Indagar el deseo
Es sin duda Julião Sarmento (Lisboa, 1948) uno de los creadores esenciales que ha dado la plástica portuguesa en las tres últimas décadas. Creador, además, de muy largo aliento, como vuelve a hacer patente con esta nueva exposición, Códigos del deseo, tan sugestiva como inquietante. James Lingwood, responsable del proyecto, fue ya comisario de la antológica de Sarmento que presentó el Palacio de Velázquez en 1999, muestra memorable que trazaba, mediante un incisivo y espectacular recorrido escénico, una esclarecedora disección del imaginario del artista.
Conoce, por tanto, muy bien el terreno que pisa. Y de hecho, aun sin el alarde espacial de la ocasión anterior, que las salas de la fundación no permiten, y con una selección de piezas necesariamente más escueta, de en torno a medio centenar, esta nueva incursión en el cosmos de Julião Sarmento viene a ofrecernos una suerte de prolongación del discurso planteado por su antecesora madrileña, ya que haciendo aquélla balance de la trayectoria del artista entre los años setenta y los noventa, la que comentamos se centra en la evolución de su trabajo desde 1994 hasta el presente.
JULIÃO SARMENTO
'Códigos del deseo'
Fundación Marcelino Botín Marcelino Sanz
de Sautuola, 3. Santander
Hasta el 7 de enero de 2007
De nuevo, sobre la caden
cia vertebral de la pintura, que se expande reiteradamente hacia el ensamblaje escultórico, el diaporama o el vídeo, despliega Sarmento esa ambivalente indagación sobre los códigos del deseo que recorre, insistente, la urdimbre de su poética. El estereotipo asociado a la efigie de mujer siempre acéfala -el rostro desvanecido, como borrado en la tela; la parte superior de la cabeza seccionada en la escultura u oculta bajo un saco de arpillera, en el deslizamiento retórico de I love you too much (with crate)-, esa mujer sólo cuerpo, en la violencia implícita de los miembros retenidos por un trazo de cordel o los dedos sepultados en la carne, es, ante todo, un espejo. I am you, reza de hecho uno de los lienzos de 2005. Al igual que la joven que se viste y se desviste simétricamente en la estancia proyectada de Parásito no hace a la postre sino desnudar también el ansia emboscada en el ojo que la acecha.
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