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Motociclismo | La cantera femenina pide paso

Beryl Swain abrió el camino a lo grande

Oriol Puigdemont

Cuando la británica Beryl Swain se planteó inscribirse en una carrera en 1962, lo hizo a lo grande. Fue la primera mujer en competir contra hombres en una prueba motociclística. ¿Para qué embarcar su moto, una Itom de 50cc, en un complicado viaje, si a escasas millas se celebraba la carrera más peligrosa del mundo? Tras meditarlo, Swain se inscribió en el Tourist Trophy de la Isla de Man, donde finalizó en la posición 22 de una carrera que únicamente acabaron 25 motos.

De esta forma Swain dibujó una vía que años después sirvió de ejemplo para otras mujeres fascinadas por el embrujo de la velocidad. Le ocurrió a la norteamericana Gina Bovaird. En 1982 se convirtió en la primera que figuró entre los participantes en un Gran Premio de 500cc, aunque sus tiempos durante los ensayos no le permitieron clasificarse para disputar la carrera. Un decenio después llegó, de una tacada, una retahíla de corredoras. Como la italiana Daniela Tognoli o las alemanas Inge Arends o Undine Kummer, todas ellas en 125cc. También la japonesa Tomoko Igata que, mediados los noventa consiguió notables resultados

[en 1995 fue séptima en la República Checa y octava en Malaisia].

Menos fructífera fue la participación de la alemana Katia Poensgen a pesar de convertirse en la primera mujer en puntuar en el Mundial de 250cc. El testigo lo recogió, dos años más tarde, la checa Marketa Janakova que, a los quince años, se convirtió en la piloto más joven en participar en una carrera del Mundial. La última de ellas fue la australiana Candice Scott, invitada al Gran Premio de Australia del pasado año. Tampoco se clasificó para correr la prueba.

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