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Reportaje:Baloncesto | ACB

Fran Vázquez tapona las críticas

El pívot del Barça, con 12, tritura el récord de la Liga de tapones y suma 11 puntos y 10 rebotes en Valladolid

Fran Vázquez (Chantada, Lugo; 1983) se sacudió ayer, de un plumazo, la fama de indolente que le persigue desde hace tiempo. Con una actuación memorable ante el Grupo Capitol Valladolid, el pívot gallego del Winterthur Barcelona acalló las críticas que le llovían desde que abandonó Málaga como el futuro gran talento del baloncesto español y se instaló en Girona en lo que muchos interpretaron que fue vivir de las rentas. Ante el cuadro vallisoletano, Vázquez trituró no sólo a sus rivales, sino también unos cuantos récords. Con 12 tapones, se convirtió en el jugador que más gorros ha colocado en un partido en la historia de la Liga ACB. Su marca dejó para los anales los 10 de George Singleton en la temporada 1993-94. Desde entonces, nadie había logrado superarlos y sólo Roberto Dueñas, con siete, se había acercado hace dos años.

El gallego fue acusado de vivir de las rentas y anteponer lo económico a lo deportivo

Cargado de moral y motivación, Vázquez se propuso firmar la mejor actuación desde que, el pasado verano, recaló en Barcelona. Sumó además 11 puntos y 10 rebotes, que le vinieron de perlas a su equipo -el Barça necesitaba la victoria para mantener sus posibilidades de entrar en la Copa- y le permitieron de paso firmar el primer triple doble de su carrera. Nunca antes el pívot gallego había logrado superar la decena en tres apartados estadísticos -su récord de rebotes estaba en seis-. Ni siquiera cuando militaba en las filas del Gran Canaria (temporada 2003-04) y la revista Gigantes le consideró el jugador de mayor progresión. Fue entonces, cuando se entrenaba junto a Pedro Martínez, cuando el baloncesto español empezó a soñar con un sucesor de Pau Gasol. En Canarias había aparecido otro chico larguirucho (mide 2,09 metros), de gran envergadura, que respondía al nombre de Fran y presentaba el perfil ideal para emular los logros del pívot de los Grizzlies.

Los técnicos elogiaban su coordinación, su capacidad intimidadora, su poder reboteador, su habilidad para taponar los tiros de sus rivales. Pese a su delgadez y su evidente falta de fuerza, el pívot no esquivaba los enfrentamientos con jugadores mucho más corpulentos que él y, desde la media distancia, su tiro era más que eficaz. Las miradas de los ojeadores de la NBA empezaron a centrarse en él y su cotización comenzó a subir como la espuma. Bozidar Maljkovic lo reclamó a gritos para el Unicaja, el equipo en el que había recalado después de pasar por el centro de formación Siglo XXI de Galicia y el País Vasco. Al centro lucense del Siglo XXI había llegado ya mayorcito, pues se decantó por el baloncesto a los 13 años, cuando su gran estatura le expulsó del fútbol, y después de descartar el voleibol.

"No supe que existía la pelota naranja hasta que, a los 13 años, llegué a Chantada, un pueblo de la provincia de Lugo", recuerda Vázquez, que pasó su infancia en Saramagal, una aldea que no superaba los 20 habitantes.

Pero su progresión a partir de entonces fue fulgurante. Reunía todas las condiciones para convertirse en un gran pívot y éstas acabaron estallando definitivamente en Málaga en la temporada 2004-05. Tras seguirlo muy de cerca y con el caso de Gasol en la retina, los Magics de Orlando le seleccionaron con el número once en la primera ronda del draft de 2005. Todo parecía indicar que podría protagonizar una experiencia similar a la de Gasol, pero Vázquez sorprendió a todo el mundo rechazando la posibilidad de jugar en la mejor Liga del mundo y aceptando la oferta del Akasvayu Girona, un equipo que pretendía ganarse un nombre en la ACB gracias al generoso talonario de su nuevo patrocinador.

Vázquez acudió con la selección española al Campeonato de Europa de 2005, en Belgrado, bajo sospecha. Los expertos cuestionaban su decisión de no probar suerte en la NBA y los rumores empezaron a apuntar hacia su entorno. Las malas lenguas le acusaron de falta de carácter, de dejarse influenciar, de primar el interés económico por encima del deportivo. Su más que discreta temporada en Girona no hizo sino darles la razón. El fenómeno Vázquez se había desinflado. Ya casi nadie creía en él como futura estrella. Mientras se marchitaba en el Akasvayu, Calderón triunfaba en los Raptors de Toronto. Y los nombres de Garbajosa, Sergio Rodríguez e incluso Rudy Fernández aparecían cada vez más relacionados con la NBA.

El pasado verano, el Akasvayu, que lo había fichado a bombo y platillo superando las ofertas del Barça y el Madrid, tampoco contaba con él. Su rendimiento no justificaba su ficha millonaria, que, además, dificultaba enormemente su traspaso. Hasta que Savic estiró el talonario que Joan Laporta le había extendido para un nuevo proyecto y Vázquez, que no acudió al Mundial con la selección, fue presentado como uno de los grandes del Barça para este curso. Hasta hace poco, no había pasado de ser una nueva decepción. Algo parece haber cambiado: desde hace unas semanas, recuerda al buen pívot que fue y la esperanza empieza a renacer.

Fran Vázquez pone un tapón, ayer, en Valladolid.
Fran Vázquez pone un tapón, ayer, en Valladolid.EFE

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