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Entrevista:ARVYDAS SABONIS | Ex jugador del Real Madrid y los Portland Trail Blazers de la NBA | Baloncesto

"En Europa no quedan estrellas como las de antes"

Arvydas Sabonis (Kaunas, Lituania, 1964), campeón de Europa, medallista olímpico y estrella de Lituania, la URSS, el Valladolid, el Madrid y los Portland Trail Blazers de la NBA, ha cambiado las zapatillas de jugador por el traje de copropietario del Zalguiris de Kaunas lituano, su ex equipo. Divide su tiempo entre Lituania y su casa con vistas al mar de Torremolinos, en Málaga, donde descansa rodeado de niños rubios y acompañado por Ingrida, su mujer y ex modelo. Sabonis recibe a EL PAÍS subido a unas pantuflas de cuero que equivalen al antebrazo de un hombre normal. Gesticula con sus enormes manos y sonríe constantemente. Sólo ante la primera pregunta hace honor a su fama de reacio a las entrevistas.

"Ya antes de que me retirara me ofrecían entrar en política. Hay gente que lucha por eso. Yo lucho por no entrar"
"En la NBA hay lucha hasta el final, intensidad. Te acostumbras a trabajar cada día a tope. En Europa, no"
"Hicimos trampas para no jugar un torneo con la URSS: el doctor llamó y dijo que tenía algo en el corazón"
"Ahora duermo más, preparo la comida..., soy un padrazo. Me duele la cabeza porque no estoy acostumbrado a tanto"

Pregunta. ¿Cómo llegó usted a Málaga?

Respuesta. La hostia. Otra vez. Cada año tengo que contar la misma cosa. Parece que sea lo único que hay. Me da igual. En el 91 compré aquí un apartamento. Cuando terminé de jugar hubo que decidir qué hacer, porque los niños ya iban a una escuela en inglés. Y aquí al lado hay una.

P. Hay quien le considera a usted un mito.

R. Nunca haría esa pregunta. De eso no entiendo, de verdad. Creo que la gente me mira por la calle porque mido 2,20.

P. Pero en Lituania es usted todo un símbolo. ¿Cómo evitó que le obligaran a jugar en el CSKA, el equipo del Ejército Rojo?

R. Querían llevarme y podían hacerlo. Hicimos algunas trampas. Me apunté al Instituto Agrícola para no tener que ir a la mili. Me convocó la selección soviética para un torneo en verano y el doctor llamó y puso la excusa de que tenía algo en el corazón. Le dijeron que vale, que descansara esa semana. Y en esa semana, olé, hice todos los exámenes del Instituto. Vino una comisión para ver que yo era el que lo había escrito todo, que era mi letra. Todo estaba perfecto. Debía tener un libro con mis notas y me lo tenían que firmar los profesores. Iba al Instituto dos, tres veces al mes, el decano reunía a todos los profesores en el decanato, ellos firmaban, y todos me escuchaban contar cosas durante la hora de comer. Me preguntaban '¿qué tal en Alemania? ¿Qué tal en España?' Claro, entonces nadie podía salir. Sólo los deportistas.

P. Hoy, en cambio, los jugadores se marchan cada vez antes a la NBA.

R. No me gusta que los chicos salgan tan pronto. Como en casa no se está en ningún lado. Ahí todos te cuidan. Si sales de casa tienes que tener mucho talento. Si no, hay miles como tú. Y a otra cosa. Si te quedas de segundo, malo. Allí nadie te ayudará. Mejor quedarse en Europa, donde puedes jugar, crecer y madurar. Ya no es como antes, cuando si la NBA te cogía tenías que ir. No hay esa lucha de 'por narices tengo que estar ahí'.

P. ¿Cuándo se debe dar el salto?

R. Se debe decidir sin prisas. Yo decidí hacerlo con 30 años y aún jugué siete. Eso de ir con 18 ó 20 años...puedes ir a los 25, ya como jugador, no cuando todavía no eres nadie. Si el entrenador cree en ti está muy bien, pero si no... Macijauskas [ex jugador del Tau] ha perdido un año ahí. No conectó con su entrenador y a tomar por saco.

P. ¿Qué descubrió allí?

R. En la NBA, por fin, hice las cosas como había que hacerlas. El estilo ahí es diferente. De lo que hay ahí, de lo que a mí me gusta, hay poco en Europa: lucha hasta el final, intensidad. Aquí, si ves que ya ganas o pierdes, pues ale. Allí quieren igual cada balón, no te puedes relajar, porque seguro que vas a tener una lesión. Los entrenamientos son muy duros, más fuertes a veces que los partidos. Te acostumbras a trabajar a tope cada día. No a lo de 'aquí poquito y ahora más tranquilo que luego ya saldré'.

P. Así que disfrutó del juego.

R. Se disfruta. ¿Por qué terminé de jugar? Por eso. Hay que pensar que tenía lesiones muy graves y siempre que jugaba me dolía algo. Eso no es normal. No es que terminara por el dolor, que también, porque no podía avanzar. No es que doliera más al final, sino que no tenía concentración para prepararme. Cada temporada era más difícil. Ya no tenía ganas. Y si no te diviertes, tienes que dejarlo. Alguna temporada, cuando se acabó, me llamaban para ver partidos por la tele y no quería saber nada.

