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Entrevista:JOSÉ EMILIO PACHECO | Poeta

"Yo escribo versos; si es poesía o no, eso depende de los lectores"

José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939) busca cualquier rincón para escapar del antitabaquismo. Y relata cómo en México se inició una campaña contra el consumo de café. "La muerte negra, le decían en la publicidad del Gobierno". El autor de Tarde o temprano -que recoge su obra poética hasta el año 2000- participa en el Encontro De pedra e de palabra que organiza el PEN Clube de Galicia. Antes de comenzar la conversación, confiesa con humor que es el único escritor de su generación "que nunca ha entrevistado a Borges ni ha aconsejado a García Márquez sobre el orden de los capítulos de Cien años de soledad".

Pregunta. Impone hacerle uan entrevista después de leer aquel poema en que decía: "Extraño mundo el nuestro: cada día / le interesan cada vez más los poetas; / la poesía cada vez menos.

"Lanzo una botella al mar y el lector la recoge o no, pero yo no puedo hacer nada"
"El verso es un lenguaje como la prosa, así que ¿por qué no hacer las cosas en verso?"
"Mis maestros y mis amigos fue gente del exilio. Max Aub fue central en mi vida"
"Un poema lo puedes corregir. Ojalá se pudiera corregir la vida como se corrige un poema"
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Respuesta. Mi experiencia en la feria del Libro de Guadalajara resulta significativa. La gente se quería sacar fotos conmigo con sus móviles. Luego me preguntaban '¿usted quién es y qué hace?' Pero aquel poema, que en realidad era una respuesta en verso a un estudiante que me solicitaba una entrevista, lo escribí en 1981 y ha perdido su contexto.

P. ¿Hay diferencia entre un poema y un verso?

R. Nunca me presento 'soy poeta y te voy a dar un libro de poemas'. Yo escribo versos. Si es poesía o no, eso depende de ustedes, los lectores. El verso es un lenguaje como la prosa, así que ¿por qué no hacer las cosas en verso sin aspiración a que sea poesía? El siglo XX restringió el verso a la poesía lírica y perdió funciones narrativas, dramáticas, épicas o satíricas.

P. Pero su poesía ha evolucionado hacia lo coloquial.

R. Siempre cuento la historia del ciempiés. Un día el ciempiés iba contento trepando la pared y llegó el entomólogo. 'Señor ciempiés, ¿le puedo hacer una pregunta?' 'Si señor, dígame usted' '¿Cuál patita mueve primero?' El ciempiés nunca lo había pensado. No supo cuál y se cayó. Fue consciente de que movía las patitas. Mejor no saber cómo mueve uno las patitas.

P. ¿Diferencia entre poesía y vida?

R. Un poema lo puedes corregir y cambiar. La vida, no. Ojalá se pudiera corregir la vida como se corrige un poema. Por lo demás, no hay diferencia ninguna.

P. Usted se reclama de la herencia de César Vallejo. ¿Acepta la dicotomía que Mario Benedetti estableciera para los poetas latinoamericanos, los que seguían a Vallejo y los que seguían a Pablo Neruda?

R. A mí me gustan muchísimo los dos. Y me gusta muchísimo Neruda, que tampoco está de moda decirlo. Con Neruda pasa lo mismo que con Max Aub. Realizó una obra tan extensa que ya nadie se molesta en leerlo. Pero releí a Neruda últimamente, por el centenario, e incluso adoro sus libros tardíos como Extravagario, que publicó en 1958.

P. ¿Conoció a Neruda?

R. Nunca quise conocerlo. Me dijeron 'viene Neruda, ¿quieres conocerlo?' Pero, ¿qué iba a hablar yo con Neruda? '¿Señor Neruda, me gustan mucho sus libros?'.

P. Las tensiones de la lengua en Vallejo se encuentran lejos de su obra...

R. Sí, eso no lo intento. Pero también me parece absurdo decir que sólo voy a apreciar a los que escriben como yo. Sería horrible que todo el mundo escribiera como yo. Leer a poetas que son distintos enriquece.

P. Su obra nunca olvida un contacto con lo real y eso ya no se lleva en poesía.

R. Yo hago lo que puedo. Pienso en la vieja imagen de la botella al mar. Lanzo una botella y el lector la recoge o no la recoge, pero yo no puedo hacer nada. Y, desde luego, no le voy a pedir a nadie que escriba de otra manera.

P. ¿De qué se tiene que ocupar la poesía?

R. De todo. Tengo un poema que dice tenemos una sola cosa / que es escribir este mundo. Pero nunca le impondría temas a nadie. Es decir, 'tienes que escribir poesía social' o 'no escribas poesía social', 'es que los poemas sociales son malísimos'... También la mayoría de los poemas de amor son muy malos.

P. La ruina aparece continuamente en su obra.

R. Eso es la experiencia. En Ciudad de México no puedes tener recuerdos. Le dices a alguien '¿te acuerdas de aquel café en el que estuvimos?' y ya no existe, ahora es un estacionamiento. Luego vino el terremoto de 1984. Uno escribe de esto y, de repente, lo ve concretamente en el espectáculo de las ruinas.

P. ¿Existe ese cuento del compromiso poético?

R. No se puede imponer. Es la gran diferencia entre poesía y prosa. Me puedes decir 'escríbeme un artículo con tus impresiones sobre Santiago de Compostela', pero no puedes decir 'escríbeme un poema sobre Santiago de Compostela'. Se te ocurre y lo haces. O se puede imponer, pero el resultado, en general, es desastroso.

P. ¿Por qué la poesía en español está más viva en Latinoamérica que en España?

R. ¿Pero Existe una poesía en español o existe una poesía española? Porque entonces hay una poesía peruana, una poesía chilena, una poesía mexicana... Y aún dentro de las ciudades. No conozco bien la poesía gallega, pero seguro que no es igual la poesía en Vigo que en Santiago de Compostela o que en Lugo. Es más útil pensar siempre en el idioma. Pero ese idioma también está hecho de las otras lenguas de España. Por eso cuando me dicen 'usted escribe en castellano' yo digo, 'no, no, yo escribo en español'. En castellano escriben los castellanos, los de Castilla. Delibes, por ejemplo.

P. ¿Se relacionó con el exilio republicano?

R. Nací en 1939, dos días después de la llegada del primer barco de exiliados, el Sinaia. Mis maestros y mis amigos fue gente del exilio. Max Aub fue central en mi vida. Los libros de España le llegaban a Max y Max nos los pasaba. Yo estaba mucho más al tanto de lo que se hacía en España en esa época de lo que estoy ahora. Y Vicente Aleixandre, que nos escribía cantidad de cartas. ¿Quién haría eso hoy? Esas dos personas fueron fundamentales.

P. ¿Y Luis Cernuda, a quién usted dedicó un libro de poemas?

R. Lo conocí y le hablé algunas veces, pero resultó una relación muy limitada. Ahora me encantaría decir 'yo era muy amigo de Luis' pero, para nada, no sería honesto. En su mal carácter había sin duda una gran parte de leyenda. Era una persona difícil, pero porque sufría un problema de timidez, y esa timidez pasaba para los demás como altivez, cuando realmente no se trataba de eso.

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