Sivuca, acordeonista y compositor brasileño
Llevó la modesta 'sanfona' a registros sinfónicos de calidad
Cuando murió aún se mantenía activo: acababa de publicar los discos Terra esperança -con 11 grupos instrumentales de Paraíba- y Sivuca sinfônico, una recopilación de composiciones propias y variaciones sobre obras de Luiz Gonzaga con la Sinfónica de Recife y el DVD O poeta do som. En noviembre había recibido la Orden al Mérito Cultural del Ministerio de Cultura de Brasil.
El músico llevó la modesta sanfona o acordeón popular del noreste brasileño a registros sinfónicos de calidad. Bregó hasta el final por convertir este acordeón en un respetable instrumento sinfónico. Fue director musical de Miriam Makeba y de Harry Belafonte, grabó a dúo con el belga Toots Thielemans, y de joven formó un trío de acordeonistas albinos con Hermeto Pascoal.
Si el pernambucano Luiz Gonzaga popularizó la sanfona, el paraibano Sivuca enriqueció el instrumento con su versatilidad y una técnica prodigiosa. Transitaba con facilidad entre forró, jazz y música erudita: lo mismo podía tocar a Pixinguinha que a Bach o Bill Withers.
Había nacido el 26 de mayo de 1930 en Itabaiana, una población del interior de Paraíba, en una familia de humildes agricultores y zapateros. El hecho de ser albino, y no poder permanecer bajo el sol, le permitía quedarse en casa jugando con la rudimentaria armónica de madera que le había regalado su padre. Con nueve años se inició con una sanfona en bodas y fiestas. Más de una vez su madre lo encontró dormido en la hamaca con el pequeño acordeón.
A los 15 debutó en una emisora de radio de Recife. Allí se ganó el apodo de Sivuca. El maestro Guerra Peixe, con el que estudió armonía, le abrió nuevos horizontes. Y, durante la década de los cincuenta, trabajó en muchos programas de radio y televisión. Entre 1960 y 1964, tras un tiempo en Portugal, vivió en París, donde actuaba en clubes y restaurantes.
Un año después estaba en Nueva York con Miriam Makeba. Él hizo el arreglo para el famoso Pata pata y acompañó a la cantante surafricana en sus giras como director musical. A principios de los setenta ejerció de orquestador, guitarrista y acordeonista de Harry Belafonte. Además de participar en grabaciones de artistas como Paul Simon, y de encuentros con Hermeto Pascoal y Airto Moreira, publicó sus propios elepés en el sello Vanguard.
En 1975 regresa a Brasil: compone bandas sonoras, escribe arreglos para cantantes y graba discos con Rosinha de Valença, Chiquinho do Acordeon y Rildo Hora. Pau doido (1992), Sivuca e Quinteto Uirapuru (2004) o Cada um belisca um pouco (2004), con los acordeonistas Dominguinhos y Osvaldinho. Estos trabajos le valieron los premios Sharp y Tim, los Grammy brasileños.
Compuso canciones como Feira de mangaio, que fue un gran éxito en la voz de Clara Nunes, el vals João e Maria, al que puso letra y popularizó Chico Buarque o Adeus Maria Fulô, grabada en 1968 por los psicodélicos Mutantes.
"Recorrió el mundo, pero era un norestino que daba la impresión de no haber salido nunca de Paraíba, mantenía una relación muy estrecha con el lugar", ha declarado su amigo el cantante Fagner. En 2003 se instaló de nuevo en João Pessoa. Dijo que había venido a descansar, pero que no había trabajado tanto en toda su vida. Su relación con músicos jóvenes le ayudaba a sobrellevar una enfermedad que lo iba minando. Según su mujer, "el trabajo era un bálsamo impresionante para él".
Cuando murió tenía dos partituras en mente: un Ave Maria y un arreglo sinfónico para coros suyos. Estaba casado desde hacía 35 años con la compositora y cantante Glorinha Gadelha.- CARLOS GALILEA
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