Los Martillos del Norte
¿Qué se le regala para Reyes al hombre que lo tiene todo? ¿Un avión? ¿Un yate? ¿Un alcalde en la Costa del Sol? Más recomendable, quizá, es probar con algo que dure, un juguete que ilusione más allá del primer día. Y para eso nada mejor, nada, que el regalo que acaba de recibir el padre del hombre más rico de Islandia. Un equipo de fútbol. En este caso, el West Ham United, de la Premier League.
Una isla de 300.000 habitantes en el Atlántico Norte se suma esta semana a Rusia, Estados Unidos y Egipto, países cuyos ciudadanos también se han comprado clubes ingleses. Pero, aunque el Chelsea, el Manchester United, el Aston Villa y el Fulham ya están en manos de super ricos extranjeros, lo curioso es que no ocurra más a menudo, que grandes instituciones como el Liverpool y el Arsenal no hayan caído también. Si uno cuenta con el dinero para comprarse un equipo de Primera, ¿por qué no? Como dicen los ingleses cuando se les ofrece una cerveza, "silly not to" ("tonto no hacerlo").
Así lo ha entendido Bjorgolfur Gudmundsson, cuyo hijo Thor es el primer islandés billonario de la historia. A cambio de la cantidad irrisoria de 120 millones de euros -no sólo se compra un equipo, sino una enorme parcela en la metrópolis más rica de Europa-, el señor Gudmundsson ya es, desde el martes de esta semana, el presidente de honor vitalicio del West Ham.
¡Lo que hace el dinero! Tras aportar más fama y gloria al Real Madrid que nadie -y a la larga, olvídense de Beckham, al valor económico de la marca-, Alfredo di Stéfano sólo ostenta el título de presidente de honor. En cambio, el señor Gudmundsson, cuya contribución a la causa del West Ham hasta el martes pasado había sido nula, tiene asegurado el puesto hasta que se muera. Su amigo Eggert Magnusson, el nuevo presidente ejecutivo, también es rico comparado con el aficionado medio, pero, como no puso el dinero, no tiene las mismas garantías de permanencia.
Ahora, claro, el West Ham -también conocido como The Hammers, Los Martillos- no es el Real Madrid. Pero tiene su respetable dosis de carisma. No ha ganado nunca la Liga inglesa en sus 111 años de vida, es verdad. Y en Europa sólo ha triunfado una vez: en la Recopa, ganada en 1965. Pero el lugar especial que ocupa en el imaginario de la afición inglesa -sólo un peldaño por debajo de los Liverpool, Arsenal y Manchester- se debe precisamente a aquel equipo que ganó la Recopa. Porque ese West Ham aportó más jugadores que cualquier otro club a la selección inglesa más venerada de la historia, la que ganó la Copa del Mundo de 1966: la santa trinidad de Bobby Moore, el gran capitán; Geoff Hurst, que marcó un hat-trick en la final, contra Alemania, y Martin Peters, el cerebro del mediocampo.
Después, durante los años 70 y 80, el West Ham tuvo en sus filas a uno de los diez mejores jugadores que han producido las islas y al más elegante: Trevor Brooking, el Zidane inglés.
Todo esto nadie en Inglaterra asociado con el fútbol lo olvida.
Con Brooking, el West Ham ganó la Copa inglesa un par de veces, siempre jugando un fútbol atractivo, generoso y muchas veces suicida. Por eso nunca ha ganado la Liga. Por eso también los aficionados del West Ham caen bien. Se sabe que sufren, pero por una alegre causa.
Con los millones de Gudmundsson y su hijo puede que sufran menos. Si uno buscase el dueño ideal para un club de fútbol, Gudmundsson sería un candidato. Ex presidente del mejor club de Islandia, el KR, Gudmundsson es un amante del fútbol de verdad, un hombre que desde siempre ha ido a ver a su equipo desde la tribuna, codo a codo, nada de palcos, con los aficionados que pagan por la entrada. El presidente ejecutivo, Magnusson, es otro forofo, ex presidente de la asociación islandesa de fútbol que, además, con sus 59 años, sigue jugando al fútbol tres veces a la semana.
Y, encima, como buenos nórdicos, los dos millonarios son fans a muerte del fútbol inglés.
Si en estos tiempos globalizados, en los que las fronteras del fútbol se vuelven cada día más porosas, algún aficionado español está buscando equipo en Inglaterra, el West Ham pinta, de repente, como una excelente opción.
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