Un rey sin paliativos
Tal vez le falta carisma, pero el tenista suizo ejemplariza la elegancia en la pista, la calidad en los golpes, la inteligencia en el juego
Sentado junto a un grupo de niños indios, con una carta en la mano y dispuesto a jugar sus bazas en una improvisada mesa en Tamil Nadu, Roger Federer ofrece una imagen insólita de sí mismo. Con dos grandes collares colgándole del cuello y una sonrisa en la cara, parece feliz. De viaje hacia Doha, donde va a iniciar la temporada, el jugador suizo ha dedicado un tiempo a las víctimas del Tsunami que en diciembre de 2004 arrasó toda aquella zona del sur de India, en su misión de embajador de Unicef.
A muchos les sorprende esta imagen. El número uno suizo no tiene el carisma de Rafael Nadal. Le cuesta conectar con la gente joven. No logra mostrar sus sentimientos en la pista, esconde las sensaciones que le embargan, se niega a enseñar sus debilidades y minimiza sus alegrías. Sin embargo, fuera de ella se convierte en un ser ejemplar, un chico de 25 años que ha alcanzado la gloria y ha sido capaz de asimilarla. Sin traumas, tranquilo, sin necesidad de hacer estridencias como John McEnroe o de ser tan frío como Bjorn Borg. Él no vende imagen. Vende calidad.
La calidad y los logros de Federer son comparables a los de Woods, Jordan, Indurain y Schumacher
El jugador suizo ganó en 2006 tres títulos del Grand Slam y perdió en Roland Garros ante Nadal
Es un gran campeón. Un tenista que juega a un altísimo nivel y cuyos éxitos le sitúan en la estirpe de los grandes deportistas mundiales. Sus logros son sólo comparables con los del golfista Tiger Woods, del baloncestista Michael Jordan, del automovilista Michael Schumacher, del nadador Mark Spitz, del motociclista Mick Doohan y del ciclista Miguel Indurain. Con algunos de ellos ha luchado este año para alcanzar la nominación de Mejor Deportista Mundial en la encuesta que cada mes de diciembre realiza EL PAÍS entre los 100 deportistas más destacados del panorama español. Y el reconocimiento ha sido general, casi unánime. Ha arrasado.
Nadie como Federer ejemplariza la elegancia en la pista, la calidad en los golpes, la inteligencia en el juego. Cada uno de sus partidos resulta una lección que sus rivales encajan lo mejor que pueden. "Me gustaría pegarte, romperte una raqueta en la cabeza", le dijo una vez el estadounidense Andy Roddick, tras perder contra él una final en Wimbledon. "Pero no puedo, eres demasiado buena persona". La desesperación de sus rivales está alcanzado cotas alarmantes. Sus triunfos en el Grand Slam y su solidez en el liderato del tenis mundial han resultado insoportables para otros aspirantes, que han mostrado su frustración con cierta dejadez en los entrenamientos y en sus carreras, hasta ir cayendo en la clasificación mundial.
Sin Federer en el panorama, Marat Safin, Lleyton Hewitt, Andy Roddick, Juan Carlos Ferrero, y el mismo Rafael Nadal tendrían un palmarés bastante más poblado de títulos del Grand Slam. Sólo Nadal, campeón dos veces consecutivas en Roland Garros, parece capaz de perturbar su camino. Al menos es el único que tiene un balance favorable en sus enfrentamientos (6-3) y el único también que consigue sembrar dudas en la cabeza del suizo. Sus duelos son épicos. Desde que le ganara en las semifinales de Roland Garros en 2005, Nadal le superó cinco veces consecutivas. Una de ellas, la final de Roma de este año, salvando incluso dos bolas de partido. Wimbledon marcó una inflexión. En la hierba de Londres, Federer no tenía rival y en el Masters de Shanghai, tampoco. Y así lo acreditó. Pero en ambos casos, el suizo atravesó momentos de serias dudas, de nervios, sintió la presión de saber que Nadal podía superarle.
"Cuando Federer está inscrito en un torneo, no concibo que pueda ganarlo otro jugador", asegura Toni Nadal, tío y entrenador del número dos mundial. "Da lo mismo que lo juegue Rafael. Federer sólo puede perder si, por alguna razón, no es capaz de desplegar lo mejor de su tenis. Con mi sobrino eso ha ocurrido algunas veces y por eso le ha ganado". Los mismos jugadores evalúan de forma distinta a estos dos jugadores, cuyos duelos están marcando una época en el circuito profesional de tenis. "Como a cualquier tenista, me gusta más el juego de Federer: potencia en el saque, buena volea, revés cortado impresionante, drive desbordante", explica el catalán Tommy Robredo, séptimo jugador mundial. "Si pudiera, le robaría su estilo. De Nadal me quedaría con su fuerza y su mentalidad".
El balance final de la temporada no deja lugar a dudas. Federer ganó tres pruebas del Grand Slam -Open de Australia, Wimbledon y Open de Estados Unidos- y disputó la final del cuarto, Roland Garros, que perdió ante el mallorquín. Ganó un total de 12 títulos, entre los que se incluyen los Masters Series de Canadá, Indian Wells, Madrid y Miami, y se impuso también en la Masters Cup de Shanghai. Un balance atroz, un panorama desolador para sus rivales. Un año de ensueño, que le permitió concluir alcanzando la enorme diferencia de 3.900 puntos -la mayor desde que asumió el liderato mundial en febrero de 2004- sobre el segundo mundial, el manacorí Nadal, que no podrá alcanzarle como mínimo hasta después de Roland Garros, si las cosas le ruedan muy bien a él y muy mal al suizo.
Nunca un número uno había cerrado el año con 8.370 puntos. Nadie, ni en las mejores épocas de Connors, Borg, McEnroe, Lendl y Sampras habían llegado tan lejos. Posee ya nueve títulos del Grand Slam. Ha superado a Agassi, Connors, Lendl, Perry y Rosewall. Y se acerca a la cifra que parecía inalcanzable de 14 títulos que posee Pete Sampras. Le queda mucho tiempo. Y es lo único que le falta para obtener el reconocimiento unánime de mejor tenista de todos los tiempos. Eso y ganar en Roland Garros... una espina que sigue llevando clavada por culpa de Nadal.
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