P. ¿Cuántas veces le han preguntado qué hubiera sido de usted sin lesiones?

R. Muchas. Como que qué hubiera pasado si hubiera ido a la NBA en 1982. Y siempre digo, 'mira, no empecemos'. Estoy contento de cómo pasó mi vida deportiva. Claro, si no hubiera tenido todo eso hubiera jugado más, más largo o mejor...pero entonces hubiera podido tener otra lesión en lugar de esta. Yo sólo estoy agradecido de que saliera así, porque en 1987 se podía haber terminado todo, tras dos lesiones graves.

P. Y fichó por el Valladolid.

R. El presidente quería hacer algo con el club y ficharme costaba lo suyo. Con eso podía comprar dos jugadores. Depende de si gastas para conseguir algo o no. Eso pasa ahora con el Zalguiris.

P. ¿Le sorprende lo que cuesta fichar a un jugador ahora que es directivo?

R. Yo no creía que valiera tanto dinero. Ha subido el precio de todo. Estrellas estrellas, en Europa, ahora no hay ninguna. No como las de antes. Se ha igualado el nivel y se ve porque se puede ganar a las selecciones NBA. Y que los buenos cuesten dinero, sí, no pasa nada, lo entiendo. El que tiene talento, hay que pagarlo. Pero cualquiera, ¡ole! te piden cinco por él.

P. ¿Qué más cosas han cambiado?

R. Antes teníamos menos partidos. Ahora, los niños tienen demasiados. Cuando llegan a los 18 años están hasta arriba. No tienen ganas. Ya han jugado y jugado. Cuando yo empecé, entrenaba y entrenaba. No jugabas hasta que estabas preparado, cuando ya eras algo. No teníamos ni doctor. Queremos que los niños sean estrellas demasiado rápido, es mucha presión desde pequeños, porque pensamos que con 30 años es cuando hay que terminar la carrera deportiva. Y justo entonces, sólo empieza. Entonces empiezas a ver el juego como hay que verlo. Maduras. Sin eso, con el juego físico que hay ahora, el cuerpo no aguanta. Yo, sin querer, jugué siete años más después de cumplir los 30.

P. ¿Por qué ya no hay pívots que jueguen de espaldas al aro, como usted?

R. Creo que faltan entrenamientos especiales. Antes, cada país tenía uno o dos hombres altos como yo y nada más. Ahora, altos hay muchos. Si eres alto tienes que ponerte a trabajar para jugar de cinco o cuatro. Para jugar de base no necesitas trabajar el juego de espaldas, igual que el pívot no necesita trabajar el bote para llevar el balón. Aunque no basta con que el pívot sólo saque el balón de banda. Tiene que saber un poco de todo. Yo, cuando era pequeño, empecé de base porque no era alto. Hacer eso me ayudó.

P. Fue de los primeros hombres altos en tirar de tres.

R. En Lituania jugábamos grandes contra pequeños. Y claro, contra los pequeños, por abajo, no puedes hacer nada. Estábamos aburridos de meterlas todas por arriba. Y decidimos probar a tirar como ellos.

P. ¿Le han ofrecido entrar en política desde que se retiró?

R. Ya antes. Hay gente que quiere, que lucha por eso, por estar en política. Yo lucho por no estar.

P. ¿Y entrenar?

R. No pienso en eso. Ser entrenador es peor que ser jugador. Tampoco tienes tiempo para la familia, siempre viajas y, además, tienes que pasar más tiempo mirando la tele, pensando...

P. ¿Cómo era su relación con los entrenadores?

R. He respetado, desde pequeño y hasta ahora, a todos. Por eso nunca tuve problemas. Ninguno me mataba especialmente y ninguno entraba en mi culo. De todos me quedó algo.

P. ¿Y de Maljkovic? Nunca le entrenó, pero le eliminó con el Limoges en la Final Four de 1993, a la que llegó con el Madrid como favorito. ¿Es su peor recuerdo?

R. Fue un partido duro. Así, jugando duro, con una defensa fuerte y el ataque como saliera, ganaron la Euroliga. Lo suyo era no dejar meter. Si los árbitros les dejaban jugar, podía ser que el contrario se desconcentrara. Eso, un poquito, es lo que pasó con nosotros. No pudimos meter nada y perdimos. Pero no soy de los que se pasan toda la vida 'madre mía, madre mía'. Y eso ayuda en la NBA. Ahí no hay tiempo para pensar. Mañana, ganes o pierdas, juegas otra vez. Lo que pasó, pasó. Repetir todo es imposible.

P. Ahora que está retirado ¿qué echa de menos?

R. Cuando veo que hay un buen equipo, hablo mucho con Ingrida de los tres años que estuvimos en Madrid. Estaba encantado, en ningún equipo estuve así. Era un buen equipo, con buena gente, una familia y ganamos muchas cosas.

("Sí", dice Ingrida, "perdíamos y cogíamos el coche, rápido a casa. Con él es más duro salir cuando pierde. No nos podíamos esconder porque le venían a buscar a casa. Antonio Martín, Antunez...estaban unidos como una familia grande.")

P. ¿Qué cambió en su vida?

R. El deportista no tiene vacaciones. No hay mucho que pensar porque desde que suena el despertador lo tienes todo ordenado. Ahora puedo dormir más. Preparar la comida para los niños. Aprender, algún negocio...empieza a dolerme la cabeza porque no estoy acostumbrado a tanto. Cocino de todo, hasta paella. Soy un padrazo. Mi padre dice 'si haces algo, hazlo bien. Si tienes familia, hazlo bien. Si juegas, juega bien. Y si duermes, duerme bien'.

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