El otro jefe
Terry es el único jugador del Chelsea con el que Mourinho acepta discutir delante del vestuario
Dos semanas atrás, mientras la plantilla del Chelsea celebraba la victoria sobre el Barça, se cometió un delito en el estadio de Stamford Bridge. Dos veinteañeros aprovecharon la algarabía para sortear las medidas de seguridad, entrar en el desierto vestuario y satisfacer su fetichismo. Lo único que sustrajeron fue unas botas en cuyas lengüetas están bordados los nombres de Georgie John y Summer Rose. Así se llaman dos gemelos de cinco meses, niño y niña, cuyo padre es John Terry, el capitán. El central, al que la afición considera una bandera, lo recuperó porque los ladrones fueron detenidos.
Criado en la cantera del Chelsea desde los 14 años, Terry sólo tiene 26, aunque gasta fachada y atributos de un resabiado veterano. Cuando llegó del Oporto en 2004, José Mourinho se llevó de la mano a Carvalho. Pero los galones se los colgó a Terry, al que califica de jugador perfecto por sus grandes condiciones como defensor y su ciego compromiso con la causa. Es la referencia espiritual en la plantilla, encendida por las arengas del técnico y el ejemplo de su modélico capitán, capaz de enfundarse unos guantes y colocarse en la portería la fatídica tarde en que los guardametas Cech y Cudicini cayeron lesionados ante el Reading.
"Al 'míster' le encanta la unidad. Por eso organizamos excursiones en 'karts", dice el capitán
Su simbiosis con Mourinho cuajó cuando el portugués le ratificó como capitán. "No tengas miedo de ponerte en pie, expresar tus sentimientos y decirme lo que sea delante de todos. Es lo primero que debes hacer, con razón o no, porque son tus compañeros y tu trabajo es levantarte por ellos". Con ese discurso, Mourinho se ganó la confianza de su pupilo, que reconoce haberse levantado un par de veces para discutir con él. ¿Los motivos? Terry jamás los desvelaría, tal y como marcan los códigos.
Muy lejos quedan sus correrías nocturnas, con pendencieros como Denis Wise, que amenazaron su carrera y le privaron del Mundial de 2002. Ahora está imbuido de la responsabilidad que supone liderar la mejo
r defensa del reino y capitanear la tribu más compacta. Y se identifica plenamente con los valores que distinguen al Chelsea: "Mourinho trajo el espíritu de equipo y hablamos mucho de cómo reforzarlo. Él adora la confrontación, pero mucho más la unidad. Por eso me anima a que los jugadores nos reunamos. Ahora incluso organizamos excursiones para montar en kart".
Lampard no ahorra elogios a Terry: "Tiene la fortaleza de carácter de los que no se preocupan sólo de sí mismos. Habla mucho dentro y fuera del campo y transpira una confianza contagiosa". Quizás por ello el nuevo seleccionador ingles, Steve McLaren, que prescindió de Beckham tras el Mundial, le ha colgado también el brazalete de capitán de Inglaterra: "Liderazgo, autoridad, coraje, conocimiento táctico... Terry tiene los atributos para ser uno de los mejores capitanes de nuestra historia y da lo mejor de sí en situaciones adversas".
El tenaz y solidario espíritu de Terry se forjó en las tripas de un Chelsea que aún no estaba regado por el dinero de Roman Abramovich. Se esculpió cuando era un aprendiz de 17 años recién incorporado al primer equipo y estaba obligado a dejar relucientes las botas de sus compañeros antes de cada entrenamiento aprendiendo los principios de jerarquía, solidaridad y compromiso. Gianluca Vialli, el técnico de entonces, recuerda que era demasiado tímido para dar los buenos días en un pasillo, pero que en el césped vociferaba sin complejos a Zola, Wise, Poyet, Deschamps o Lebouf. Además alargaba cada sesión para que Desailly le adiestrara para mejorar como defensa. Terry afirma que el francés le dio un indeleble consejo: "Lo que es genial es la simplicidad". Un concepto que aplica.
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