguirre, que no tenía motivos para la preocupación. Una contra rematada en los metros finales por Agüero y Torres puso fin a la agonía de los celestes. Los madrileños no dieron una exhibición, no parecía necesario. Se limitaron a jugar bien a la contra y a presionar al rival, muy nervioso durante todo el choque.
Minutos después del tanto de Torres, un gol de Nené sólo sirvió para maquillar la goleada cuando el Atlético estaba más pendiente del siguiente partido que de defender con intensidad. El cuadro vigués se empleó a fondo en los minutos finales, con jugadas bien trenzadas por Gustavo López, pero con finalizaciones realmente cándidas, a excepción de un trallazo de Baiano, que siempre deja alguna señal de calidad. Carece de sentido hacer cábalas con el esfuerzo del equipo gallego en los últimos minutos, pues los rojiblancos ya habían dado el partido por ganado. Una vez más, el juego de contraataque es el que impera en esta Liga. Aguirre pudo permitirse el lujo de despachar el partido en medio del segundo tiempo con el tándem Torres-Agüero sesteando ya en el banquillo casi a media hora del final.
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