_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

75 (35) años

Tal día como pasado mañana, 75 años atrás, un Congreso de los Diputados abrumadoramente masculino consentía (no sin cierto pitorreo, incluso por parte del presidente Besteiro) en elevar a las mujeres a la categoría de persona. Durante la dictadura de Primo de Rivera, en lo que al sufragio municipal se refiere, apenas habían sido más que un apéndice sustituto del ser supremo: el marido inexistente, muerto o incapacitado, de forma que sólo votaban las viudas o las solteras "para no introducir un elemento de confrontación familiar". Pero paradójicamente, en la Asamblea Constituyente de la República, algunas de las vetadas ante la urna sí habían resultado elegidas, y por eso el grueso del debate recayó en dos figuras extraordinarias: Clara Campoamor y Victoria Kent. La primera, ardorosa adalid del derecho universal, fue la primera mujer en tomar la palabra en la historia del Parlamento, el 1 de setiembre de 1931. Y el 30, cuando se discutía el artículo 34 del anteproyecto de Constitución, expuso sus razones con rigor y precisión. El 1 de octubre se le enfrentó la diputada Kent, sin negar la mayor pero arguyendo que la medida sería inoportuna "por el momento", dada la incultura política de las mujeres, su manipulación por parte del clero, y lo perjudiciales que esas papeletas iban a resultar para la joven República. Tras un debate cuya lectura recomiendo vivamente, se votó de forma nominal con importantes diferencias entre miembros de un mismo partido y del propio gobierno. El 40% de los diputados no se molestó en participar (o se ausentó para no hacerlo, como Indalecio Prieto) y los 161 pronunciamientos a favor frente a 121 en contra levantaron el júbilo de las sufragistas: por supuesto no serían ellas, en el 36, quienes asesinarían la democracia.

50 años después el movimiento de mujeres empezaba a reivindicar a Clara Campoamor, que como suele ocurrir acabó pagando su valor y honestidad con el ostracismo y la marginación. En 1981 el propio Ayuntamiento de Valencia patrocinaba una Comisión Feminista que también editó un folleto divulgativo.

Han pasado 25 años más, y la diputada republicana ya no es tan desconocida, aunque ni de lejos ha recibido aún el reconocimiento que merece por dejar bien claro que los derechos de la mitad de la población son irrenunciables, y que no se pueden otorgar o arrebatar en función de a quién beneficie su ejercicio. No sé cuanto de todo esto se enseña en las escuelas e institutos, pero los grupos feministas la tienen en el laico altar de su memoria y algunos le han tomado el nombre, como en Bilbao. La agrupación socialista de Benetússer otorga un premio y también en algunos otros lugares de nuestra geografía, más sensibles o con mujeres más influyentes y agradecidas, hay plazas y avenidas. He buscado inútilmente en los callejeros de Valencia (con la vara de mando en manos de una mujer) y Castellón. Alicante le dedica un rinconcito apartado, por allá detrás del golf de la Playa de San Juan.

La periodista Montserrat Boix se queja en su blog de que con total "nocturnidad" el Congreso de Diputados ha bautizado como Clara Campoamor a una de sus salas.

Y si esto ocurre con una "madre" de la patria, qué no pasará con otras figuras que de la primera fila pasaron directamente al olvido... Quizá sea el momento de recuperar aquí también a la valenciana María Cambrils, a la que todo el mundo nombra pero de la que poco se sabe. Y que sin embargo fue mentora del feminismo socialista con un libro (prologado por Campoamor) e infinidad de conferencias y artículos. Uno de ellos, publicado en El Popular de Gandía, tercia: "Pero es obvio esperar también que las mujeres e hijas de los hombres de verdadero temple liberal, de no mentidos sentimientos de justicia, voten por los defensores de la República. Si no fuese así, habría para abominar de todos aquellos hombres que, erigidos en propagandistas de un ideal de redención, no supieron o no quisieron inculcar éste en el seno de su propia familia...".

Hace 75 años, 35 descontada la dictadura de Franco. Cuatro días, como quien dice, en lo que se refiere a la participación de las mujeres en la cosa pública.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_