"Volvería a mandar callar al público"
Berdych, silbado e insultado por la grada, pierde ante González, que disputará el título a Federer
Pocas veces un gesto costó tan caro. Tomas Berdych mandó callar a la grada el viernes tras eliminar a Rafa Nadal. Una doble ofensa, en la peculiar interpretación del público, que ayer se vengó insultándole y gritándole sin descanso. El tenista checo es un gran sacador. Y empezó su semifinal con doble falta y perdiendo el servicio. Claro, es difícil concentrarse cuando la gente que te rodea te grita "¡imbécil!, ¡estúpido!, ¡fuera!", siguiendo el guión marcado el día anterior. Madrid fue Santiago de Chile sólo porque el rival de Berdych, Fernando González, es chileno. A tanto llegaron los excesos del gentío, a tanto subió la tensión, el nivel del improperio, que hasta el árbitro tuvo que intervenir: "Por respeto a los dos jugadores, les pido silencio", dijo. "Les ruego silencio", insistió. No tuvo muchas más oportunidades de reconducir el esperpento. González, con Berdych fuera de sí, acogotado por los silbidos y las palmas, venció en tan sólo 52 minutos por 6-3 y 6-1. Hoy (15.30, La 2) jugará la final del Mutua Madrileña Masters Series de Madrid contra el suizo Roger Federer, que ganó al argentino David Nalbandián por 6-4 y 6-0. Ya no tendrá al público a su favor. Y ya no escuchará los gritos de ayer de "¡vamos, Fernando!, ¡todos somos Chile!" o "¡muy bien, bombardero!".
"El problema de Nadal es que le he ganado tres veces"
"Esto no es un público de tenis. Ha sido una pesadilla. Nunca me habría esperado que pasara algo así en la pista", admitió Berdych en conversación con este periódico. "Ha sido una desventaja. Por eso no me he podido meter en el partido. No es justo que me traten así por ganar a Nadal, pero aprenderé de esto", avisó.
A Berdych le perseguía ayer todo el mundo en la exclusiva zona de jugadores. Le acababan de eliminar, pero él y sólo él había logrado callar a los espectadores del Rockódromo en un duelo contra Nadal. Lo hizo jugando. A pelotazos. Y escenificó su logro del viernes llevándose el dedo índice a los labios. "No diré que es un error", dijo ayer, reflexionando sobre si eso le había costado ponerse en contra a la grada; "quizás mandar callar al público no fue del todo bueno, pero volvería a hacerlo si pudiera. Tienen que aceptar que su chico
puede ser derrotado. He jugado ante miles de personas en Argentina, en la Copa Davis, y cantaban después de cada punto. Pero era para ayudar a su jugador, no para molestar al rival. Y hoy el propósito del público era que yo perdiera, no que ganara Fernando [González]".
Los efectos del griterío sobre el checo fueron inmediatos. Entró a la pista a medio camino de la derrota. La razón: ya sabía que Nadal se había quejado, que había dicho que le intentó desconcentrar con miradas extrañas, que no habían sido su saque y sus golpes, sino su actitud y sus gestos los que le habían derrotado: "He leído muchos periódicos. Quiero saber qué significa que Rafa me haya llamado idiota. Puede pensar esas cosas, pero decírselo a los periódicos es demasiado. Nunca igualará a Federer porque son ciento por ciento diferentes en la cancha y fuera de ella", se lamentó. "Simplemente, busca algo para explicar la derrota en vez de decir que yo fui mejor. No sé qué cosas raras hice. Sólo me concentré en cada pelota. ¿Qué debería hacer? ¿Taparme los ojos con las manos? Siempre hay que esperarle. Tuve que esperarle para salir a la pista. Tuve que esperar a que decidiera levantarse del banco [y comenzar el partido]. Y tuve que esperar entre cada punto: el árbitro debería haberle dicho que yo estaba preparado y que, si quiero, puedo servir. Paró el juego todo el rato. Es su estilo de juego y no me importa. Quizás por eso es el número dos mundial".
Berdychlo tiene claro: "El problema es que le he ganado tres veces".
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