La vergüenza de los Mundiales
El alemán Briegel reconoce el amaño del partido con Austria en España 82 que eliminó a Argelia
El ex internacional alemán Hans-Peter Briegel, hoy seleccionador de Bahrein, confesó en una entrevista concedida a un periódico de los Emiratos Árabes que en el partido de la Copa del Mundo de España 82 entre Alemania y Austria hubo tongo entre las dos selecciones europeas para clasificarse y dejar fuera a Argelia, a la que ahora pide perdón.
Fue la mayor mancha de la historia del fútbol alemán. Todavía hoy se habla de ella como la vergüenza de Gijón. Tras la sorpresa inicial en la liguilla de la primera ronda de la victoria de Argelia sobre Alemania (2-1), se llegó al último encuentro: Austria-Alemania. Un 1-0 a favor del equipo germano clasificaba a los dos. El espectáculo que se vivió en El Molinón fue tal -un día después de la victoria de Argelia sobre Chile (3-2) en el Carlos Tartiere de Oviedo- que hasta se dio un conato de invasión del campo.
A los 11 minutos, el delantero Hrubesch marcó un gol para Alemania y... todo se acabó. Los jugadores de los dos conjuntos empezaron a pasarse el balón en el centro del campo sin aproximarse una sola vez a las áreas. En la gradas, los seguidores argelinos rugían y agitaban billetes para acusarlos de "vendidos". Este diario tituló su crónica: "Sin dignidad ni gallardía". El Comercio, asturiano, publicó la suya en la página de sucesos como si de un robo se hubiera tratado.
Ahora, cuando se cumple un cuarto de siglo, Briegel, un defensa que jugó 72 partidos con su selección y era conocido como La Apisonadora del Palatinado, reconoce que "Alemania hizo trampa para echar a Argelia" y que para ello se puso de acuerdo con Austria. Y declara: "Aunque lo ocurrido saltaba a la vista, la FIFA decidió no sancionar a nadie. Sólo me queda disculparme ante los argelinos, que habían merecido clasificarse" por su buen juego.
Al concluir la pantomima, cientos de argelinos se personaron ante el hotel de la playa gijonesa en el que estaban alojados los futbolistas alemanes y les gritaron indignados. El portero Toni Schumacher les respondió desde un balcón lanzándoles cubos de agua y de basura. No fue la única actuación falta de civismo del arquero germano, que en las semifinales contra Francia (3-3), ganada en los penaltis -Italia se llevó la final (3-1)-, cometió una falta tremenda sobre el líbero Patrick Battiston. Tan duro fue el choque que se temió por la vida del líbero galo, que salió inconsciente y con unos cuantos dientes menos del estadio. "Le pagaré los gastos de una corona dental", abundó Schumacher.
A la federación de Argelia, entretanto, no la consoló que los futbolistas alemanes fuesen recibidos con una lluvia de huevos y tomates en su hotel. Su lucha contra los burócratas de la FIFA, con su vicepresidente, el alemán Herman Neuberger entre bambalinas, fue quijotesca. El organismo rechazó la petición magrebí de impugnar el encuentro después de tres horas. "El partido se disputó según las reglas del juego. La FIFA no interviene en las tácticas y sistemas que emplea cada equipo", cerró el asunto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.