A Rijkaard se le va la mano
La potencia física del Levante iguala un partido en el que el Barça pensó demasiado en el Werder Bremen
Como si fuese una premonición, fue marcharse Deco a la ducha y caer el Barça desplomado. El cuadro de Rijkaard había dominado con cierta suficiencia durante la primera hora, regodeándose en su manifiesta superioridad técnica, subido a la exhibición que se dio Deco. Pero se marchó el medio portugués y, a medida que el Barça iba perdiendo fuerza, la fue ganando el Levante, donde López Caro había reservado sus dos mejores balas (Ettien y Kapo) para el último tramo. ¿Qué hubiera pasado de haberlos hecho jugar desde el inicio? Es decir, lo contrario que el conjunto de Rijkaard. Con la obsesión de reservar munición para el partido ante el Werder Bremen, al técnico azulgrana se le fue la mano. Sustituyó a Deco, que era el hombre del partido, y, en plena confusión, Belletti, por ejemplo, acabó jugando de extremo derecho.
LEVANTE 1 - BARCELONA 1
Levante: Molina; Descarga, Álvaro, Alexis, Rubiales; Carmelo (Ettien, m. 58), Camacho, Berson, Courtois (Meyong Zé, m. 71); Riga (Kapo, m. 63) y Nino. No utilizados: Cavallero, Zé Maria, Dehu y Tommasi.
Barcelona: Valdés; Belletti, Puyol, Thuram, Sylvinho (Zambrotta, m. 70); Xavi, Edmilson, Deco (Oleguer, m. 74); Giuly (Ezquerro, m. 60), Gudjohnsen e Iniesta. No utilizados: Jorquera, Gio y Motta.
Goles: 0-1. M. 40. Deco envía por encima de la barrera y cerca de la cruceta una falta desde el vértice izquierdo del área. 1-1. M. 76. Álvaro, en la misma línea de gol, marca tras recibir de Alexis, que aprovecha el rechace de Valdés en un lanzamiento de falta ejecutado por Kapo.
Árbitro: Megía Dávila. Amonestó a Puyol, Berson y Thuram.
Unos 27.000 espectadores en el estadio Ciutat de Valencia.
Para no perder la esbeltez, Rijkaard mandó al principio a Iniesta a la punta izquierda, en funciones de Ronaldinho, a fin de mantener la compostura del 4-3-3. En realidad, Iniesta nunca se encontró cómodo alejado del centro y pidió un intercambio constante de posiciones con Deco, que ayer podía jugar bien donde le diera la gana. También por la izquierda. Muy acomplejado al principio el Levante, el Barça se lo tomó como un entrenamiento en el que practicaba cómo atacar a un adversario sepultado en su cueva. Un ejercicio casi rutinario para el cuadro de Rijkaard, que tampoco estaba interesado en imprimir un ritmo demasiado fuerte. Más bien se conformaba con guardar la pelota y esperar a que surgiera el espacio definitivo. Tardó en llegar porque el Levante se defendió con mucha gente y porque, además, Álvaro y Alexis se impusieron casi siempre a un desenfocado Gudjohnsen.
El Levante lo tenía muy claro: perdía el balón y se refugiaba en su campo. También Riga, su supuesto hombre más adelantado. Técnicamente, el equipo de López Caro resultó pobre en la primera parte, sobre todo porque el entrenador se dejó en el banquillo a Kapo, el único que podía mirar cara a cara a los azulgrana en ese aspecto. No tiene a nadie el Levante en el centro del campo con capacidad para meter un pase que rompa las defensas. Justo lo contrario del Barça, donde fluyen los mediocampistas a los que obedece la pelota sin rechistar. Uno de ellos, Deco, no entendió de economizar esfuerzos esperando la visita del Bremen. El portugués se escoró a la izquierda y se recreó en su calidad, varios kilómetros alejada de todos sus adversarios. Tocó de primeras, de espuela, regateó, se marchó por dentro y por fuera, trazó pases criminales y, finalmente, abrió él mismo la caja granota con un disparo de falta delicioso. Desde el pico izquierdo del área grande local, Deco golpeó el balón con el efecto imprescindible primero para salvar la barrera y después para evitar la mano del portero lamiendo el poste antes de entrar. A Molina no le quedó más remedio que aplaudir.
A pesar de las malas condiciones del terreno de juego, el Barça raseó la pelota tras el descanso y, dirigido por un excelente Xavi, a punto estuvo de convertir una de las jugadas de la Liga, con no menos de seis pases de gran calidad, todos por tierra, todos con el objetivo de filtrarse en la multitud de piernas levantinistas. El Levante replicó con furia y se acercó al empate en varias acciones a balón parado. Entendió López Caro que era el momento de Ettien, recibido con entusiasmo por una grada exaltada por la reacción de su equipo. Y, en efecto, Ettien, una mole imparable por el extremo derecho, parecía el resorte adecuado para la revolución que necesitaba el Levante. A eso le añadió López Caro la sutileza de Kapo y el resultado fue ver a Valdés agitando los brazos en reclamo de refuerzos defensivos. El Barça, por primera vez, se sentía superado. Rijkaard, sin embargo, no se dio por aludido (le hacía falta más músculo en el centro del campo) y realizó los cambios que tenía previstos (entró Ezquerro por Giuly). Las tornas habían cambiado: el Barça, ahora, recurrió al contraataque. Y así Ezquerro pintó una preciosa vaselina con la izquierda que obligó a Molina a efectuar una parada excepcional, corriendo hacia atrás y chocando con el poste para sacar la pelota. El Levante, por fin, creyó en sus posibilidades. Y en la zurda de Kapo, de cuyo trallazo en una falta nació el gol del empate. Despejó Valdés y el central Álvaro marcó a quemarropa. La potencia y el entusiasmo granota obtuvieron su recompensa.
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