Colores y luces
Pintora que se replantea la pintura, pero sin dejar de pintar, la alemana Katharina Grosse (Friburgo, 1961) ha hecho una "instalación pictórica" en su presentación individual madrileña en la galería Helga de Alvear. ¿Qué es lo que pretendo sugerir con la serie de eufemismos pictoricistas antedichos? Pues, en primer lugar, que la tan mentada crisis de la pintura no se resuelve siempre necesariamente haciendo, por ejemplo, fotografía o reconvirtiéndose a través de cualquier otro medio tecno-mecánico; pero también, en segundo, que la asociación entre pintura y cuadro de caballete ha sido históricamente puntual; esto es: que hubo un antes y un después de esta identificación de lo pictórico con el cuadro. En este sentido, antes de la época contemporánea, y ya centrándose en los antecedentes más pertinentes para el caso concreto de Katharina Grosse, hay que citar la experiencia de la pintura del llamado barroco decorativo, que recubría los amplios espacios arquitectónicos generando una ilusión espacial superpuesta, y, después, ya en pleno siglo XX, todas las rupturas vanguardistas de los límites constrictores del cuadro, desde Malevich en adelante. En cualquier caso, hoy hay artistas, entre los que se encuadra Grosse, que, por así decirlo, "centrifugan" la pintura por el espacio, no generando una ilusión superpuesta, sino una auténtica modificación del mismo.
KATHARINA GROSSE
'Faux Rocks'
Galería Helga de Alvear
Doctor Fourquet, 12. Madrid
Hasta el 7 de noviembre
Un ejemplo de lo que vamos comentando es la instalación que Grosse nos presenta ahora con el título de "falsas rocas", que culmina un proceso personal en el que esa centrifugación del espacio arquitectónico se ha enriquecido con la incorporación de objetos tridimensionales como soportes de esta acción pictórica. En el caso de esta instalación nos encontramos con una serie de cuerpos ovales, como huevos gigantes, pigmentados enfáticamente como si se tratase de expansivas manchas cromáticas de iridiscente luminosidad. Frente a este grupo rocoso Grosse ha dispuesto estos mismos cuerpos ovales segmentados, con lo que su vibración cromática curvilínea se completa con la de estos planos curvos cortados. El contemplador de la instalación enseguida comprende que lo que, en el fondo, busca Grosse es una suerte de definición del espacio mediante el color. Esta instalación está acompañada, en una sala contigua, de unos acrílicos sobre papel, en formato y medidas convencionales, donde se puede apreciar la esencia de lo desglosado espacialmente en la instalación. Está bien pensada esta combinación, porque pone más en evidencia la fragancia cromática de Grosse, que tiene la alegre complejidad de las atmósferas cromáticas de la abstracción lírica, así como la rememoración de la pintura simultaneísta y, en especial, a través de Sonia Delaunay. Una experiencia muy tonificante, de excitante jovialidad, de libertad y optimismo.
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