Cuando el ánimo cuenta
Un Madrid exultante, convencido de su superioridad, inflige un severo correctivo a un Barça atenazado por la tensión
Hay cosas que, sin salir en las estadísticas, cuentan más que las canastas. El Madrid y el Barça escenificaron con claridad su estado anímico. Unos, los blancos, exultantes, felices de saltar a la cancha, convencidos del camino elegido para volver al primer plano y dirigidos por un entrenador, Joan Plaza, que, además de a los asuntos técnicos, siempre está atento al factor humano. Los otros, los azulgrana, con la seriedad en sus rostros, atenazados, sometidos a un constante ir y venir al banquillo que en nada les beneficia, aguantando el carácter inclemente de su preparador, Dusko Ivanovic, y desarrollando el juego de forma robótica, sin más alegría que la que les proporciona Navarro y un interesante Trías, su mejor noticia, casi la única, del curso. En esta tesitura, lo que no fuese una rotunda victoria madridista estaba fuera de lugar. Basado en cuestiones en las que más influyen los aspectos anímicos del juego, como la defensa, los rebotes, los balones divididos o los contraataques, el Madrid dominó con más claridad que la que mostró el marcador. Y eso que el partido se presentaba para el Barça como una gran oportunidad para dar un cambio de rumbo que aplacase su tensa situación. Su deficiente comportamiento en una fecha tan singular arroja más dudas sobre su futuro. Desde el primer minuto hasta el último fue mero espectador y si no se llevó una paliza de escándalo fue porque el deseo defensivo blanco a veces se pasaba de frenada y encontraron la línea de tiros libres para engordar sus guarismos.
REAL MADRID 90 - W. BARCELONA 73
Real Madrid: López (0), Bullock (9), Mumbrú (15), Reyes (15) y Hamilton (8); Smith (12), Hervelle (15), Tunceri (3), Tomas (6) y Varda (7).
Winterthur Barcelona: Lakovic (13), Navarro (21), De la Fuente (0), Trias (11) y Marconato (6); Basile (4), Vázquez (0), Ukic (6), De la Fuente (0), Kakiuzis (2), Grimau (8) y Kasun (2).
Árbitros: Pérez Pérez, Perea y García Leal. Excluyeron por personales a Varda (m. 39). Señalaron técnica a Navarro (m. 22) por protestar.
13.900 espectadores en el Palacio Vistalegre.
1º CUARTO 27-17
2º CUARTO 16-15
3º CUARTO 24-16
4º CUARTO 23-25
Hay una cuestión que retrata a los buenos equipos: todos sus componentes muestran su mejor versión
Partido, si definimos como tal un enfrentamiento parejo, no hubo. La primera jugada fue premonitoria. Saltó Hamilton con Marconato. El balón salió hacia las manos de Raül López. Levantó la cabeza y vio cómo Felipe Reyes corría como un poseso hacia la canasta. Se lo colgó perfecto y el pívot convirtió la primera canasta e inició una actuación excepcional. Intensidad, valentía y deseo en tres segundos. Fue el pistoletazo de un primer cuarto que explicó una por una las razones por las que el Madrid camina como una locomotora. Con una defensa tremendamente efectiva y que, como no podía ser de otra forma, ponía el acento en Navarro, ahondaba en los problemas del espesísimo ataque azulgrana. El partido se jugaba como quería el Madrid. La inteligencia de Raúl se notaba en otra circunstancia. Dado que Ivanovic puso a su mejor defensor, De la Fuente, sobre Bullock, dejaba una debilidad latente, el desequilibrio físico entre Mumbrú y Navarro. El alero internacional sacó petróleo. El resto lo añadían Hamilton y Reyes. Los primeros 21 puntos del Madrid los firmaron estos tres jugadores. La tormenta era de aúpa, pues los madridistas sólo habían necesitado 12 lanzamientos para conseguir 10 canastas. Este comienzo puso las bases de lo que vino después. La moral, la agresividad, el espectáculo, las ganas de ganar, de luchar por cada balón, por cada rebote, las puso siempre el Madrid. Lo siguiente es tener que nombrar a Reyes, majestuoso no sólo en su habitual derroche físico y emocional, también esta vez tuvo una efectividad destacable.
El segundo cuarto fue de tregua no porque el Barça mejorase, sino porque la segunda unidad blanca bajó un poco el pistón (43-32 en el descanso). Pero, en cuanto volvió el cinco inicial, el partido se desbocó con otros seis minutos de ardor guerrero, preciosas jugadas y algarabía general. Un triple de Mumbrú liquidó el asunto principal (60-40, minuto siete del tercer cuarto). Las dudas quedaban limitadas a la diferencia final, aliviada porque, en el minuto dos del último cuarto, el Madrid ya estaba en bonus de tiros libres, lo que permitió al Barça maquillarla.
Hay una cuestión que retrata a los buenos equipos y penaliza a aquéllos que no están consolidados. Los primeros consiguen que todos y cada uno de sus componentes muestren su mejor versión. A los segundos les ocurre lo contrario. Los diez jugadores del Madrid tuvieron oportunidad de acaparar protagonismo, se llamasen Bullock o Varda. Al Barça le ocurrió lo contrario. Están metidos en una dinámica que los empequeñece. Vázquez, Kasun, Marconato e incluso Lakovic no aportaron nada que se pareciese al prestigio que atesoran. Si tenemos en cuenta que el talento no se pierde de la noche a la mañana, la conclusión es que los problemas vienen por otro lado. Cuando la felicidad y la pasión por el juego se enfrentan a un colectivo industrial y alejado del placer, no hay otro resultado posible que el que se vio en Vistalegre. El triunfo del buen ánimo.
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