"El reto de la cultura catalana es la mundialización"
Conjugar tradición con futuro. Éste es el objetivo que se ha impuesto el Institut d'Estudis Catalans (IEC), la academia nacional catalana de las ciencias y las humanidades que ayer inauguró los actos conmemorativos de su centenario, que se celebrará en 2007. Es una inauguración avanzada en el tiempo con el propósito de conmemorar también el centenario del I Congreso Internacional de la Lengua Catalana, celebrado en octubre de 1906 y motor indisociable de la creación, en junio de 1907, del IEC por parte de la Diputación de Barcelona bajo el impulso de Enric Prat de la Riba.
Pregunta. Cien años de existencia y una historia marcada por las represiones de las dictaduras de Primo de Ribera y Franco. ¿Ha superado el IEC todos sus traumas tras tres décadas de democracia?
"Nuestro problema ya no es sobrevivir, sino hallar el modo de vivir en este siglo XXI"
Respuesta. El real decreto de 26 de noviembre de 1976 reconociendo oficialmente al Institut como la corporación académica, científica y cultural con ámbito de actuación en todos los territorios de lengua y cultura catalanas fue un paso fundamental para superar el trauma.
P. ¿Puede hablarse entonces de una institución plenamente normalizada?
R. Sí. La recuperación es completa y el papel del IEC como academia nacional catalana reconocida en el mundo, absoluto. Desde 1922, y sin interrupción, formamos parte de la Unión Académica Internacional, y ejemplo de nuestro reconocimiento es el encargo que esta institución nos ha hecho de elaborar una investigación mundial sobre la dignidad de la persona humana, con cuatro congresos, en Jerusalén, Rabat, Barcelona y Estocolmo. Nadie encarga una investigación de esta envergadura y responsabilidad a una institución en precario o que intenta ponerse al día. Nuestra investigación en todos los campos, arqueológico, lingüístico y científico, es de un nivel estándar. En este sentido, las cosas van bien.
P. ¿Y el conocimiento que la sociedad tiene de la institución y de la labor que realiza?
R. El conocimiento público de la ciencia es un problema que nos preocupa. Para el equipo de gobierno que presido es una obsesión cómo aproximar la ciencia a la ciudadanía. Es un problema generalizado en todo el mundo. Investigamos en todos los campos del conocimiento, elaboramos estudios que nos solicitan o que consideramos que debemos hacer que llegan a un público culto y que utilizan los órganos de gobierno. Es un trabajo que está a disposición de todos. La práctica totalidad de nuestros trabajos está en la Red. Celebramos debates públicos e invitamos a mucha gente. Somos una academia muy activa y que edita muchas publicaciones.
P. El IEC es, entre otras cosas, la academia de la lengua catalana, que en muchas ocasiones se confunde con la misma institución. ¿Crea ese protagonismo de la sección filológica tensiones entre otras secciones científicas de que consta el Institut?
R. En el IEC no hay secciones estrella, y si la filológica se proyecta más en la sociedad es, simplemente, por un problema de asimetría en la percepción pública. Como academia de la lengua nuestra misión es crear el diccionario normativo del catalán, un diccionario que muchas familias tienen en su casa y es lógico, y estamos encantados, que la gente realice esta asociación. Lo mismo les ocurre a otras academias de academias, como es el caso de la francesa. Pero ese protagonismo nunca ha creado tensiones en las secciones histórico-arqueológica, la más antigua de la institución, de ciencias biológicas, de ciencias y tecnología y de filosofía y ciencias sociales.
P. Los miembros del IEC son la élite del mundo científico catalán, pero ¿están en la institución todos los científicos catalanes importantes que trabajan en Cataluña y fuera?
R. En ninguna academia del mundo existe una correspondencia de uno a uno entre los científicos y sabios que tiene un país y el número de plazas en las academias nacionales. Es imposible porque hay numerus clausus.
P. Cuando en 1907 se creó el IEC se fijó como objetivo de trabajo regularizar y sistematizar los estudios de tema catalán. ¿Han cambiado los objetivos?
R. Evidentemente. La historia cambia. Ha pasado un siglo, y ¡qué siglo! En 1907 sólo había una universidad prácticamente muerta y en la que estaba prohibido hablar catalán. Ahora existen 12 universidades públicas en Cataluña, centros de investigación como el de genómica y un sincrotón en el Vallès. Durante la primera mitad del siglo, nuestro esfuerzo se encaminó a contribuir a crear una serie de instituciones que no existían, como el servicio de cartografía, el de meteorología, la Biblioteca Nacional de Catalunya, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, la Universidad Autónoma de Barcelona... Hemos ayudado a poner Cataluña en el mapa, pero el mundo ha cambiado.
P. ¿Y cuáles son ahora los objetivos?
R. Hace ya varias décadas que el IEC superó los problemas que amenazaban su existencia y ahora nuestros problemas son otros. La cultura catalana tiene un reto por delante, la mundialización. Los procesos de mundialización son generales, científicos, lingüísticos, políticos... ¿Cuál es el futuro del Institut y de la cultura catalana en esta mundialización? Nuestro problema como institución ya no es sobrevivir, sino hallar el modo de vivir en este siglo XXI, averiguar cuál es el papel que debemos desempeñar como academia reconocida internacionalmente desde 1922 pero que pertenece a un pequeño país. Este es nuestro reto de futuro. Es prácticamente una obsesión, muy catalana, propia de un país sin Estado que desde su fundación, hace 1.000 años, ha padecido una subordinación endémica. Prácticamente es una segunda naturaleza de los catalanes el buscar alianzas, y esas alianzas son las que, a través de sus 26 filiales, ha establecido el IEC y que nos conectan como institución con el mundo en el que debemos aprender vivir.
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