Estambul, una ciudad blindada
Benedicto XVI regresa hoy a Roma tras oficiar una misa en la catedral del Espíritu Santo de Estambul, y después de haber cerrado al tráfico durante 48 horas todo el centro histórico y el principal distrito comercial de la mayor ciudad del Mediterráneo. Muchos de sus 12 millones de habitantes tuvieron que caminar ayer durante horas por calles despejadas de coches y patrulladas por 12.000 agentes de los cuerpos de seguridad.
La indiferencia inicial de los turcos hacia el viaje del Pontífice acabó por transformarse en Estambul en una poco contenida irritación. En las horas previas a su visita a la antigua basílica bizantina de Santa Sofía y a la Mezquita Azul, el pulso de la ciudad se colapsó. "¿Quieren ir a la plaza de Taksim? Será mejor que vayan en tranvía", recomendaban los taxistas apostados ante el Gran Bazar, que no se atrevían a atravesar el Cuerno de Oro por el puente de Gálata.
Vallada en todo su perímetro y sobrevolada por helicópteros artillados, la plaza de Sultanahmet, donde se alzan los edificios monumentales que visitó Benedicto XVI, estuvo guardada por pelotones de policías antidisturbios alineados como las centurias romanas. Pequeños grupos de manifestantes de extrema derecha se concentraron por la mañana ante el Museo de Santa Sofía y la Mezquita Azul. "Papa, márchate" y "Santa Sofía es turca" gritaba medio centenar de militantes nacionalistas.
El jefe de Seguridad de la provincia de Estambul, Celalettin Cerrah, consideró "normales" las extraordinarias medidas de seguridad, que han mantenido cortados al tráfico rodado los principales ejes de la ciudad. Taxis y microbuses mueven cada día a millones de personas en la caótica capital económica de Turquía, que sólo cuenta con una incipiente red de metro y tranvías. Cerrah no quiso vincular la detención en las últimas horas de 18 integristas islámicos ligados a Al Qaeda con la visita del Papa.
Amenazas
En la víspera de la llegada del Pontífice a Ankara, un grupo integrista iraquí difundió a través de Internet un comunicado en el que se lanzaban amenazas contra el Papa como miembro de una "cruzada" para apartar a Turquía del mundo islámico.
Los habitantes de Estambul daban por hecho que iban a enfrentarse con grandes molestias, como las ocasionadas por la presencia del presidente de EE UU, George W. Bush, en la cumbre de la OTAN en 2004, poco después de los sangrientos atentados con coche bomba contra dos sinagogas, el Consulado británico y un banco internacional con sede en Londres, que causaron más de 60 muertes en la ciudad.
La desproporcionada magnitud del dispositivo de seguridad que ha acompañado la visita de Ratzinger podría haber colapsado cualquier capital europea. Pero los disciplinados habitantes de Estambul, reconfortados por la bendición del Papa al ingreso de Turquía en la UE, están acostumbrados a sobrevivir al cotidiano caos de su megalópolis.
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