Gago cambia el paso al Madrid
Con mucho más ímpetu que de costumbre y al hilo del pivote argentino, el equipo de Capello despacha a un Zaragoza muy tibio
La flexibilidad de Capello, inducida o no desde los despachos, mejoró ayer notablemente al Madrid, que ofreció una de sus mejores versiones del curso. Estuvo mucho más brioso de lo habitual, todos sus jugadores tuvieron recorrido y, por una vez, abrochó la pelota. Es lo que tiene apostar por Gago en detrimento de Emerson, enquistar a dos extremos rápidos y con desborde (Reyes y Robinho) y atreverse con dos jugadores de área (Higuaín y Van Nistelrooy). Nada que ver con el plomizo ideario que Capello, de acuerdo con su credo de toda la vida, había impuesto desde el comienzo de la temporada. No fue nada sublime, pero, al hilo de Gago y con mejor actitud que de costumbre, el Madrid despachó al Zaragoza, enganchó al Barça y se quedó a sólo dos puntos del líder, el Sevilla. Suficiente para que la hinchada no rebobinara lo sucedido durante la semana y echara un vistazo más optimista al horizonte. Como si la grada sintiera que con una plantilla para el futuro puede tener un presente esperanzador.
REAL MADRID 1 - ZARAGOZA 0
Real Madrid: Casillas; Torres, Helguera, Cannavaro, Raúl Bravo; Diarra, Gago; Reyes (De la Red, m. 67), Higuaín, Raúl (Robinho, m. 15); y Van Nistelrooy. No utilizados: Diego López; Mejía, Pavón, Nieto y Emerson.
Zaragoza: César; Piqué, Sergio, Gabi Milito, Juanfran; Celades (Movilla, m. 54), Zapater; D'Alessandro (Óscar, m. 66), Ewerthon (Sergio García, m. 54), Aimar; y Diego Milito. No utilizados: Miguel; Aranzábal, Chus Herrero y Lafita.
Gol: 1-0. M. 40. Higuaín recibe libre de marca en un costado del área, centra raso y Van Nistelrooy, en la boca de gol, marca a placer.
Árbitro: Ayza Gámez. Amonestó a Gago, Piqué, Milito, Diarra, Sergio, Helguera, De la Red, Aimar y Zapater.
Unos 70.000 espectadores en el Bernabéu.
Lejos de tiritar ante el posible plebiscito de Chamartín tras las últimas tormentas, el Madrid arrancó con una frescura que se le desconocía. Se empleó con la decisión suficiente como para atrincherar al Zaragoza, que se derritió desde el inicio. El equipo de Capello se mostró más dinámico que nunca, con gente como Van Nistelrooy y Reyes de agitadores. Nada que ver con esos dos futbolistas que se han pasado cuatro meses sin una carrera de más. Ellos simbolizaron como nadie el ímpetu con el que se desplegó el Madrid. Todo lo contrario que su rival, blando y confuso en todas las zonas del campo. Ni rastro de ese equipo tan estético que ha tejido Víctor Fernández, lastrado ayer por la dimisión de Celades, su timonel, y la espantosa actuación de D'Alessandro, uno de sus funambulistas de medio campo.
Mejorada la actitud, que, a la espera de lo que ocurra en las próximas semanas, podría deberse a una conjura en la caseta para sofocar al público, el Madrid ha variado el método. La inyección de Gago e Higuaín le han cambiado la partitura. Donde chocaba Emerson fluye ahora la pelota, que va y viene con sentido. De ello se encarga Gago, que no sólo tiene luces, sino que ha tenido, al menos ayer, una influencia muy positiva sobre Diarra, que por una vez se aplicó en lo que sabe: el quite. Con el faro argentino, el Madrid manejó el encuentro cuando tuvo que empinar el marcador. Y con el propio Gago de lanzadera estuvo a punto de cerrar el resultado a la contra. Aparcado Emerson, al que sus portavoces -sobre todo Capello- defendían como un barrenero imprescindible, el Madrid tampoco se vio angustiado en la defensa. Con una escoba, anoche Diarra, es más que suficiente.
Por delante de Gago, en Higuaín ha encontrado el Madrid a un jugador veloz, capaz de asociarse con quienes le secunden y que jamás pierde de vista el área. Suya fue la asistencia a Van Nistelrooy en el gol del Madrid, una jugada muy abroncada por los zaragocistas, que advirtieron una falta previa del ariete holandés a Sergio Fernández. Pese al empujón, lo cierto es que el cuadro aragonés estuvo muy tibio de principio a fin. Inquietó poco a Casillas, consecuencia de su poco peso en el medio campo, por donde sólo se dejó ver de vez en cuando Aimar, que no logró enchufar a los suyos. Sólo la irrupción de Sergio García en el tramo final alumbró al Zaragoza, que hasta entonces apenas tuvo incidencia en el salón de Casillas.
Firme hasta el final, pese a un cabezazo de Piqué al larguero en el último suspiro, el Madrid logró atrapar tres puntos de múltiple valor. Con ellos se instaló al borde de la cabeza, encontró el que puede ser el sistema adecuado e hizo un guiño a sus seguidores. Puede que hasta Capello se haya convencido para siempre. A Capello no sólo le ha cambiado la libreta. Anoche se le vio tan histérico que, eso sí, lograda la victoria, le dedicó dos peinetas a un sector de la grada. Y eso que ha cerrado su semana más volcánica al lado del Barça.
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