Alfonso Perales, un político ejemplar
La brutal noticia de la muerte de Alfonso Perales deja sorprendida y atónita a la amplia comunidad de amigos, que construyó a lo largo de su comprometida y honesta vida, arrebatada ayer por una cruel y repentina enfermedad.
Con escasos 18 años, adquirió un compromiso irrenunciable con las libertades, participando en la lucha contra la dictadura. Detenido por la entonces temible Brigada Político-social, se distinguió por hacer de la política y de su oficio un ejemplo de compromiso cívico. Su trayectoria avala el referente de honestidad que caracteriza la historia del Partido Socialista. Por eso, Perales con su biografía constituye toda una reivindicación de la acción política, de los políticos, apoyada siempre en la ética de las libertades y el progreso.
La vida no fue fácil para Alfonso. Su nacimiento en Alcalá de los Gazules, un pueblo de la serranía de Cádiz, le hizo conocer, a temprana edad, las miserias de la posguerra civil española y cómo se empleaba la derecha de este país para conservar el poder y cómo España era un cortijo al servicio del caciquismo y los intolerantes intereses del grupo social encaramado por las armas en la gobernación del Estado.
Perales no respondió a estas actitudes con odio, ni revanchismo, ni venganza.Toda su actividad política se enfocó a crear las bases sociales más amplias, que lograran mayorías democráticas para hacer realidad políticas de progreso y bienestar. Nunca fue un fundamentalista, tenía sobre la vida una aproximación dubitativa y siempre le sorprendía esa prepotente capacidad de sus adversarios del Partido Popular para no reconocer ningún error y tener soluciones para todo.
Su activismo político se estructuró en el proyecto de renovación del PSOE, participó en el congreso de Suresnes y se decantó como una pieza singular en la larga andadura, liderada por Felipe González en la transición y la conquista democrática del poder.
Su dedicación en la responsabilidad pública de gobierno se desplegó en la Administración local, autonómica, nacional y, también, asumió dedicaciones orgánicas en el seno del partido.
Dotado de un fino sentido del humor, podía abordar situaciones crispadas y conflictivas con un talante integrador. Pero no era un pastelero, poseía convicciones firmes y arraigadas, las ejercía con contundencia y, por qué no afirmarlo, sin acritud.
Eso le concedía un halo de independencia en el seno de su partido, que le granjeó algunas zancadillas y postergaciones por algún dirigente poco claro.
Hombre fiel a Felipe González, por quien profesaba una admiración ilimitada, era correspondido con la confianza del ex presidente y su amistad. Pieza clave en la gobernación de Andalucía, Chaves depositaba en Alfonso la resolución de temas complejos y siempre formó parte del círculo íntimo de sus colaboradores.
Comprometido con la renovación del PSOE, jugó desde los primeros momentos un apoyo decidido y leal a Zapatero. En cierto sentido, Perales desempeñaba un papel esencial de unión entre los equipos de Felipe y el actual presidente del Gobierno. La proyección de su instinto político en la labor de gobierno, la cohesión del partido, serán echadas en falta, de la misma manera que le atormentó la carencia de solidaridad de algunos compañeros suyos y, particularmente, de Pasqual Maragall.
Su pensamiento político carecía de dogmas; simplemente, pensaba que su oficio consistía en articular las condiciones para conseguir una vida mejor a los ciudadanos. En sus últimos días de actividad política consiguió la unanimidad en la reforma del Estatuto andaluz. Se sentía especialmente orgulloso de esa mayoría de integración y cohesión de la sociedad andaluza.
Todas estas virtudes que describen su poliédrica figura política quedan desdibujadas en la riqueza de su condición humana. Un gaditano fino, socarrón e inteligente, siempre fue un gran amigo de propios y extraños. Quiso ir a morir a Conil, a su tranquila casa, junto al cabo Roche, adonde, cuando dejaba Madrid, regresaba a pasear por las playas, retornar a su pueblo y cargar pilas para volver de nuevo a la brega política. Así, como siempre fue, sin darse importancia, casi clandestino. Atento a las grandes líneas políticas y ejerciendo su oficio con destreza. Hoy, algunos puede que se enteren de la importancia del clan de Alcalá de los Gazules en la historia política española de los últimos 40 años. Ayer falleció uno de sus maestros.
Augusto Delkáder es periodista.
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