Enric Arredondo, actor
Trabajó en teatro, y en televisión encarnó al director de 'Periodistas'
Enric Arredondo, uno de nuestros mejores actores de carácter, como se decía antes (y de mucho carácter), murió dos veces. La primera en 1997, en el Mercat de les Flors. Interpretaba un espléndido Lebedev en el Ivanov de Chéjov, a las órdenes de Guennadi Korotkov. Se encontraba ya muy mal cuando comenzó la función, pero insistió en hacerla. Apenas acabada, cayó al suelo. Carles Sales, su amigo y compañero de luchas sindicales en el mundo del doblaje, me dijo a la mañana siguiente: "Está muy mal, en coma múltiple. El hígado, los riñones, todo. Le dan pocas horas de vida". El coma se prolongó durante meses y, milagrosamente, Arredondo renació.
Siempre fue un fajador, un superviviente nato. En los primeros años sesenta trabajó como galán y primer actor en todas las compañías catalanas, a las órdenes de Ulloa, Marsillach, Garsaball y Capri, entre otros, hasta que, harto de la mediocridad imperante, saltó a Madrid con su mujer, la no menos estupenda Carme Fortuny, contratado por Bódalo para estrenar, en 1968, Los huevos del avestruz. Entre el 68 y el 72 trabajó muchísimo en la escena madrileña y, sobre todo, en los dramáticos televisivos de la época. En el recuerdo, los estrenos de La fundación, de Buero; de Los domingos, bacanal, de Fernán-Gómez, y, en un breve retorno a Barcelona, El knack, de Ann Jellicoe, en el Pequeño Windsor, a las órdenes de Ventura Pons, pórtico a un regreso a casa que tuvo lugar en 1980, con el éxito -cuatro años en cartel- de Muerte accidental de un anarquista, de Dario Fo, dirigida por Pere Planella. Antes de su primera muerte, Arredondo brilló en el Lliure (Ai, carai!, de Benet i Jornet), en la compañía de Núria Espert (La tempestad, de Lavelli) y en la de Flotats en el Poliorama. También en el Poliorama, pero a las órdenes de la Sardà, encarnó a Freud en El visitant.
Tras su retorno literal a la vida, aprovechó a fondo esos años de propina: escribió y protagonizó un texto con tintes autobiográficos, La bohemia; pisó de nuevo el Grec con Molt soroll per no res, y, sobre todo, alcanzó una gran popularidad gracias a su personaje de Pablo, el director del diario Crónica Universal en Periodistas, la serie de Tele 5 que se mantuvo cinco años en antena, de 1998 a 2002.
En las últimas temporadas de su vida, aquejado de una dolencia ósea que apenas le permitía caminar, volvió a los escenarios para ofrecernos dos notabilísimos trabajos: el empresario secuestrado de Via Gagarin, en 2003, y, ya en silla de ruedas, el Serebriakov del Tio Vania que Joan Ollé presentó en el Lliure al año siguiente.
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