El Zaragoza exprime al Nàstic

Cuando se desfondó el rival, cuando Aimar se sublevó a la pizarra táctica, el Zaragoza resolvió el farragoso encuentro que le planteó el Nàstic, tan resuelto de inicio como extasiado al final. Aunque el conjunto aragonés padeció de buenas a primeras en la zona de creación por la falta de efectivos, por la desconexión entre sus líneas, pronto quedó agotado el Nàstic, que sólo aguantó en pie poco más de media parte. Y el Zaragoza, sin más oposición, encontró su mejor versión, la original, la que despedaza al contrario sin remisión.

Acusó el Zaragoza la ausencia del centrocampista Celades, que dirige al equipo a su antojo porque es excelente en el primer toque y en todo lo referente a lo táctico. No jugó Celades y, al principio, apenas lo hizo el equipo aragonés. Entre otras cosas, porque su sustituto, Movilla, es un bregador de primera que rehúsa descaradamente los pases verticales. Y su compañero de parcela, Zapater, que utiliza la carrocería con acierto, también acusa la falta de atrevimiento, la carencia del pase incisivo hacia los jugadores adelantados. Pero la deficiencia de la medular tomó cuerpo porque el Nàstic, aplicado y saneado en la primera mitad, se defendió deliciosamente: replegó a todos sus hombres -a excepción del punta, Portillo- en apenas 30 metros y en un suspiro. Con las líneas apretujadas, con la defensa bien junta a la media, el equipo grana desdibujó al Zaragoza y a su mejor arma: Aimar. O eso parecía.

Por entonces, los interiores grana, atrevidos y electrizantes, camparon a sus anchas por las bandas. Desempolvaron el manual del buen extremo, ese jugador que recibe pegado a la línea de cal y que no ceja en su empeño hasta llegar a la línea de fondo para buscar un centro. Todo un recital. Así, Cuellar y Juan Díaz amargaron la tarde a los desbravados laterales del Zaragoza, que parecieron más pendientes de subir por su carril para dar salida al ataque de su equipo que de taponar las incorporaciones de los rivales. Pero, como el resto del equipo, pronto reclamaron una bombona de oxígeno.

Con D'Alessandro en la grada por sanción, el poder ofensivo trescuartista blanquillo quedó limitado a Aimar, que se aposentó en el costado izquierdo. Escorado el argentino, mermado el Zaragoza. No sólo porque tiene peor salida del regate por la izquierda, sino porque su visión y último pase, en la banda, carece de ángulos, de variantes. Pero el 8 blanquillo es mucho 8. Aimar, atento, esperó pacientemente el descuido del rival. Así, con el balón atado al pie, con un sutil movimiento hacia el interior, con una diagonal ya característica, desabrochó la zaga contraria. Se despegó de su marcador, regateó al medio centro de turno y engatilló un zurriagazo desde la frontal que descolocó al portero, Rubén.

Segundos después, cuando el Nàstic ya jugaba con la lengua fuera y arrastraba los pies, Movilla encontró a Óscar y Sergio García a Piqué por las inmediaciones del área. Otros dos goles y nueva victoria del Zaragoza, que renueva sus aspiraciones europeas al no flaquear en los partidos delicados, los que le miden contra rivales teóricamente inferiores.