Ioan Ivancea, fundador de la Fanfare Ciocarlia
El clarinetista rumano recorrió el mundo con su orquesta cíngara
El músico rumano Ioan Ivancea falleció en las primeras horas del viernes 20 de octubre. La habían diagnosticado un cáncer y se negó a pisar un hospital. Quiso quedarse en casa, rodeado por la familia y los amigos. Ioan Ivancea estaba casado desde hace 42 años con María y tenía dos hijas y cinco hijos, alguno de los cuales toca en la Fanfare Ciocarlia (se pronuncia Chocarlía).
Los gitanos más rápidos de los Balcanes, aquellos que desafían al metrónomo en canciones como Moliendo café, Money money, de Abba, o 007, el tema de James Bond, van a seguir su vida nómada. El cómico británico Sacha Baron Cohen, que encarna al falso periodista de Kazajistán en Borat, los invitó al estreno londinense de esa película en la que la Fanfare ofrece una particular visión de Born to be wild, de Steppenwolf.
El cine ya recurrió a ellos para las bandas sonoras de Crimen ferpecto, de Álex de la Iglesia, y Contra la pared, de Fatih Akin. Y en 2003, Danny Elfman, compositor de Chicago o Spiderman, los tuvo tocando en Hollywood para la fiesta de su 50 cumpleaños.
Ivancea nació el 4 de enero de 1940 en un pueblo de 400 habitantes al noreste de Rumania. Rodeado de montañas, a Zece Prajini, cuyo nombre significa los diez campos, se llega por caminos polvorientos y se convierte en un lodazal en cuanto llueve. Hace 10 años que los alemanes Henry Ernst y Helmut Neumann arribaron a aquel paraje y convencieron al patriarca Ivancea para viajar a Berlín. Doce cíngaros que malvivían de sus labores en el campo y una fábrica, y solían animar los fines de semana bodas y bautizos locales, salían en una furgoneta rumbo al extranjero. No sabían que les esperaba el éxito.
Garth Cartwright cuenta en su libro Princes Amongst Men: Journeys With Gypsy Musicians que cuando estuvo en Zeca Prajini en 2003 se encontró con que tenían coches y móviles, y ya disponían de cuarto de baño dentro de las casas, pero que conservaban sus costumbres. Iag Bari-Brass on fire, premiado documental de Ralf Marshalleck, permite verlos en gira y la vida cotidiana en su pequeño pueblo.
La reacción en toda Europa fue entusiasta. Impactaron la velocidad endiablada de su música, tocada con instrumentos abollados, y su desparpajo: al terminar los conciertos suelen mezclarse con el público y pasar la gorra. Hasta recorrer el mundo vivían sin electricidad ni agua corriente. Ivancea tenía callos en las manos de haber trabajado duramente en los campos. Hasta 1864 los gitanos rumanos habían sido esclavos. El régimen aliado de los nazis los persiguió y las autoridades comunistas los mantuvieron discriminados. Necesitaron dar mil conciertos fuera de Rumania antes de tocar por primera vez en Bucarest.
El origen de las orquestas gitanas de trompetas, clarinetes, saxofones, tubas y tambores está ligada a la ocupación otomana y se remonta a las bandas militares turcas de principios del siglo XIX. No hay partituras. Los músicos de cada generación heredan la música por transmisión oral. La Fanfare ha tocado muchas veces en España. En verano pasaron por el festival Pirineos Sur -no se arredraron pese al aguacero con descarga eléctrica-, y en marzo habían instalado su tenderete en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. "Somos magos de la música y en Zece Prajini viven los antiguos secretos de la magia gitana", decía Ivancea.
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