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El centro de Santa Mónica convoca a los 'esclavos del arte'

Joan Morey escenifica con una 'performance' la violencia del sistema piramidal creativo

Un público compungido hace cola para entrar en el ataúd gigante instalado en el Centro de Arte Santa Mónica de Barcelona (CASM). Todos van de negro, no se admite el color. El código de vestuario es imprescindible para asistir a la primera performance de 'PostMortem', proyecto que el mallorquín Joan Morey desarrollará hasta el 4 de marzo y con el que quiere denunciar el sistema esclavista que, afirma, se da en el mundo del arte.

Según Morey, se trata de "un trabajo de introspección, que revela las estructuras de poder, ocultas detrás del sistema del arte, a través de una autopsia escenificada de diez años de trabajo, desde que en 1997 creé la marca STP-Soy Tu Puta".

El pasado viernes la entrada era libre, pero para acceder a las otras seis acciones que componen el proyecto habrá que pedirlo a través de la web (www.elmalejemplo.com), indicando las motivaciones, que el artista se reserva de encontrar satisfactorias para cursar la invitación. Es otro de los recursos que Morey utiliza para denunciar las relaciones de poder que, en su opinión, son consustanciales al sistema del arte, plasmado en una megaestructura de amas y esclavos: artistas sometidos a galeristas y curadores, galeristas a coleccionistas, curadores a políticos y, debajo de todos, los espectadores.

El del viernes era, pues, un público cómplice, el que la azafata con mala cara acompañaba a su sitio dentro del ataúd, para entrar a formar parte de una escenificación de elegantes vejaciones intelectuales.

Mientras una esclava con mordaza de bola y senos desnudos, incierta sobre los tacones vertiginosos, ofrecía a los presentes copas de cava y textos del artista, una ama leía las reflexiones de Morey sobre la erótica del poder, aunque el tono monótono hacía imposible captar el pensamiento en su conjunto. Incluso surgía la duda de que se trataba simplemente de otro maltrato al que el artista, con la palabra decepción tatuada en letras góticas en el interior del brazo, había decidido someter a los espectadores, antes de echarles repentinamente con un chorro de humo espeso, de policíaca memoria.

Tres proyectos más

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Por la mañana, para la presentación a los periodistas, en lugar de la estética sadomaso clásica había optado por una agresión a los sentidos en toda regla, con música y luces capaces de provocar náusea física, no metafórica. Una performance formalmente distinta pero igual en el fondo: en ambos casos se trataba de resistir a la materialización de la violencia del mundo del arte, aquel arte hecho de poder y discriminación que no se cuece en los talleres, sino en los despachos de Manhattan. Las dos acciones, grabadas en vídeo por Morey y sus colaboradores, se podrán ver durante toda la exposición en los monitores que rodean el ataúd, donde se introducirán las demás, a medida que se lleven a cabo.

Los excluidos, los que asistieron desprevenidos con sus trajes de colores, deambulaban por otras exposiciones, intentando consolarse con el parmesano que el consorcio de productores de este queso ofrecía en el Espacio Consulta que, en esta ocasión, acoge Merc. & Cromo, proyecto de Quim Tarrida, dedicado al arte, el merchandising y la promoción.

Como es habitual, el CASM presenta tres proyectos más. Acompañan a Morey, el estadounidense Jack Pierson con unas esculturas-palabras -formadas por letras de viejos rótulos publicitarios- y el argentino Tomás Saraceno, quien ha creado una especie de piscina suspendida, con un plástico que se deforma por el peso de 2.500 litros de agua. "La idea era un cielo raso que apretaba al público, pero no sabemos si va a aguantar y, a pesar de que el riesgo es un componente de la pieza, no han permitido que los visitantes pasen por debajo", explicó el artista.

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